Por Sabine Meuter
Cuidar a un familiar que necesita asistencia o ayuda permanente no es sólo una tarea de mujeres. Cada vez son más los hombres que asumen ese rol y, al igual que las mujeres, viven en carne propia lo que significa el cuidado intensivo de otra persona.
La situación suele darse cuando los padres o suegros ya no pueden valerse del todo por sí mismos. Hasta ahora solían ser las mujeres las que asumían esa tarea, entre otras cosas, porque al ganar menos en sus puestos de trabajo, dejaban de lado sus oficios o profesiones y ponían su tiempo a disposición de la familia. Hasta ahí, la cuenta es razonable dadas las condiciones del mercado.
Pero no es sólo una cuestión económica la que llevó a ese punto. También solía asociarse siempre a la mujer con ese rol porque son ellas las que están más en casa, al cuidado de los niños, y por tanto «suelen estar en cierta medida bajo una presión social que sostiene que son ellas las que deben ocuparse de alguien que necesita asistencia», explica la gerontóloga Erna Dosch.
Sin embargo, esa tendencia va cambiando, y son cada vez más los hombres los que se involucran en estas tareas. El cambio es paulatino. Por lo general, ellos asumen ese lugar más bien cuando es su pareja la que requiere ayuda.
Suelen ser los hombres jubilados los que se ocupan de sus parejas llegado el momento, siguiendo la promesa de «acompañarse en las buenas y en las malas».
Para los hombres comenzar a encargarse de alguien es empezar una etapa totalmente nueva y desconocida en sus vidas. Más allá del ideal de la igualdad de género, la realidad es que muchos de ellos, hasta que no se ven obligados, no saben ni cocinar, ni llevar adelante el hogar. Son tareas de las que no se ocuparon en toda su vida y de pronto deben aprender. Es un desafío enorme. «Suele suceder que los hombres encaran ese nuevo universo de un modo muy estructurado» y de ese modo lo sacan adelante, comenta Dosch, que está escribiendo su tesis de doctorado sobre «¿Cómo cuidan los hombres?».
Lo que le demuestran sus evaluaciones es que los hombres suelen sobreestimar sus capacidades. Tienden a creer que tienen todo bajo control y se pasan de lo posible. Pero, por otro lado, cuando sienten que llegan al límite son bastante pragmáticos. Buscan en internet las informaciones que necesitan y, a diferencia de muchas mujeres, aceptan la ayuda de otros. Su manera de manejarlo llegado ese punto es: continúan siendo la principal persona de ayuda para el familiar que lo necesita, y al mismo tiempo incorporan para determinadas tareas a un ayudante externo.
Tanto a los hombres como a las mujeres puede ayudarles mucho compartir sus experiencias en grupos de otros que estén atravesando un proceso similar. En un primer momento puede ser un inconveniente notar que esos grupos están integrados mayormente por mujeres. Para los hombres e un obstáculo a vencer. Pero no hay que dejarse amedrentar.
Es bueno integrarse a esos grupos como hombre y sentar precedente, sobre todo teniendo en cuenta que en el futuro su ayuda se necesitará cada vez más, entre otras cosas por el aumento de la expectativa de vida. Poco a poco el cliché de que cuidar a otros es tarea de las mujeres está desapareciendo, y los hombres también lo hacen bien. A su manera. (DPA)
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