La ley es para los tontos
“La impunidad es el ejercicio del poder sin responsabilidad… en una frase, la impunidad es la idea de que ‘la ley es para los tontos’”. Así comienza “El Atlas de la Impunidad”, una reciente publicación que ha sido muy comentada a nivel global y que analiza la relación entre impunidad y democracia. Pasó desapercibida en México, aunque analizan nuestro caso, y los resultados no son halagadoras. De esperarse porque, en México, efectivamente hay muchos que piensan que “la ley es para los tontos”.
Democracia e impunidad no son lo mismo. Un país puede ser democrático y tener altos niveles de impunidad y, por el contrario, puede ser autoritario y tener bajos niveles de impunidad. Por ejemplo, mientras que Singapur no tiene elecciones libres y competitivas, sí tiene un robusto estado de derecho que asegura que todos respeten la ley. Por ello, en el país asiático hay menos impunidad que en países democráticos que inclusive son desarrollados, como Italia. De los 163 países analizados, donde el primero es el más impune y el último el menos, México se encuentra en un penoso lugar 45. Es decir, estamos entre los cincuenta países más impunes.
La ingenuidad mexicana de los últimos años consistió en creer que democracia significaba menos impunidad. El gran error del régimen autoritario priista no fue su autoritarismo, sino el no haber terminado de consolidar el Estado mexicano a través de mayor recaudación fiscal y mayores y mejores cuadros burocráticos. La relativa paz durante los años del régimen no se debió a la presencia del Estado, sino a los acuerdos con el crimen organizado. La llegada de la democracia provocó su ruptura y el comienzo de las desapariciones y los asesinatos masivos. Si durante los 17 años de la dictadura chilena de Augusto Pinochet desaparecieron alrededor de 3 mil personas, en el México democrático de 2006 a 2022 han desaparecido alrededor de 80 mil mexicanos. Y en ese mismo lapso han asesinado a 206 periodistas.
Las actuales políticas no ayudan. A estas alturas queda claro que desde Palacio Nacional existe una nostalgia por el autoritarismo del pasado, agravado por la falta de vocación de Estado (los priistas de antaño tenían mucha mayor vocación en ese sentido). El asedio al Instituto Nacional Electoral (INE), por no mencionar los ataques a todo aquel que ose desafiar al presidente, son prueba clara de lo primero. El creciente papel de las Fuerzas Armadas en la vida pública nacional son prueba clara de lo segundo. Y a todo esto añadamos el constante desprecio a la ley, visto a través de innumerables reformas políticas que son a todas luces inconstitucionales, secundadas por las palabras del presidente: “no me vengan con que la ley es la ley”.
En México, conquistamos la democracia sin terminar de construir el Estado. Esto eventualmente trajo una falta de resultados que debilitaría nuestra democracia. Y hoy, vemos de manera prístina el peor de los mundos: creciente autoritarismo con disminuida capacidad gubernamental.
@FernandoNGE
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