COMO DECÍA MI ABUELA

“La ropa sucia”…

La manera en que nos crio mi abuela pudiera resultar confusa y hasta contradictoria, ya que, mientras se mostraba un destello de feminismo en su manera de pensar también se podía observar como las conductas machistas formaban parte de su crianza. En alguna ocasión nos alentó a contarle si es que habíamos presenciado problemas de pareja al interior del hogar, pero una vez obtenida la información nos decía -niñas, “la ropa sucia, se lava en casa” y de esta forma, fingía haber obtenido la información por sus propios medios, pero al mismo tiempo, nos dejó sin quererlo, el hábito de callar.

La reciente condena del feminicida de Olga a 45 años de prisión, nos dejó un sabor agridulce. Por una parte, nos muestra que en nuestro estado la justicia es alcanzable, pero por otro, expone una realidad muy dura, el estado es blando con los feminicidas y por más años que purguen los perpetradores, nada nos regresa a las mujeres que nos fueron arrebatadas.

Por eso, las acciones deben encaminarse más hacia la prevención que al castigo de los delitos, porque una vez consumado el acto, es demasiado tarde  para las víctimas y entonces, pareciera inútil cualquier intento de las autoridades por impartir justicia y reparar los daños.

La violencia feminicida es gradual, pero también institucional, se encuentra impregnada en todos los niveles sociales. La arrastramos desde la crianza, como otro habito más; bañarse, lavarse los dientes, ocultar de los demás “la ropa sucia” que tenemos en casa principalmente, pero que vivimos en las escuelas, las calles de nuestro vecindario, las instituciones por las que pasamos a lo largo de nuestra vida. Alguien me llamó “valiente” por nombrar en mi columna anterior las violencias que me han atravesado en el transcurso de estos 40 años de vida, pero no creo que “valiente” sea el adjetivo adecuado, aunque agradezco el gesto.

Soy resiliente, y lo soy, gracias a la escucha activa de muchos otros testimonios de hermanas de lucha, amigas y familiares. Todas y cada una de las mujeres que conozco han experimentado algún tipo de violencia machista, al menos, una vez en su vida. Es impresionante escuchar a las mujeres a mi alrededor admitir ser víctimas de violencia psicológica o acoso callejero y al mismo tiempo, escuchar a los hombres a mi alrededor, diciendo que, ¿de qué nos quejamos? o “no todos los hombres somos asi”, y esto es, porque como mujeres nos enseñaron que “la ropa sucia, se lava en casa” y nuestra “casa” son otras mujeres, no nuestros padres, hermanos o pareja, por lo tanto, cómo la cultura a su alrededor les muestra que su comportamiento es “lo normal” o “lo esperado” para un hombre, no lo viven como violencia, sino, como una forma aceptable y correcta de conducirse.

Por eso me atrevo a nombrar las violencias que viví o que vivo por medio de estas letras, para que el mensaje llegue a las víctimas, pero también a los agresores, quizá así, abran su mente a cuestionarse sus actitudes machistas. Para que más mujeres dejen de “lavar en casa” y “saquen sus trapitos al sol”.

 

 

Autor

Leonor Rangel