El amor más grande
Dicen que el amor de una madre es el más puro e incondicional que existe, que es un regalo que dura para toda la vida. Una madre te ama sin importar tus errores, tus aciertos o tus decisiones.
El amor incondicional que una madre ofrece a sus hijos forma un refugio interno en el corazón de un niño. Ese amor ejerce una influencia tan grande que le permite desarrollar las bases para formar su identidad y, en base a ella, construir una autoestima sólida, sembrar las primeras semillas de su confianza en la vida y generar resiliencia ante los retos de la vida.
Se dice que este amor es tan sagrado que también actúa como un imán de la prosperidad, abriendo caminos y atrayendo oportunidades.
¿Qué es lo que hace que ese amor sea tan poderoso?
Las madres representan una fuente inagotable de energía universal y amor incondicional que nutre no solo el cuerpo, sino también el alma. La presencia amorosa de una madre crea un campo energético que estimula la confianza, la creatividad y la apertura en sus hijos, creando una atmósfera que influirá en su capacidad de prosperar y florecer en todos los ámbitos de la vida.
La presencia constante y consciente de una madre que reconoce el papel en la vida de sus hijos y lo aplica sanamente, funciona como un mapa que guía, protege y conecta con el flujo vibratorio del amor, la paz y la abundancia. Es por eso que, la compañía materna, es la semilla de la confianza en uno mismo, en Dios y en la vida.
La energía que emite una madre con amor genuino llega a trascender toda palabra: se convierte en una especie de escudo de amor que influye en la salud mental, emocional y espiritual de sus hijos. Estos campos de desarrollo, cuando están en sincronía, impactan benéficamente en las decisiones, en la creatividad y en la capacidad de generar prosperidad.
Ser un canal de vida es algo que necesitamos honrar y valorar en este tiempo. Sumergidos en la prisa de las labores del día a día, muchas veces damos por sentados los milagros que a cada momento ocurren, delegándolos a la normalidad. No nos damos cuenta de que el tiempo, la fisiología y el mundo espiritual confluyen en un instante mágico capaz de generar vida y perpetuar la creación.
Todos somos hijos, independientemente de que hayas conocido a tus padres, pues nadie llegamos a este mundo por generación espontánea o por capricho de la naturaleza. Independientemente de cuál sea tu relación con tu madre, existe algo que no podemos negar: llegaste a ti a través de ella.
Cada vez que honras a tu madre y agradeces tu vida, también reconoces a la fuente de luz y amor en la humanidad. Mostrar gratitud y valoración despierta emociones profundas y abre caminos nuevos, llenos de amor, de paz y de posibilidades infinitas.
Y si eres madre, recuerda que la vida te eligió para cuidar el instrumento más grande de su creación y de la eternidad, a través del flujo de la vida que se perpetúa a través de ti. No solamente fuiste elegida, sino que también sabe que eres capaz de inflamar la chispa del amor infinito en el corazón de tu hijo, permitiendo que, a través de tu guía, pueda desarrollar las más profundas virtudes de su esencia para ponerlas al servicio de su creación.
Recuerda que, en los ojos de una madre, el ser humano observa la primera chispa de amor que Dios nos regala. Su compañía y amor incondicional nutre nuestras raíces, fortalece nuestro espíritu y abre las puertas de nuestra prosperidad interior y exterior.
En este extiendo mi reconocimiento a cada madre, esté presente en este mundo o no lo esté ya. Y recuerda que, honrar a nuestra madre, es honrar la energía vital que lleva en sí la creación, la vida y la abundancia.
Cuando reconocemos su luz y valoramos su presencia, despertamos un mensaje profundo en nuestro corazón: que somos amor en expansión, capaces de transformar el mundo desde la ternura y la gratitud.
Y, sólo por un momento, permítete sentir el abrazo de esa alma que, más allá de su apariencia humana, vino a recordarte que eres importante, que el mundo te quiere y que necesita de tu existencia. Tal vez en ese abrazo puedas llenarte de todo aquello que te hace falta, o que extrañas, y que siempre te conectará con la parte más divina de tu esencia.