VIVIR ES AHORA

LA OFENSA Y EL RESENTIMIENTO

Algunos de los momentos más retadores en nuestras vidas son aquellos en los que recibimos alguna ofensa. Una ofensa se produce ante una acción de otro en la que percibimos que se produjo algún tipo de agravio o de daño hacia nosotros, ya sea ésta percepción real o imaginaria.

Ante ella nos podemos sentir humillados, y nuestro amor propio o nuestra dignidad han sido heridos, ya sea con palabras o con hechos.

Quien ha sufrido una ofensa puede, incluso, llegar a perder el sentido y el significado de la vida o de sus acciones, y la motivación para actuar se ve disminuida.

En muchas ocasiones, las personas que nos hieren suelen ser las más cercanas a nosotros, y esa cercanía hace que el impacto sea aún más devastador.

El miedo a olvidar, con la creencia de que si olvido podrán hacerme daño nuevamente, nos atrapa en un presente lleno de sombras. Tratamos de convencernos de que recordar nos protegerá, y que al mantener vivas esas experiencias, evitaremos volver a sufrir, avivando las llamas del resentimiento, reviviendo el dolor que nos da miedo soltar.

Sin embargo, este mismo miedo nos vuelve vulnerables y frágiles, y nos impide avanzar. Abre las puertas a que una nueva situación nos obligue a vivir el dolor y encaminarnos hacia la senda del aprendizaje.

¿De cuánta vida te has perdido por seguir en las cadenas del resentimiento? ¿Cuántas oportunidades en tus relaciones, en tu trabajo, has perdido por estar anclado en el peso del pasado?

El resentimiento nos atrapa en un ciclo interminable de dolor: re-sentimos las heridas del pasado una y otra vez. Equivale a pretender tomar un veneno, creyendo que afectará al otro, cuando en realidad solo nos dañamos a nosotros mismos.

Una persona resentida cree tener muchas razones para aferrarse a ese malestar. Se ha convencido de “su” verdad y, a menudo, siente la necesidad de demostrar a los demás su dolor y su postura ante los hechos, creyendo equivocadamente que, al hacerlo, se desvanecerá el daño que vivió.

Sin embargo, el verdadero dolor no reside en lo que ocurrió, sino en la sensación de injusticia que nos lleva a pensar: «Yo no hice nada, no merecía esto».

Lo que olvidamos es que, al aferrarnos al resentimiento, perdemos la oportunidad de aprender, de transformarnos y de crecer. De ver que, cada infortunio, es la puerta para aprender a vivir de manera más sabia y con más precauciones.

Cuando vivimos en la queja y el resentimiento, adoptamos el papel de víctimas y nos quedamos atorados en el pasado, sin darnos cuenta de que, en el fondo, muchas veces el enojo está dirigido hacia nosotros mismos. Hacia esa parte que se sintió vulnerable, débil o que no supo cómo actuar en el momento.

Sin embargo, el verdadero aprendizaje detrás de este sentimiento reside en la liberación: al soltar el resentimiento, trascendemos nuestras limitaciones, nuestras creencias, y nos permitimos ver la vida desde una nueva perspectiva que nos va a permitir poner límites y proteger esa parte que fue vulnerada, fortaleciéndonos y permitiéndonos avanzar más lejos.

El antídoto contra el resentimiento es el PERDÓN. Perdonarte a ti mismo y a quienes te han dañado es un paso liberador y transformador. Te invito a explorar este camino, a soltar las cadenas que te atan al pasado y a abrazar la posibilidad de un futuro libre del peso del dolor.

Considera el coaching de vida como una herramienta invaluable en este proceso. A través de sesiones personalizadas, podrás descubrir cómo liberarte del resentimiento y aprender a recuperar el rumbo, a volver a navegar por la vida lleno de ligereza y recuperar tu propósito.

Da el primer paso hacia la sanación y el crecimiento: ¡perdona, suelta y transforma tu vida!

 

coachteylealg@gmail.com

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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