¿Cómo se degrada una sociedad?, ¿cómo puede ser peor que lo que fue?, ¿será que envejece y se debilita?, o ¿será que rejuvenece y se rebela?, ¿cómo se pudre una sociedad?, ¿se pudre con la indiferencia o se pudre con las diferencias?, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?…
La violencia se ha recrudecido y nos hemos visto envuelto en situaciones lamentabilísimas que muestran el peor horror y decadencia que enfrenta el ser humano.
Nos toca vivir en tiempos malos, y sobre ellos empeñar la vida y actuar en consecuencia, construir y no destruir. Las cosas que dejamos de hacer también hacen consecuencias, quizá simplemente hemos visto tanto lo que queremos que olvidamos lo que necesitamos. Algo está cambiando y lo hace para mal, seguimos esperando que el siguiente episodio sea peor. No pensamos en las causas sino solamente en las consecuencias, y nos preocupa la consecuencia y no nos ocupa la causa.
Se ha referido como causa, del malestar social que nos encontramos, al desgaste que el tejido social ha sufrido. Y es cierto, el tejido social lo constituye una compleja red de interacciones entre las diferentes instituciones sociales y el individuo. Enfrentamos las consecuencias de serios y graves descuidos. Aunque no hay un solo actor causante, se ha visto en el gobierno el blanco de todas las protestas, y es obvio que la fuerza debe ser monopolizada por el aparato estatal, pero no es el único responsable. Todos estamos inmersos, porque todos sufrimos si no el crimen, la estela de miedo que deja.
Conforme vemos casos con extrema atención, sin duda a consecuencia de la gran presión que la sociedad ejerce cuando se entera, descubrimos detalles grotescos que nos hablan de un gran deterioro. Los feminicidios, los filicidios y los homicidios reflejan la peor decadencia social, porque la vida es el bien jurídico esencial y se protege como receptor de todos los derechos.
Aplaudo la actitud de mujeres y también de hombres que están forzando a la atención. Sin lugar a dudas los temas se deben fijar como prioritarios y se debe asegurar que así estén. No puede trabajarse un riesgo sin entenderlo como prioridad. La solución no está en unos sino en todos, pero la acción si está en lo individual.
Que el miedo no sea desesperanzador, al contrario que el miedo sea un detonante para la acción. En un tiempo de emociones, ya no vivimos noticias que nos enojan, sino noticias que nos duelen tanto, porque nos vemos en la víctima, sentir su impensable dolor y buscamos vivir mejor, pero esto no puede ser de intenciones, sino de acciones. Apreciar y construir para no depreciar y destruir. La violencia nos recuerda lo frágil que somos y también lo monstruoso en que nos hemos convertido. Partamos de algo difícil, el hombre y sus circunstancias, como afirmaba Ortega y Gasset, nos habla del vínculo real entre lo que somos y también lo que vivimos.
Ya le fallamos a las víctimas, no le fallemos a más, despierta.
Yo soy Héctor Gil Müller, y estoy a tus órdenes.
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