INDICADOR POLÍTICO

Pugnas en gabinete; Ebrard repite 1994 y excluye a Alfonso Durazo

En la política mexicana no hay novedades y los escenarios se reciclan. La concentración de poder, decisiones y oficinas en la figura del canciller Marcelo Ebrard Casaubón en la crisis migratoria con Donald Trump no es garantía de eficacia, y menos cuando va contaminada de viejos resentimientos de 1994.

La pieza principal de la estrategia anti migrantes es la Guardia Nacional y este nuevo cuerpo depende del secretario federal de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño. Pero el canciller Ebrard está limitando sus resultados al excluir a Durazo del equipo de coordinación. El jefe de la Guardia es un operativo y los acuerdos comprometidos con Donald Trump requieren de una Guardia con eficacia en su sentido de seguridad estratégica que le había dado Durazo.

Pero Ebrard es un hombre de resentimientos. Y ahora, a pesar de servir a un mismo jefe y líder, el canciller está reabriendo sus propias heridas de 1994, cuando Ebrard salió derrotado en la primera sucesión presidencial que perdió Manuel Camacho Solís y se convirtió en el pivote para mantener presente la figura de Camacho como posible candidato sustituto o independiente u opositor.

Durazo en esos tiempos era el secretario particular de Colosio, pero con facultades extraordinarias para la operación política, en tanto que Ebrard era al operador de Camacho. Buena parte de los conflictos en la campaña fueron provocados por el activismo de Camacho para opacar la campaña de Colosio, ante la pasividad-complicidad del presidente Salinas de Gortari que trataba a Colosio como un empleado menor y no como su candidato a sucesor.

Ahora Ebrard y Durazo se encuentran en un mismo gabinete, aunque el canciller repitiendo el mismo error de Camacho en el gabinete de Salinas de Gortari: la arrogancia contra sus colegas, la centralización de decisiones y la exclusión de oficinas que tienen que ver directamente con el asunto de los migrantes. En la negociación de la paz en Chiapas con el EZLN, Camacho se puso por encima del gabinete e inclusive subordinó al presidente de la república a decisiones pactadas con los rebeldes.

Ahora parece repetirse el numerito: las actitudes de Ebrard al interior del gabinete pecan de desplantes y autosuficiencia, es incapaz de coordinar esfuerzos con otras dependencias, se apropió de la Guardia Nacional para funciones ajenas a sus tareas primordiales y lo hizo sin justificaciones coherentes y sin entender la función de ese cuerpo, no se ha tomado la molestia de coordinarse con los otros miembros del gabinete y toma las decisiones directamente con el presidente López Obrador.

Si se revisa bien el proceso de negociación con Trump, las piezas se acomodaron para beneficiar el papel de Ebrard como la cabeza política de las decisiones. Camacho hizo lo mismo en 1994: negociar a solas con el subcomandante Marcos conduciendo la negociación y llevando al jefe zapatista a decisiones que le quitaron sentido a la guerrilla, como retirar su exigencia de renuncia del presidente Salinas de Gortari.

El modelo de negociación Camacho-Ebrard es el de adelantarle a su contraparte los peores escenarios, a fin de obtener beneficios. Pero Trump es, aunque a muchos no les guste, un genio en la negociación política. Al final de las conversaciones y en la orilla de los aranceles, Trump cambió el sentido de la negociación, retiró su amenaza de aranceles y obligó a Ebrard a encabezar el grupo mexicano de operación de las decisiones.

Más que oficinas, Ebrard pinto su raya de personas: no respeta a Olga Sánchez Cordero, desdeña a su subsecretario de América del Norte porque es un tecnócrata que no sabe de estrategias, se apropió de las negociaciones que faltan del Tratado de Comercio Libre 2.0, mareó al pasivo jefe de asesores del presidente López Obrador y podría haber cometido el error de articular de manera condicionante temas que requerían negociaciones apartadas: migración, comercio, diplomacia, seguridad nacional.

El bloqueo de Ebrard a las tareas de Durazo en el plan migratorio pactado con Trump tendrá un alto costo político en los resultados. El canciller se equivoca si piensa que vía el jefe de la Guardia tendrá todo el control operativo de la corporación en formación y sin las cohesiones internas. Peor aún, al saltarse a Durazo habría llevado a Ebrard a cometer otro gravísimo error que echaría por tierra el esfuerzo de meses para construir la Guardia Nacional: desvirtuar el trabajo de liderazgo interno de la nueva corporación que construyó Durazo y que requiere todo cuerpo de seguridad al cambiarles funciones, como ya lo advirtió el presiente morenista de la Cámara, Porfirio Muñoz Ledo.

Como Camacho en 1994, Ebrard aparece como el llanero solitario enfrentado a todo el gabinete. Y como Luis Videgaray en la visita de Trump en agosto de 2016, Ebrard se quiere comer solo el pastel Trump. Y Camacho y Videgaray perdieron sus candidaturas presidenciales por sus posiciones excluyentes, aislacionistas y arrogantes.

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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