El nuevo PRI al ritmo de jarana y redova
Como decía Jesús Reyes Heroles, uno de los grandes ideólogos del PRI y del Estado mexicano, en política siempre se elije entre inconvenientes. Y eso es lo que hizo el PRI al elegir a Alejandro Moreno como su presidente para los próximos años. Los priistas no se preguntaron cuál de las tres opciones en la boleta representaba una clara alineación ideológica con los principios del partido. Tampoco les interesó mucho saber qué fórmula era la que mostraba el mejor programa de transformación que pudiera rescatar al organismo del hoyo en el que se encuentra.
El criterio que siguió la militancia para elegir al ex gobernador de Campeche, fue el instinto de sobrevivencia. Retener los restos que les dejó el electorado en las últimas dos elecciones. No importó el inconveniente que significa la cercanía de Alejandro Moreno con el actual régimen o con la praxis política de Rubén Moreira. Mejor conservar lo poco que se tiene, antes que dirigirse hacia extinción. Sobrevivir, no importa que sea en la oscuridad del pozo.
Hay que decirlo, la elección del pasado domingo no alcanzó ni para considerársele un trámite. Identifiquémosla como un inevitable “suceso” para legitimar lo previamente decidido. Fue tan abrumador y eficaz el control de la estructura priista a favor de Alejandro Moreno, que Ivonne Ortega y Lorena Piñón no llegaron a representar el menor riesgo para la estrategia de sobrevivencia que, junto a la mayoría de los gobernadores del PRI, creó Rubén Moreira.
¿Quién más podría hacerlo? Ya en otra colaboración expuse que la praxis política, lo mismo que el apetito por los votos que caracteriza al ex gobernador de Coahuila, sería funcional y pertinente para enfrentar la crisis en la que se encuentra el otrora invencible partido. Sin embargo, también advertí que no se deberá esperar una definición ideológica o el rescate de los principios priistas, si le encomendaban la tarea a un experto en crisis y casos difíciles como Rubén Moreira.
Así sucedió. Es fácil imaginar a Moreira convenciendo con argumentos y advertencias a los gobernadores de su partido: “O vamos con `Alito´ o desaparecemos”. Después, sería cuestión de hablar con los interlocutores del Presidente respecto a las ventajas que ofrecería el PRI en el legislativo para las aspiraciones transformadoras de Morena (¿o fue mera coincidencia que el día de la elección del nuevo dirigente nacional del PRI, el presidente López Obrador realizara una gira por Coahuila?) Por último, lo de casa, la especialidad, organizar y dirigir la estructura territorial y gremial, así como los liderazgos, en torno a la figura de Alejandro Moreno. El resultado, tú lo conoces.
Nadie, que intuyera la estrategia que armaron el campechano y el coahuilense, se atrevería a vaticinar que Ivonne Ortega tendría la más mínima oportunidad de competir o de pegarle un susto a Alejandro Moreno.
Con la debacle que sufrió el PRI en las elecciones presidenciales de 2018, en donde logró apenas el 16.4% de los sufragios, y de la confirmación del desastre con el resultado de las elecciones locales de este año, en donde cayó hasta el 12%, los priistas se mostraron indispuestos para improvisar o para sumarse al discurso redentor pero inoperante de la yucateca. Y sí, en cambio, estuvieron dispuestos a confiar en quienes ofrecieran un plan de rescate al estilo Moreira.
En efecto, con “Alito” y Moreira, los priistas parecen tener una estrategia, aunque ésta se aparte de aquellos que aspiran a recuperar la presidencia. En realidad, las mayores aspiraciones de la nueva dirigencia son: elevar el número de asientos en la Cámara de Diputados en las elecciones intermedias y retener algunas gubernaturas en los próximos años.
Sin importar los inconvenientes que pudieran generarse entre los ortodoxos del partido, la estrategia para sobrevivir del PRI es sencilla: convertirse en un partido inevitable para los esfuerzos transformadores de Morena y, si fuera necesario, mostrarse como un aliado del Presidente.
Alguien me dijo no recordar si fue Moreno o Moreira quien, en alguna acalorada discusión con los priistas ortodoxos, soltó la siguiente sentencia: “Dado el actual contexto, en ausencia de un Presidente de la República emanado del PRI, se tendrá que buscar cobijo en el actual Presidente…aunque sea de Morena”.
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