Amar hasta dar la vida…
Dicen que no existe amor más grande que aquel de quien da la vida por sus hermanos. Frase que, en estos días resuena al contemplar la grandeza de Aquel que un día dio la vida por nosotros.
En contraste, vemos cómo en la actualidad, inmersos entre tanto bullicio y discursos polarizantes, nos enfrentamos a un entorno social en el que, aparentemente, las personas buscan que los demás se sacrifiquen por ellas sin tener la intención de dar, aunque sea un poco, algo de nosotros mismos.
Me da la impresión de que esperamos “todo” de los demás, sin tomar en cuenta de que, para resolver nuestros problemas, tenemos que encaminarnos a la acción o, mínimamente, atrevernos a salir de nuestra zona de confort.
Imagina por un momento que alguien llegara contigo y te dijera que, al dar tu vida, podrías marcar la pauta para resolver los problemas y el dolor que aqueja a la humanidad: tal vez entenderías que esa acción, en el más grande acto de nobleza y renuncia, pudiera significar la salvación de los seres que habitan el planeta, y decides hacerlo…
Entregas tu vida, literalmente lo das “todo”… y desde un plano superior, tuvieras la oportunidad de echar un vistazo al mundo y, lleno de tristeza y desilusión, contemplas que todo sigue igual, o incluso, peor… las parejas siguen siendo infieles, en los trabajos haciendo trampa y metiendo una zancadilla, los hijos sin querer esforzarse porque consideran que se les debe todo, la violencia y el abuso perpetuado entre los seres humanos… y en un instante, esa renuncia, que significó todo para ti, se convirtió en un discurso aburrido, ya muy contado y que, al parecer, “no valió la pena”…
Y te preguntaría: ¿realmente valió la pena el haber perdido lo que más amabas, tus años más grandes, a tus seres queridos, por algo que nadie valoró? Y considero que podríamos abordar esta respuesta desde diferentes perspectivas:
La primera de ellas sería en relación con los demás, y consiste en que, cuando alguien quiere cambiar su situación, necesita poner acción. Cuando no somos capaces de salir de nuestra zona de confort, aunque las soluciones se nos presenten, con la falta de trabajo interior y proyectado al exterior para obtener resultados, las acciones, por más nobles que sean, no resonarán aunque tengamos a los mejores maestros.
Y las viejas actitudes y maneras de proceder, al sostenerse en el tiempo, volverán a generar los mismos resultados no deseados. No podemos esperar, en sentido figurado, recoger melones cuando hemos sembrado semillas de frijoles.
La segunda: puedes ser líder y en algún momento impactar vidas, pero no puedes medir el triunfo de tus acciones cuando los resultados dependen de la colaboración de alguien más.
¿Valió la pena? Si… porque cada vez que alguien demuestra grandeza, aunque no resuene en los corazones de algunos, siempre habrá quien pueda valorar ese esfuerzo y sus enseñanzas, y sentirse inspirado tras tus acciones a cambiar sus vidas. Entonces, mi recomendación sería: siempre haz el bien, da lo mejor de ti, solamente tú eres quien recibirá las recompensas de tus acciones y tú eres quien, bajo tu perspectiva, decide si lo que hiciste fue bueno y productivo, tomando como referencia tu propia vida.
Y finalmente, nadie somos responsables del destino de los otros. Cada uno decide, desde su trinchera, si tomará acción para cambiar su situación y tendrá que, invariablemente, recibir los frutos de aquellas semillas que haya sembrado. Y eso se llamará Justicia Divina, porque no podemos cosechar aquello que, aunque la semilla se nos haya regalado, no sembramos.
En este día me gustaría que hicieras la siguiente toma de consciencia: ¿realmente has tomado consciencia de que, aunque haya habido grandes maestros en tu vida, de que cambiar tus circunstancias está solamente en tus manos y has tomado acción?
Y también preguntarte: ¿Qué tanto estás dispuesto a renunciar para contribuir al entorno en el que te encuentras aunque no lo sepan entender?
Los grandes maestros dan sin esperar nada a cambio, en eso consiste el gran amor. No toman en cuenta la opinión de si lo que han hecho a los demás les parece bien o mal.
Sencillamente tienen el valor, la fuerza y el coraje de hacer aquello que se tiene que hacer para contribuir, y aunque esta contribución requiera sacrificio, su recompensa más grande está en saber que hicieron lo que podían hacer, confiando en que, aunque no sea en el momento o el tiempo que esperaban, sus frutos serán cosechados dejando un mejor futuro, un mejor mañana y la eterna satisfacción de haber destacado por tener un corazón noble que, un día, quiso entregar lo mejor de sí mismo en beneficio de los demás.
Y estoy segura de que, los grandes héroes de la humanidad, algún día podrán ver el resultado de sus grandes hazañas y sacrificios, porque también podrán contemplar las semillas de aquello que algún día sembraron, y porque llegará el tiempo en que sus grandes acciones hagan eco en la humanidad.
Entonces, aprendamos también a reconocer su valentía, sus renuncias y sus luchas por dejar una humanidad mejor, comenzando a poner en práctica aquello que nos enseñaron y tomando acción.