LA TENTACIÓN DE PERDER EL TIEMPO

Hace unos tres años, revisando apuntes de notas de clase, abrí una libreta donde venía una lección que nos dio en la universidad la maestra más joven de la facultad. La comparto con gusto, porque en este tiempo de Cuaresma, donde se reflexionan sobre tantas tentaciones que nos pueden frenar o hacer retroceder en nuestro camino de mejorar y crecer como personas, está la tentación de perder el tiempo. La maestra nos dijo que no somos como Moisés, que comenzó a los cuarenta a hacer algo por su pueblo, y luego a los ochenta se decide a actuar para morir a los ciento veinte años. En México la esperanza de vida a finales de los noventa rondaba los 76 años.

La maestra me hizo percatarme de lo siguiente: Muchas personas se dan cuenta demasiado tarde de que no están satisfechas con sus vidas, que sus trabajos o sus relaciones no son lo que esperaban; pues cuando ya se es mayor es cuando se reconoce de cómo las decisiones que se tomaron en el pasado influyeron en su presente, tanto para bien como para mal. Aplicando la ley de Newton a la vida cotidiana, toda acción tiene una reacción (o una consecuencia) lo que se conoce como la relación causa – efecto. Es fácil perder de vista que las decisiones que se toman hoy dan forma a nuestro futuro.

La maestra explicó que en la juventud no se quiere reconocer que las decisiones y acciones del presente tendrán un impacto directo en cinco, diez, incluso para el resto de la vida, porque el “veintiañero”, no quiere pensar que la muerte lo puede sorprender en cualquier momento. Cuando se es joven siempre se piensa que se vivirán muchos años, que se tiene una cantidad ilimitada de tiempo, y cuando se piensa así, es fácil gastarlo. Nos hizo ver como en la juventud, los planes son de siete días: es decir sólo planear lo que se va a hacer el fin de semana, no se ve mucho más allá de eso. En realidad, el tiempo vuela. Un día te despiertas y tomas conciencia que los años han pasado en un abrir y cerrar de ojos

En la juventud difícilmente se entiende que cuando nacemos, el reloj de nuestra vida se pone en marcha. Pondré el ejemplo del reloj de arena, donde cada grano de arena es un segundo de existencia, y aunque se quiere ver siempre lleno, cada día tenemos un poco menos de vida, no se le puede añadir más arena, ni tampoco se puede poner al revés para hacerlo retroceder. En la vida muchas cosas van y vienen: dinero y cosas materiales, pero el tiempo no, él no espera a nadie. En Cuaresma es bueno recordar que Dios perdona, pero el tiempo no. Se puede gastar el tiempo en cosas como no agregan valor, como pasarse horas viendo series sin parar, o jugando videojuegos todo el día.

Esto no quiere decir que se deje de hacer todo lo que se disfruta, pero que esas cosas no sean el centro de tu vida, pues puede que un día, al mirar atrás, te des cuenta de que no has sembrado buenas semillas para un futuro mejor. Hoy con más experiencia, cambiaría muchas cosas si pudiera regresar en el tiempo, pues ahora entiendo mejor su valor. Si estas leyendo este artículo, recuerda que la vida que quieres para mañana, empieza hoy, si ya eres mayor, recuerda que nunca es demasiado tarde para cambiar de rumbo, aunque cueste, vale la pena siempre tomar el control de la propia vida y hacer los cambios necesarios, invierte el tiempo en lo que realmente vale, haz que cada minuto cuente.

Hay que ver a Moisés, su edad avanzada no le impidió desarrollar habilidades, a probar cosas nuevas y cumplir la voluntad de Dios de liberar a su pueblo, y convertirse en un personaje que inspira a nuevas generaciones, porque supo que el tiempo se aprovecha con la acción.

 

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El Heraldo de Saltillo
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