AVISO DE CURVA

El día más neoliberal de la 4T 

Si analizamos con atención, veremos, como si fuera una revelación, que la Cuarta Transformación hizo las paces con los mercados. Las hostilidades entre algunos integrantes de Morena y la globalización, la propiedad privada y la disciplina fiscal, incluyendo otras recetas neoliberales, es cosa del pasado.

Ningún integrante de Morena, que se sepa, objetó, reprochó o condenó, como sí lo hicieran en el pasado, la firma del nuevo tratado comercial entre México, los Estados Unidos y Canadá. Vamos, ni siquiera una leve crítica o alguna sugerencia de cambios. Incluso, brillaron por su ausencia en las distintas mesas tripartitas, dejando que un solo hombre, identificado con los organismos internacionales que promueven el libre comercio, condujera las negociaciones.

Junto al regreso triunfal de la globalización, otras de las directrices “ordenadas” por los organismos internacionales han sido bastante bien recibidas por la 4T, me refiero a la disciplina fiscal y la reducción del gasto público.

Este viraje ideológico o, digámoslo en términos más políticos, esta sensatez económica y fiscal, tiene entusiasmadas a las clases empresariales de México y de los vecinos del norte.

Cobra sentido la apresurada salida de Evo Morales hacia Argentina, un país que, dados los recientes resultados electorales, sí pretende, en apariencia, virar hacia la izquierda la conducción de la economía. En el México que abrió las puertas de Palacio Nacional al acaudalado yerno del presidente Trump, Jared Kushner, el expresidente boliviano, defensor de la clase trabajadora, los grupos populares y los indígenas, ya no tenía cabida. Y otra vez, las voces más progresistas de Morena decidieron optar por el silencio.

La 4T ha ingresado a un camino muy particular, donde el recetario de la economía clásica (“laissez faire, laissez passer”), independientemente de sus resultados para combatir la pobreza y reducir la desigualdad, se reivindica como la directriz de la política económica y fiscal del país.

Es obvio: no había de otra. Pero, si es verdad que la ofensiva neoliberal, iniciada hace más de treinta años por los gobiernos priístas, fragmentó y polarizó a la sociedad, confinó al Estado convirtiéndolo en el “gendarme smithiano” del buen orden de los mercados, desmanteló a la industria nacional, hizo de México una enorme maquiladora y trajo consigo pobreza y desigualdad, entonces se antojaba un debate consistente en proponer un modelo comercial que responda, sí a la realidad globalizadora que demanda flexibilidad laboral y democracia sindical de aquellos países que pretendan subirse en ese tren, pero también que señalara esas tenciones entre el libre mercado y el bienestar social.

Por lo tanto, a las fuerzas progresistas del país les resultó extraño que los integrantes de Morena omitieran hacer una lectura detallada del nuevo T-MEC. Lo mismo les preocupó que a un año de gobierno, la 4T no abriera la discusión respecto a las bondades o deficiencias del más reciente instrumento comercial.

Ya sea apoyados en argumentos técnicos o entonaciones ideológicas, hubiera sido interesante escuchar a quienes en su Declaración de Principios establecen con claridad su rechazo al modelo neoliberal y a todo lo que este singular “fetiche económico” implica; quiero suponer que los tratados comerciales son parte de ese entramado institucional que, necesariamente, debió pasar a la báscula del modelo progresista transformador que impulsa Morena.

No fue así. Por lo que, poco tiempo después del 11 de diciembre, el “día más neoliberal” en la historia de Morena, dibujado por la presencia en Palacio Nacional de Jared Kushner y Robert Lighthiner, representante comercial de EU, el Presidente de la República, frente a la comunidad académica y empresarial del Tecnológico de Monterrey, perfiló el fin de la polarización ideológica que históricamente ha dividido al país entre los partidarios del mercado y los del Estado.

Andrés Manuel López Obrador estableció una visión pragmática, en la que el Estado deberá retirarse de aquellas actividades en donde su presencia resulte asfixiante y, en cambio, tendrá que fortalecer su intervención en aquellos aspectos sensibles para el desarrollo del país como la desigual distribución del ingreso y el crecimiento de la pobreza, auténticos nudos gordianos del neoliberalismo.

Pero eso sí: la hoja de ruta del Presidente apunta hacia el mercado para la generación de riqueza. Bienvenida la cordura.

 

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