Con motivo del Día Mundial de la Felicidad, que se conmemora el 20 de marzo, Ana Beatriz Moreno Coutiño expone las maneras en que las personas la experimentan
Ciudad de México.- Alcanzar la felicidad es un gran tema de la humanidad que ha intrigado a las culturas, y cada una la ha entendido de una manera distinta, según diversos factores biopsicosociales y culturales, afirma Ana Beatriz Moreno Coutiño, profesora del Posgrado de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Es un estado aspiracional, una búsqueda ambigua y poco clara, que para algunas culturas implica acceder a un cúmulo de conocimientos, mientras para otras es sumar logros intelectuales o emocionales. En la nuestra tiene un significado particular, porque se ha vuelto ese estado aspiracional al que todo mundo quiere llegar, pero nadie sabe para dónde va, estima.
Esa confusión para definirla nos trae problemas para lograrla. “Si no sabemos qué estamos buscando, no la vamos a encontrar”.
La especialista explica que, en las sociedades actuales, volcadas hacia afuera y de alto consumo, la felicidad se confunde con un bien que se puede adquirir; la buscan afuera (en un mercado, en ofertas) con frecuencia se convierte muchas veces en objetos materiales, en logros académicos o económicos y en relaciones afectivas de pareja o de amigos.
“Se confunde con objetivos o metas a alcanzar. Pero el problema es que no es eso. No lo es tener el último teléfono celular, la pareja más guapa o inteligente, el título profesional más alto o el premio más prestigiado. Todo esto son estados externos que responden a un deseo, y se ha confundido la felicidad con satisfacer un deseo”, comenta.
Moreno Coutiño acota que el problema es que satisfacer un deseo siempre será por un tiempo corto o mediano, pues la consumación de éste es pasajero, finito, y se va a desvanecer. “Además, en cuanto termina vuelve a surgir otro deseo, y eso es peligroso porque entonces nunca llegamos a satisfacer ese estado completo. Nuestra condición humana es de insatisfacción”.
Un modelo budista
En ocasión del Día Internacional de la Felicidad, que se conmemora el 20 de marzo, la especialista recuerda que investigadores franceses desarrollaron un modelo para alcanzarla, el cual es novedoso para Occidente. “Está basado en la filosofía budista, una filosofía milenaria que tiene años de introspección, de trabajo interno, en la que a través de su propia práctica de ensayo y error y pasándola de maestro a discípulo, han podido constatar que la introspección ayuda a tener una sensación de bienestar y una vida más satisfecha y plena”.
El “Modelo centrado en el ego desprendido” se enfoca en la búsqueda de la reducción del egocentrismo. Las culturas actuales son totalmente egocéntricas, se nos ha fomentado satisfacer el yo y gratificarnos todo el tiempo, lograr un funcionamiento hedónico, siempre con el objetivo del placer, así como la gratificación (entre más inmediata mejor) y evitar los estímulos desagradables, así como generar aversión hacia cualquier cosa que pudiera ser incómoda.
El modelo propuesto se encuentra estrechamente ligado con el altruismo y la compasión. “Esto es muy importante porque se han hecho estudios con líderes de empresas trasnacionales sobre qué es la felicidad y si está ligada a tener poder, dinero y éxito, pero la mayoría no alcanza la felicidad. Unos pocos sí la alcanzan porque dedican gran parte de su trabajo y de sus acciones hacia el bienestar de los demás. Han llegado a la cúspide y desde ahí se preocupan por el bienestar de los demás”, manifiesta Moreno Coutiño.
Quienes se mantienen en el esquema de acumular más logros sin ver por los demás, no pueden ser felices. “Esta parte del altruismo está íntimamente ligada con la felicidad”. Las culturas milenarias budistas asiáticas decían que no hay mayor felicidad que el servicio a los demás. “Está probado que sí tenemos esa cualidad”, asegura.
Este modelo ofrece una felicidad más auténtica y duradera; se relaciona con la paz y con la serenidad. Genera estados de bienestar que no dependen del contexto ni de factores externos para desarrollarse. Las personas que lo llevan a cabo tienen una práctica personal en sus estados emocionales que aprenden a regular.
Moreno Coutiño añade: es un control, un lugar más parejo, y se logra mediante la meditación de mente en calma. Basado en esta filosofía, imparte desde hace ocho años el Seminario de Atención Plena Compasiva en el Posgrado de la FP de la UNAM.
“Hemos aplicado esta técnica en hospitales con mujeres embarazadas con ansiedad, en pacientes con dolor crónico, en obesidad mórbida, en consumo de sustancias como tabaco y crack, en pacientes con asma y todos con muy buenos resultados”, finaliza. (UNAM)
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