COMO DECÍA MI ABUELA

«El trabajo de la casa envejece»… 

Mi abuela disfrutaba mucho de las artes. En una ocasión, la invitamos al teatro de la ciudad a ver a una compañía de danza, me parece que Rusa, que trajo «el lago de los cisnes» a Saltillo. Cuando llegamos por ella, se encontraba lavando trastes, pero de inmediato dijo -vámonos, que «el trabajo de la casa envejece, y nadie te lo agradece» – y se dispuso a tomar su bolsa y su chal.

Los roles de género, esos que nos dicen que las niñas juegan con bebés y trastecitos y los niños con muñecos de acción, van más allá de asignar juguetes a niñas o niños. Son los que nos dictan «el deber ser» según el sexo con el que nacimos. Así, al hombre le compete todo lo que la sociedad define como masculino: como la fuerza, el poder, dominio; en consecuencia, a la mujer le corresponde el rol femenino: la delicadeza, labores de cuidado y sumisión.

Si bien es cierto que, los roles se han modificado y son aceptadas las mujeres «más masculinas» que se desarrollan en el ámbito laboral y buscan mayor autonomía e independencia, aún existen obstáculos para que ello se facilite en todos los ámbitos y esferas. Herramientas como la 3 de 3 vs la violencia, ahora declarada constitucional desde el 29 de mayo, abonan a «un piso más parejo» para que las mujeres puedan desenvolverse en el ámbito público, pero, ¿qué hay del ámbito privado?

Según la ONU, se estima que las mujeres de todo el mundo destinan tres veces más horas que los hombres a la realización de trabajo doméstico y labores de cuidado, y que, además, no cuentan con una remuneración económica por este trabajo.

Esta situación, influye en la vida de las mujeres de manera tal que en muchas ocasiones obstaculiza su entrada al mercado laboral formal y en muchas otras, contribuye al estancamiento en este ámbito, ya que, al dedicarse a labores de cuidado, son ellas quienes mayormente solicitan licencias para ausentarse o buscan jornadas de medio tiempo que les resulten compatibles con las actividades de cuidados.

Dentro de estas labores, se debe tomar en consideración la «carga mental» aquel fenómeno por el cual las mujeres asumen mayormente las tareas de organización para las labores domésticas y los cuidados, así que no solamente estamos hablando de la realización de la tarea como tal, sino del hecho de planificar el momento de la semana o del día en que se debe realizar cada actividad.

Son las madres quienes deciden el día de la semana en el que los niños acudirán a actividades extracurriculares a citas médicas a reuniones sociales a comprar zapatos nuevos, pero también son las madres las que deciden qué cosas son saludables para los hijos, si tal o cual niño ya tomó su medicamento, si el adulto mayor acudió a su consulta para la revisión de la presión arterial y  glucosa en sangre, si el esposo va a salir de viaje y se lleva lista la maleta, y dicho sea de paso, ese esposo probablemente dijo que sí a un viaje laboral sin tomar en cuenta ninguna de las cuestiones anteriores porque para eso está la esposa.

Así se expresan los roles de género en la vida cotidiana de las mujeres, y aunque es cierto que tenemos más derechos que nuestras ancestras, también lo es que la batalla por un mundo más equitativo y justo aún no está resuelta. Pues cómo decía mi abuela, «el trabajo de la casa envejece, y nadie te lo agradece», pero más que agradecer, necesitamos hacernos conscientes de que la fuerza de trabajo de las mujeres en los hogares, sostiene la economía formal, para realizar cambios al interior de nuestras casas y en las políticas públicas.

 

Autor

Leonor Rangel