Por Verena Wolff
Los médicos, los abogados y las personas que tienen oficios como el de plomero conocen bien el problema: sus amigos y familiares les piden consejo todo el tiempo. O alguna herramienta. O algún otro tipo de ayuda o servicio.
En el caso de los médicos, cualquier festejo familiar, desde un cumpleaños hasta un almuerzo de domingo, es considerado una situación ideal para muchos allegados para pedirles un diagnóstico. ¿Qué pueden ser estos lunares en el brazo? ¿Y esta manchita que me salió en el cuello? ¿Por qué me duele la pierna al caminar?
Los amigos no se quedan atrás y también preguntan cuando pueden. Esto es especialmente difícil para los médicos, que se sienten divididos. Según su juramento hipocrático, deben prestar ayuda en situaciones agudas. Muchas veces, los expertos tienen que terminar trabajando o dando asesoramiento en su tiempo libre y en el marco de su vida privada. Las reacciones si no lo hacen son de distinto tipo, desde silencios «ofendidos» hasta gritos indignados.
Otros especlistas, como los coachs que ayudan a fortalecer la confianza en uno mismo, también tienen dificultades similares. Una y otra vez se ve enfrentados a la situación de cuánto asesoramiento gratis deberían brindar. La gente suele creer que si el otro es piscólogo o coach tiene cierto derecho a abrirle su corazón y recibir una respuesta acorde de forma totalmente gratuita.
Una de las reglas básicas que se les enseña a los coachs en su formación es «¡Nunca hagas coaching en tu círculo de amigos!». ¿Por qué? Porque si el coach no es una tercera persona neutral, sino un amigo, puede influir sin querer en el cliente o terminar siendo parte del problema.
Sin embargo, hay algunas excepciones. Si se está por iniciar un emprendimiento independiente, tener amigos y conocidos dispuestos a recibir tratamiento o un servicio puede ser una ventaja. Si se abre un consultorio como quiropráctico, por ejemplo, puede ser de utilidad que haya conocidos dispuestos a servir de conejillo de Indias. Lo mismo sucede en el caso de los peluqueros que dan los primeros pasos en el oficio. Por supuesto, llega un punto en que la práctica se termina. Es cuando hay que dejar en claro que se comenzará a cobrar y poner fin a los masajes y cortes de pelo gratis.
Así y todo, varios estudios señalaron que son justamente los independientes y los que tienen trabajos relacionados con la asistencia o los servicios quienes sufren más estos pequeños abusos diarios. Son incluso los primeros en sufrir burnout porque se sacrifican demasiado. Por eso es importante que este tipo de profesionales sean bien conscientes de sus propias necesidades y límites. Una cosa es tener buena disposición y querer ayudar y otra, completamente distinta, trabajar gratis. (DPA)
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