El suicidio del panismo
El panismo camina, como sonámbulo, al precipicio político. Decía Albert Einstein que la locura consistía en hacer lo mismo y esperar resultados distintos. Con la reciente elección panista queda claro que el partido se ha empecinado en elegir a los mismos dirigentes políticos, esperando resultados distintos. Sin embargo, los frutos serán nuevamente los del fracaso político, muy en detrimento de la democracia mexicana.
La disyuntiva panista se reflejó en las candidaturas. Por una parte, Jorge Romero, exalcalde de Benito Juárez, con fama de formar parte del “cartel inmobiliario” capitalino, criticado por el expresidente Felipe Calderón por su corrupción, y del grupo de Ricardo Anaya y Marko Cortes. Los mismos dirigentes que han violado las reglas no escritas del panismo, llevándolo a su división interna y derrotas electorales constantes. Por otra parte, Adriana Dávila, tlaxcalteca de clase media, con una larga trayectoria política, periodística y de activismo social. Apoyada por ningún exdirigente, y sin cola que le pisen. Sin embargo, se acabó imponiendo Jorge Romero.
El PAN se encuentra en caída libre, y ni los propios panistas parecen querer rescatarlo. Nada lo demuestra mejor que la abstención en sus filas: 70% de los panistas no acudieron a votar. Ante la estructura de “padroneros” manejada por Marko Cortés, y la imagen pública de decadencia del panismo, es que el primer gobernador de oposición, Ernesto Ruffo Appel (1989 –1995), entre otros destacados panistas, pidieron llevar a cabo una elección primaria abierta, donde todo ciudadano interesado en el futuro del partido pudiera votar. Evidentemente, fue negada para no perder control del negocio partidario. En medio del deterioro, nunca el partido de Manuel Gómez Morín ha hecho un análisis serio y profundo, un mea culpa honesto, por las errores que lo han llevado a la casi irrelevancia política. Imposible: ¿Por qué hacerlo si el partido está siendo tan redituable, con más de mil doscientos millones de pesos de presupuesto solo para 2025?
Hay solo dos caminos para el futuro del PAN: reforma o desaparición. Con las recientes elecciones internas, el PAN se aleja aún más de una reforma que le pudiese dar nueva vida. En un contexto nacional e internacional de “destrucción creativa” partidista, se antoja aún más su próxima desaparición: el partido solo cuenta con 277 mil militantes a nivel nacional, es decir, 16 mil menos y perdería su registro. A estas alturas, mucho parece indicar que el partido “México Libre”, el cual intentó fundar Felipe Calderón y al cual le robaron su registro, hubiese sido un acierto: un partido de nueva imagen, con cuadros nuevos y viejos, que hubiese agrupado a la derecha y competido más efectivamente frente a Morena.
Cada seis años se pueden crear nuevos partidos políticos en el país. Eso es en enero próximo. Más allá de filias y fobias políticas, el país y la falleciente democracia mexicana necesitan de un partido respetable de derecha, y urgentemente.
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Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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