Imaginen el más verde de los jardines en la plaza pública central de cualquier ciudad siendo “pisoteado” hasta ser completamente destruido; piénsenlo como el hogar temporal (o quizá definitivo) de una persona sin hogar, o bien, imagínenlo como un espacio de descanso para cualquiera de los transeúntes, estudiantes con horas libres, familias disfrutando de tiempo de calidad, o profesionistas que pasean a sus mascotas. ¿Cuál es el mejor de los escenarios?
La hostilidad es una reacción desproporcionada o violenta ante determinada problemática, la falta de amabilidad contra alguien o algo. Por ello debemos preocuparnos cuando aparece, pues se convierte en un indicador manifiesto de que algo no anda bien.
La arquitectura es el arte y la técnica de proyectar y construir espacios destinados al uso humano, basándose en cubrir las necesidades de sus usuarios. No sólo sirve para volver más funcional cada espacio, sino también para volverlo mucho más agradable.
El derecho por otro lado, es la disciplina que se encarga de perpetuar el orden social; de estructurar nuestra vida común y resolver las problemáticas que surgen día con día.
Bajo ese contexto, existe un tipo de arquitectura, que fue conceptualizada como “arquitectura hostil”; es aquella tendencia de diseño urbanístico en la que las áreas comunes se construyen o equipan con la finalidad de desalentar la utilización indebida o algunas prácticas que son consideradas indeseables.
Entre ellas, podemos volver al ejemplo de las personas sin hogar habitando en un parque, o aquellos que se juntan a practicar actividades como el Parkour, el Skate, y otros deportes urbanos. O simplemente, aquellos que se juntan después de la escuela a estudiar en los jardines, mermando con ello el mantenimiento a los mismos.
El arquitecto Óscar Newman la definió hace casi dos décadas, en 1996, como “una estrategia de diseño urbano, que emplea elementos arquitectónicos y urbanísticos para influir en el comportamiento humano y disuadir ciertas actividades no deseadas en el espacio público”.
Por ejemplo, la instalación de barandales, púas, o el diseño de bancas, escalones, o elementos urbanos que impidan que la gente se siente o se acueste en determinado lugar, o bien la instalación de macetas, u otros elementos tendientes a disuadir el comercio informal, o la circulación de peatones.
En ese sentido, debemos reflexionar sobre la importancia del libre desarrollo de la personalidad, en relación con el disfrute de los espacios públicos. O bien, sobre el derecho a una vivienda digna y decorosa y la escasez de oportunidades para obtener una vivienda. ¿Cómo reprocharle a alguien sin hogar no tener hogar y deambular por las calles?
¿Cómo reprocharle al comerciante informal el no contar con un empleo formal?
Respecto al acceso a la vivienda digna y decorosa, hay un estudio muy interesante llamado “El derecho a la vivienda en las juventudes mexicanas; un problema de desigualdad regional”, de Marañón y López, publicado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, en 2023.
En él, se abordan reflexiones y numeralia muy interesante alrededor del derecho a la vivienda, y por qué la juventud del presente tiene mayores dificultades que las generaciones anteriores para la adquisición de inmuebles destinados a casa habitación.
Un ejemplo de ello, es que aclaran que solo 61% de los mexicanos cuentan con casa propia, o bien, que de las viviendas que se cuentan hoy en México, 30.8% fueron adquiridas hace 26 años o más y únicamente 8.2% durante los últimos 5 años.
En ese contexto, también debemos reflexionar que el problema de acceso a la vivienda para la juventud mexicana, se ha convertido en algo estructural. Por lo que se deben buscar soluciones para ello, y para combatir la arquitectura hostil en nuestras ciudades; pues si no contamos con un espacio propio para el esparcimiento (casa), al menos deberíamos contar con un espacio común, sin restricciones de uso que van más allá de la civilidad.
Por ello, debemos reconocer que el derecho, al ser el instrumento que da forma a las políticas públicas que atienden las problemáticas sociales; es el antídoto que se debe usar para ir resolviendo aquello que aqueja a la juventud mexicana; entre ello el acceso a la vivienda, pero sobre todo el derecho al disfrute de las ciudades.
NOTA: El autor, M.D. Juan Manuel González Zapata, es abogado por la Facultad de Jurisprudencia de la UAdeC.
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