Por Sabine Meuter
Estar en casa es lo más hermoso del mundo, eso es lo que cree mucha gente mayor, y en varias partes del mundo se sabe que uno de cada tres adultos de más de 65 años vive solo. Sin embargo, con la edad aumenta el riesgo de padecer demencia. Algunos afectados incluso intentan callar los primeros síntomas, entre otras cosas porque tienen miedo de que los obliguen a abandonar su hogar y se los confine a una residencia para personas mayores. Pero la residencia no es la única solución. En algunos casos, las personas con demencia pueden quedarse en casa.
Si se diagnostica una demencia, los familiares y amigos suelen mostrarse reticentes a que el paciente viva solo, pero no hay que subestimar la importancia de que el afectado pueda estar en el sitio que eligió como hogar, porque obligarlo a abandonarlo puede acelerar el deterioro. Por el otro lado, es comprensible y muy atinado preguntarse si es posible que siga viviendo solo.
Lo fundamental es que el paciente acepte que necesita ayuda. «Ese suele ser un obstáculo enorme», comenta la especialista Ulrike Döring.
«Para posibilitar que una persona con demencia no tenga que irse de inmediato de su casa debe contar con una red social en funcionamiento», explica Saskia Weiss, de la Asociación Alemana de Alzheimer. Alguien tiene que tener todo bajo control, sea un servicio especilizado que controle que la persona tome todos los días sus medicamentos o alguien que le prepare el almuerzo diario. También sería una gran cosa que contara con voluntarios o grupos con los que pueda hacer visitas a museos u otras salidas recreativas. De ese modo, puede quedarse en casa y seguir teniendo contactos sociales.
En muchas iglesias hay voluntarios que colaboran o que visitan a personas con demencia con cierta regularidad.
La familia o los hijos pueden ser una gran ayuda, pero si no hay un contexto familiar presente también se pueden pensar estas alternativas. Eso sí, también sería importante que, si uno recurre a algún servicio ambulante, corrobore que también tengan un servicio de emergencia. Suele ser un aparatito que va en el brazo o en un collar de la persona que pueda llegar a necesitarlo.
Además, los familiares o encargados tienen que revisar la casa y eliminar posibles obstáculos. Por ejemplo, si el paciente con demencia tiende a dejar la hornalla encendida o el agua corriendo, habría que instalar algún tipo de sistema de seguridad y eliminar todos los fósforos de la casa.
El paciente debe tener el coraje de hablar abiertamente sobre lo que le ocurre. Es bueno que sepa que si admite lo que le sucede y que eso lo lleva por momentos a estar perdido puede generar comprensión por parte de los demás e incluso contar con su ayuda. Pero no hay que ayudar de más. Si una persona puede moverse sola y tiene problemas de orientación, no hay que decirle directamente que uno hará las compras por él. Mejor sería organizarle alguien que lo acompañe.
Ahora bien, es innegable que un paciente con demencia no puede vivir solo para siempre. Cuando la enfermedad avanza y existen peligros para la persona o para los demás, hay que tomar medidas. ¿Cuándo se alcanza ese límite? Varía de caso en caso. Habrá que evaluarlo individualmente. (DPA)
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