CAPITALES

 

El reto de impulsar las Ciudades Inteligentes

El concepto de ciudades inteligentes se utilizó por primera vez en la década de los años 70’s cuando la Oficina de Análisis Comunitario en Los Ángeles, California, introdujo el uso de bases de datos, análisis de clusters y fotografía aérea para analizar las tendencias de la población. Esta nueva tecnología se utilizó para recopilar e interpretar datos relacionados con la demografía, la vivienda y el transporte, proporcionando a los responsables de la formulación de políticas información adicional al proponer cambios en dichas políticas. Desde entonces, este concepto ha sido utilizado por gobiernos para describir diversas iniciativas que permitan modernizar las ciudades, poniendo los datos y la tecnología digital a trabajar con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los habitantes.

Hoy en día, las ciudades se enfrentan a dos dilemas principales. El primero se refiere a la demografía. En los mercados emergentes, se espera que ciudades como Nueva Delhi y Shanghai vean un aumento de sus poblaciones entre un 30 y 40 por ciento respectivamente para 2030. A medida que las ciudades se urbanicen y generen más población, el uso de la inteligencia artificial, el aprendizaje automático y el Internet de las cosas se volverán más comunes en las grandes ciudades, contribuyendo a una mejora en los flujos de tráfico, la eficiencia energética, la reducción de la contaminación y la gestión de residuos, entre otros conceptos.

El segundo dilema es la nueva realidad post-pandemia. En este nuevo entorno, las necesidades de las personas tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes cambiarán, pasando de ciudades centradas en el trabajo a ciudades centradas en las personas. Los ciudadanos requerirán acceso a una gama de servicios, instalaciones culturales y de ocio, así como la proximidad a espacios verdes como parte de sus comunidades. Los gobiernos tendrán que invertir en infraestructura para mejorar el transporte y el acceso desde las zonas suburbanas a los centros de las ciudades. Por lo tanto, se vuelve importante comprender qué impulsa las nuevas tendencias de urbanización, cómo serán las nuevas ciudades del futuro y dónde los gobiernos deberán invertir para mejorar el atractivo de las ciudades para su población en general.

A lo largo de la historia, las ciudades han crecido como centros de comercio, cultura y desarrollo económico. La revolución industrial en Europa y los Estados Unidos durante el siglo 18 contribuyó al aumento de la migración de los trabajadores de las zonas rurales a los centros urbanos más grandes.

La transición a una industrialización de los procesos de fabricación y la implementación de nuevas tecnologías tomó casi 100 años, lo que resultó en mejores condiciones económicas y un cambio demográfico. Según la Oficina del Censo de los Estados Unidos, no fue hasta finales de 1800 cuando la proporción de la población que vivía en áreas rurales cayó del 94 al 60 por ciento en los Estados Unidos. Hoy en día, aproximadamente el 80 por ciento de la población en los Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania vive en áreas urbanas.

El proceso de urbanización se ha convertido en un catalizador para el desarrollo de nuevas tecnologías, la mejora de la construcción de viviendas, una mejor conectividad del transporte y los motores generales del crecimiento económico. Curiosamente, el 80% del PIB mundial es aportado actualmente por entornos urbanos, lo que pone de relieve la importancia de estas grandes ciudades. A pesar de esto, los grandes centros urbanos también son parte del problema ambiental. Aunque representan menos del 2 por ciento de la superficie mundial, las ciudades consumen el 78 por ciento de la energía mundial y producen más del 60 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, el impulso para hacer que las ciudades sean más sostenibles ha cobrado gran fuerza, aumentando la presión sobre los responsables de las políticas públicas y las empresas para que inviertan en estas mejoras.

El uso de la tecnología para la planeación urbana ha evolucionado a lo largo de los años, pasando de ser una simple herramienta para analizar datos de tráfico a un recurso valioso para mejorar muchos aspectos de la vida urbana. Los cambios en la demografía y las secuelas de la pandemia de Covid-19 han acelerado la necesidad de que las ciudades implementen algunas de estas nuevas tecnologías para hacer que las ciudades sean más habitables y sostenibles. La implementación de algunas de estas tecnologías inteligentes tiene el potencial no solo de proporcionar una solución rentable a muchas de las necesidades ambientales y de infraestructura que enfrentan las grandes ciudades, sino también de mejorar algunos de los indicadores de calidad de vida. Derivado de lo anterior, se espera que las ciudades inteligentes tengan sistemas de transporte público eficientes, fuentes de energía más limpias y una mayor participación pública. Por lo tanto, a medida que las ciudades se vuelven más interconectadas y basadas en datos hacia las necesidades cambiantes de sus ciudadanos, invertir en estas nuevas tecnologías dará a las ciudades del futuro grandes ventajas competitivas.