En México no se ha erradicado; en 2023 la Secretaría de Salud emitió una alerta por este padecimiento, cuyo día mundial se conmemora el último domingo de enero
Ciudad de México.- La lepra es una enfermedad infecciosa y curable; con detección y atención adecuada puede evitarse que el paciente tenga lesiones deformantes o discapacitantes, asegura la académica del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina de la UNAM, María del Rosario Morales Espinosa.
Subraya que no se ha erradicado y en nuestro país hay casos en 28 estados, por lo que la población debe estar consciente de su existencia. También debe prepararse a los médicos para que, a partir del primer nivel de atención, la identifiquen, agrega la especialista con motivo del Día Mundial contra la Lepra, que se conmemora el último domingo de enero.
Además, es posible prevenirse a través de vigilar los contactos de los pacientes. Una persona puede tener miles en cierto tiempo y por ello son necesarios los estudios epidemiológicos: localizar al enfermo, saber qué lugares y a quién visitó, y orientarlos respecto a qué deben hacer si presentan cualquier tipo de lesión, a fin de descartar que sea producto del contagio de la lepra, explica.
El año pasado la Secretaría de Salud emitió una alerta en el país, pues al cierre de 2022 registró 618 casos en vigilancia postratamiento y 300 en tratamiento, en 28 estados de la República mexicana. En siete de ellos -Jalisco, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Sinaloa y Yucatán- hubo municipios con una tasa de prevalencia mayor a un caso por cada 10 mil habitantes.
Morales Espinosa afirma que son menores a los detectados en décadas anteriores, pero lo que aumentó fue su prevalencia, indicativo de que tiende al alza.
Otro problema, refiere, es que durante la emergencia sanitaria por la COVID-19 la lepra fue una de las numerosas enfermedades “que se olvidaron”.
Su diagnóstico no es sencillo, pues los signos y síntomas pueden presentarse cinco o hasta 20 años después de estar en contacto con una persona con el padecimiento y pueden confundirse con cualquier lesión de la piel. Uno puede pensar que no lo tiene, pero se está incubando, y cuando aparece ya se ha establecido la enfermedad, alerta.
La académica de la UNAM detalla que no todos los contactos de los pacientes la desarrollan, sino los más susceptibles, por ejemplo, quienes tienen un sistema inmune comprometido con alguna enfermedad debilitante como cáncer, síndromes de inmunodepresión, enfermedades crónico-degenerativas como la diabetes, y niños, ya que su sistema inmune no está en todo su potencial.
“Esta enfermedad es producida por la bacteria Mycobacterium leprae y es de muy lento crecimiento. La transmisión es por contacto estrecho, aunque no se sabe exactamente si es a través del contacto piel-piel, piel-mucosas. Incluso, algunos autores indican que a través de las secreciones de la nariz se arrojan cantidades de bacilos que pueden inocular a través de piel o de mucosas”, puntualiza.
Una de las primeras manifestaciones son las lesiones en la piel, que suelen ser manchas descoloridas, rojizas o con bordes activos, pero el signo de alerta es la falta de sensibilidad en la zona.
Dependiendo del avance de la enfermedad, el bacilo puede invadir más profundamente o hacia los lados del tejido; si lo hace en glándulas sebáceas, las lesiones se observarán resecas; si hay afección de glándulas sudoríparas, se pierde la humedad en la zona comprometida; el bacilo tiene afinidad por los troncos nerviosos, apreciándose engrosamiento de los troncos afectados y, por lo tanto, pérdida de la sensibilidad en toda la zona que inervan.
“Si se sospecha de lepra y uno se encuentra en una zona donde hay casos, toda lesión dérmica debe ser explorada para determinar que la sensibilidad esté presente o ausente, lo primero que se pierde es sensibilidad al calor o frío y después al dolor. Ante la sospecha de lesión a causa de lepra se debe canalizar a la persona con un especialista a un centro de dermatología para que le realicen estudios posteriores de confirmación”, añade la experta universitaria.
Hay países donde todavía estos pacientes son estigmatizados, como en India o en zonas de África o Asia. Esto se debe a que, al perder sensibilidad, la persona puede autoinfringirse heridas que no nota, porque no duelen y derivan en mutilaciones que agravan su aspecto.
En México, precisa la experta, el tipo que se registra con mayor frecuencia es tuberculoide y es, hasta cierto punto, la lepra benigna. “Son básicamente lesiones de piel sin una deformación franca, esto depende del sistema inmune competente del individuo, que permite controlar la replicación del bacilo confinándolo a un granuloma y sin tanta destrucción de tejido”.
También existe la lepra lepromatosa, prosigue, que es la forma maligna; se manifiesta con más frecuencia en continentes como África y Asia. Los pacientes tienen un sistema inmune hiporeactivo, por lo que no hay control del bacilo, lo que genera lesiones en forma de granos o montículos con gran cantidad de bacilos y afectación de tejido, nervios, huesos y cartílago, generando deformaciones, sobre todo en el pabellón de orejas, el tabique nasal, las falanges distales tanto de manos como de pies.
Tratamiento
Es a base de medicamentos, dependiendo del tipo de lepra que se presenta y su evolución. “Básicamente son dos fármacos combinados y debe darse bajo vigilancia. Se administran hasta por 12, 24 meses, según la gravedad de la enfermedad”, indica.
A los cinco o seis meses las lesiones empiezan a desaparecer, y es frecuente que los pacientes abandonen el tratamiento, ante lo prolongado que resulta. Sin embargo, es importante terminarlo, ya que puede haber reactivación de la enfermedad.
La académica de la UNAM comenta que existe una red llamada TAE, de tratamiento vigilado y controlado, donde personal de salud -ya sea enfermeras y/o trabajadoras o trabajadores sociales, incluso médicos- supervisa que el paciente tome el medicamento y, en ocasiones, se le cita en el centro de salud; si no acude, lo buscan en su domicilio.
“Tenemos que prevenir esta enfermedad y una vez que se diagnostica, dar tratamiento, pero no olvidarla, porque si lo hacemos, cuando menos lo esperemos, vamos a tener una multiplicación de casos. La lepra puede prevenirse, controlarse y curarse”, insiste.
Este padecimiento, recuerda Morales Espinosa, ha acompañado al ser humano a lo largo de su evolución, está documentada en pasajes bíblicos en los que se menciona cómo era el comportamiento de la sociedad con estos enfermos, se les confinaba a determinados lugares. (UNAM)
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