CAPITALES

 

De la automatización a la creatividad: ¿Hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial?

El mundo asiste a una revolución silenciosa. Lo que comenzó como algoritmos capaces de vencer al mejor jugador de ajedrez o predecir patrones climáticos, hoy genera obras de arte exhibidas en galerías de Londres, compone sinfonías que emocionan a críticos musicales, y escribe guiones premiados en festivales de cine. La inteligencia artificial ha trascendido su rol de herramienta de automatización para posicionarse como un actor inesperado en el ámbito creativo. Pero ¿hasta qué punto puede replicar o superar el sentido humano que considerábamos exclusivo de nuestra especie?

El mercado global de inteligencia artificial generativa en industrias creativas crecerá de $3,080 millones en 2024 a $12,610 millones para 2029, con una tasa de crecimiento anual del 32.5%. Este salto cuántico se sustenta en avances técnicos, pero sobre todo en un cambio de paradigma: las mismas redes neuronales que optimizaban procesos industriales ahora analizan retratos del siglo XIV al XX para crear obras en base a las expectativas y preferencias personalizadas, utilizando los estilos creativos de los artistas más famosos de la historia.

Un estudio publicado en Nature Human Behaviour revela una paradoja: mientras la IA aumenta la creatividad individual, especialmente en personas menos innovadoras, se reduce la diversidad colectiva. Los relatos generados con ayuda de algoritmos muestran mayor similitud estructural que los creados exclusivamente por humanos. Este fenómeno tiene raíces técnicas, los modelos de lenguaje como Chat GPT operan mediante patrones estadísticos aprendidos de datos existentes.

Su «creatividad» consiste en recombinar elementos conocidos, no en concebir verdaderas novedades, por lo que los expertos afirman que la IA solo puede producir variaciones de lo que ya ha sido creado. Como ejemplo, podemos mencionar la industria musical que ofrece un caso paradigmático. Plataformas como AIVA (Artificial Intelligence Virtual Artist) componen bandas sonoras para Netflix y Warner Bros., mientras que startups como Artomatix reducen en un 80% el tiempo de producción de contenido 3D.  En este sentido, La Universidad de Stanford propone un modelo híbrido: «Primero, lluvia de ideas sin tecnología. Luego, usar IA para refinar y expandir». Este enfoque preserva la intuición humana mientras aprovecha la capacidad algorítmica para conexiones inesperadas.

Un estudio del arXiv demostró que la IA supera a humanos en tareas creativas específicas como generar usos alternativos para objetos cotidianos, pero falla en comprender el contexto emocional detrás de relatos autobiográficos. Los algoritmos escriben mejor, pero no sienten lo que escriben.  Asimismo, la empresa irlandesa Artomatix ha revolucionado el diseño 3D con herramientas que reducen de semanas a horas la creación de entornos virtuales. Su motor de arte genera texturas y modelos con solo describirlos verbalmente, permitiendo a artistas centrarse en la narrativa visual.

Si bien, el 45% de los profesionales creativos temen que la IA devalúe sus habilidades únicas, por otro, el 68% de las empresas reportan aumento en productividad creativa al integrar estas herramientas. La clave parece estar en redefinir roles: No se trata de competir contra las máquinas, sino de aprender a orquestar su potencial.  En ese sentido, la neurociencia ofrece una información fascinante. Cuando humanos y IA colaboran, se observa mayor actividad en la corteza prefrontal dorsolateral, área vinculada al pensamiento divergente, sugiriendo que la tecnología podría actuar como catalizador neuronal.

Hoy por hoy, Los datos fríos nos dicen que la IA genera contenido más rápido, más barato y, en muchos casos, técnicamente superior. Pero las estadísticas no capturan el temblor en las manos de un pintor ante el lienzo en blanco, ni la obsesión de un escritor por encontrar la palabra exacta. Mientras los algoritmos aprenden a imitar la creatividad, los humanos enfrentamos un desafío existencial: redescubrir qué nos hace únicos. El verdadero límite de la IA no está en su capacidad técnica, sino en nuestra habilidad para formular las preguntas correctas. En este siglo digital, tal vez debamos cuestionar: ¿queremos enseñar a las máquinas a crear como humanos? La respuesta definirá nuestra propia identidad.

 

 

X:@pacotrevinoa

 

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo
El periódico con mayor tradición en Saltillo.