CÁPSULAS SARAPERAS

Obregón, la silla y el cabrito

En esta ocasión te platico de una anécdota, bueno de dos que sucedieron el día en el que el general Álvaro Obregón estuvo en Saltillo.

Era el año de 1920, mes de marzo para ser más preciso, aunque pareciera, según fotografías fechadas, que pudiera ser el 14 de enero de ese año, cuando el candidato a la presidencia de México, Álvaro Obregón, arribó a esta hermosa ciudad de Saltillo, acompañado del gral. Roberto Cruz, quien era oriundo del estado de Chihuahua, siendo el responsable de la seguridad del “Manco de Celaya”

Ese día en su visita por esta ciudad fue una excelente oportunidad para reunirse, conversar y platicar del proyecto que tenía para nuestro país con sus amigos revolucionarios, compañeros de armas, que vivían aquí mismo, motivo por el cual los hermanos Luis Gutiérrez, quien ocupaba la gubernatura de Coahuila por segunda ocasión y Eulalio, presidente de México de 1914 a 1915 y que era candidato a senador en ese momento, ambos generales decidieron ofrecerle una comida. La cita fue en la casa del general Luis, ahí frente a la Alameda Zaragoza, para señas actuales, donde se ubica la librería Monsiváis, en esa casa elegante, que contaba con dos comedores, uno de diario y otro que fue utilizado ese día, pues era el que su usaba cuando había visitas.

Cuando todos pasaron al comedor de visitas, el general Luis Gutiérrez invita al candidato a sentarse en la cabecera, diciéndole: “Obregón tú en la cabecera para que presidas la comida”, a lo que “El Manco de Celaya” le respondió: “Yo presido sin importar donde me siente”. El mensaje era claro, el jefe máximo de la revolución y de la patria era él, el general Álvaro Obregón, y no quería sentarse en la cabecera.

Al concluir la plática previa a la comida, cuando sirvieron el platillo principal, que fue cabrito, por cierto, el entonces candidato a presidente de la república, con un sola mano, la derecha, pues era la única que tenía, zarandeaba el plato, lo movía de una lado a otro, lo inclinaba, lo enderezaba y volvía a moverlo. Con inquietud el general Cruz le dijo: “Ya revisé la comida Álvaro, puedes comer con tranquilidad, de hecho ya la probé pero si quieres te cambio el plato”. Obregón, llamado también el general invicto, quien perdiera su brazo derecho en contra de Francisco Villa, le respondió sin dejar de ver ni mover el plato: “No, sólo me queda claro que en esta vida el pez grande se come al pez pequeño”. Una vez más dio el mensaje que el jefe máximo de la revolución y de la patria era él, y que él era más grande que un cabrito.

Así es estimada y estimado Saltillense, un general sonorense, que fue conocido como “El General Invicto”, que fue presidente de México, dio muestra aquí en nuestra hermosa ciudad de Saltillo que, aunque perdió el brazo en Celaya, no perdió su sentido del humor y se dijo cabrito en grande.