AVISO DE CURVA

 El PAN de Coahuila, la oposición eterna 

Si el PAN de Coahuila sigue la receta y logra cumplir con las siguientes condiciones, podrá aspirar a ganar la gubernatura en 2023: 1) en la elección de junio de 2020, refrendar los seis distritos locales  de mayoría que ganó en la elección de 2017; 2) en 2021, retener las alcaldías de Torreón y Monclova; 3) garantizar la alianza electoral y legislativa con la UDC de Lenin Pérez Rivera; 4) lo más importante, desterrar la onda grupera que lo ha caracterizado en los últimos años, curiosamente reflejada con mayor intensidad desde que Guillermo Anaya Llamas tomó el control del partido, lo que le ha traído mayores costos políticos.

No es que en un arrebato de simplicidad pretenda reducir una elección que será compleja y, seguramente, bastante competida, a un modelo algebraico, en el que entre más diputaciones locales y alcaldías gane Acción Nacional en las próximas elecciones, mayor posibilidad tendría de repetir la hazaña lograda en 2017 cuando, en conjunto con la UDC y otros partidos, estuvo a poco más de dos puntos porcentuales de arrebatarle el triunfo al actual gobernador, Miguel Riquelme Solís.

Sucede que, dadas las circunstancias de desprestigio que sufre el PRI en el ámbito nacional, las cuales podrían transmigrar al ámbito local, no es difícil pensar que, si el PAN de Coahuila cumple con las cuatro condiciones descritas en el primer párrafo, sólo le faltaría seleccionar a un buen candidato para aspirar seriamente a la gubernatura de 2023.

Aunque, es bien conocido, sobre todo por lo que sucedió en 2017, que al PAN de Coahuila le ocurre algo extraño cuando todas las circunstancias parecen estar a su favor. Entre 2016 y 2017 no existió otro estado en el que el PAN se haya esforzado tanto para perder las elecciones.

Por ejemplo, en 2016, Acción Nacional no tuvo mayores problemas para ganar contundentemente las gubernaturas de Veracruz, Durango, Quintana Roo y Chihuahua, las cuales estaban en manos del PRI, pero cuyos gobernadores habían dejado un visible rastro de desprestigio. Sin gobernar demasiados municipios o contar con un número considerable de distritos locales, los de Ricardo Anaya (presidente nacional del PAN en aquellos años), fueron capaces de derrotar a las poderosas estructuras electorales del PRI, valiéndose de buenos candidatos que resultaron los idóneos para transmitir un enérgico discurso en contra de la corrupción supuestamente desplegada por sus antecesores.

En 2017 concurrieron varios factores para que el PAN dejara ir una oportunidad histórica de gobernar Coahuila. En primer término, la postulación de Guillermo Anaya Llamas como un candidato reciclado que no logró prender al electorado, debido, entre otras cosas, al uso de un discurso vago y descontextualizado de la realidad que vivía Coahuila en aquellos años. Luego, la resistencia del mismo candidato para ofrecer una negociación política con otras fuerzas electorales como lo fue el movimiento independiente de Javier Guerrero García; creyó el panista lagunero que “las podía solo”.

Por otra parte, en aquel año, pese a la efervescencia electoral y a la obligada unidad que se requería para aprovechar al máximo el desgaste en el gobierno tras doce años de las administraciones de los hermanos Moreira, las acostumbradas divisiones internas del PAN no se hicieron esperar, incluso, algunas de ellas, promovidas por el propio candidato a la gubernatura, tal es el caso del evidente abandono que sufrió la candidata a la alcaldía de Saltillo, Esther Quintana Salinas que, sobra decirlo, no era de su grupo político y, por lo tanto, nunca fue reconocida por Guillermo Anaya Llamas para que ocupara ese cargo. La división entre los panistas de Torreón y los de Saltillo, provocó que una considerable cantidad de votos de castigo para el PRI, que pudieron darle el triunfo al PAN, al final del día se trasladaron hacia Morena, lo mismo que hacia el candidato independiente.

El problema es que, en 2017, el PAN de Coahuila se quedó corto, cumpliendo parcialmente la receta. El resultado fue que perdió dos veces las elecciones, primero en las urnas y posteriormente en los tribunales. Por no hablar de que el perfil del candidato idóneo para aquella elección, se acercaba más con las características del hoy diputado por Morena, Luis Fernando Salazar Fernández.

Las próximas elecciones son cruciales. Desairar las cuatro “condiciones” descritas en el primer párrafo o realizar una mala selección de candidatos, podría convertir al PAN de Coahuila en la apoteosis de los partidos de antaño distintos al PRI, condenados a vivir como una oposición eterna.

 

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El Heraldo de Saltillo
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