PARADISE

Con altos y bajos, este filme alemán se deja ver como una excelente oportunidad para deleitarse con una aventura inquietante, en un futuro distópico, donde los poderosos pueden comprar años de vida de otra persona para detener el envejecimiento y la decrepitud, en una metáfora del capitalismo y la pérdida de los valores en un medio egoísta, donde todo se reduce a quién puede encontrar un donante de años y alcanzar el paraíso del título. Imperfecta pero entretenida, para disfrutar sin pedir explicaciones.

Este filme alemán de ciencia ficción parte de una premisa inquietante; la posibilidad de que en un futuro próximo los poderosos puedan ofrecer dinero a cambio de años de vida, es decir, una persona pierde años para que otra viva más. Todo eso, gracias a un misterioso traspaso de ADN y con donantes compatibles.

‘Paradise’, como buena película distópica, no entrega respuestas, sino que propone interrogantes y deja planteada inquietudes referidos a problemas sociales, éticos y morales, exagerados hasta el límite para llamar la atención de los espectadores. Y en el caso de este filme, dirigido por Boris Kunz (Drei Stunden), es un thriller ambientado en una alucinante ciudad de Berlín donde coexiste la riqueza extrema con los campamentos más desposeídos, en clara alusión a los extremos del capitalismo y en un contexto simbólico.

Desde el inicio se nos explica que en el futuro no-tan-lejano la materia más importante para lograr la felicidad son los años de vida de las personas, todo gracias a la empresa privada Aeon dedicada a ofrecer dinero por los años de vida de personas en situaciones desesperadas, esto es, se le recluta entre aquellos que tienen compatibilidad genética y a cambio de una suma de dinero, se les extrae el ADN necesario para traspasar años de vida de una persona a otra de manera irreversible.

Se supone que esos años se inyectan a personas clave en la sociedad como científicos, artistas, deportistas de élite, entre otros, para que siempre permanezcan jóvenes y vigentes, sin que la edad los limite en su aporte a la Humanidad, aunque lo cierto es que todo ello se ha convertido en un abuso y en un verdadero tráfico de influencias para adquirir donantes de años a cambio del pago de sus deudas.

El protagonista es Tom (Kostja Ullman) trabaja para Aeon convenciendo a los refugiados que sean donantes de años a cambio de sumas importantes de euros, con lo cual puede reducir la lista de espera existente y lograr el premio al trabajador del año por su capacidad de convencimiento. Pero todo esto cambia cuando, por un infortunado incendio, su esposa Elli (Marlene Tanczik y Corinna Kirchhoff), se ve obligada a pagar una deuda millonaria con 40 años de su vida que serán inyectados después en el cuerpo de Sophie Theissen (Iris Berben), la dueña de la compañía. Como es lógico suponer, este accidente terrible hará que Tom adquiera conciencia de lo siniestro de su trabajo, en especial cuando pierden su departamento, deben abandonar su vida acomodada y contactar con una clínica ilegal capaz de regresarle a Ellie los 40 años de vida perdidos, siempre y cuando pueda encontrar un donante compatible.

Y como suele ocurrir en el esquema de la mayor parte de los filmes de ciencia ficción distópicos, Tom y su mujer se erigen como vengadores, luchando contra un sistema que en su origen y forma es un modelo capitalista pleno.

Uno de los encantos que tiene esta película es lo enrevesada de su trama, con un guion que no soporta lecturas críticas ni apego a la norma básica de la lógica que sostiene el esquema futurista distópico. Y ese encanto es también su peor lastre, porque muchas situaciones no se dan con la suficiente coherencia en su estudio de comportamiento de los protagonistas y algunos sucesos, sobre todo en las secuencias finales, pecan por artificiosas y demasiado ambiguas.

Esto obliga a que los espectadores que deseen entrar en la trama y disfrutar de este filme deben, necesariamente, dejar el análisis lógico y la coherencia en casa, puesto que ‘Paradise” no ofrece respuestas, solo profita de las dudas e interrogantes.

Por ejemplo, olvídese de saber cómo le pueden extraer los años a una persona y después inyectarlos en otra, esto nunca se explica del todo lo que de alguna y que funciona a la perfección como una metáfora del sistema capitalista llevado al extremo: acá no es el dinero lo esencial para vivir, lo que sí interesa es la cantidad de años que la gente debe vender sus años de vida para que otros alcancen la felicidad de rejuvenecer en proporción a los años de vida comprados.

Al borde mismo de la caricatura, ‘Paradise’ sobresale con creces en su diseño artístico, con un Berlín notablemente retratado como la ciudad en que coexisten los campamentos de inmigrantes, dispuestos a vender años de su vida, y un sector social lleno de comodidades, guardias y ansias de rejuvenecer a como dé lugar.

Como dato adicional: esta película podría ser la parte seria de aquella comedia negra de Robert Zemeckis “La muerte le sienta bien”, de 1992, donde una pócima especial permitía que algunas figuras clave de Hollywood alcanzaran la eterna juventud con el único compromiso de desaparecer del ojo público.

El gran defecto de ‘Paradise’ es que, después de un inicio brillante, con el contraste entre la pobreza de los campamentos, la frialdad de la labor de Tom y su reconocimiento como el mejor trabajador del año en la opulencia de la empresa en que labora, la cinta decae notoriamente y solo prevalece el thriller cuando los protagonistas deciden luchar contra el sistema, rehén incluido y se precipita un final tenso, pero que no resulta de la espectacularidad que se merecía.

Hay evidentes grietas en el guion, sobre todo cuando las reacciones de la mujer de Tom no se equiparan con su desarrollo dramático inicial o cuando aparecen demasiadas dudas en el concepto final, apostando demasiado por la capacidad de los espectadores para resolver pistas y claves que el filme va desparramando.

De este modo, si bien es entendible la reacción de Tom cuando entiende que el sistema que él mismo vende le ha quitado todo, incluido 40 años de la vida de su mujer, pero no se relaciona con la reacción de la parte final en que, por algún motivo inexplicable, cuando él y Elli están a punto de conseguir lo que quieren, de repente cambia de opinión y decide no seguir adelante con el plan a costa de la vida de alguien inocente. Es decir, hilando fino, todos actúan de manera errática y poco convincentes.

A pesar del guion lleno de agujeros del filme, las actuaciones son dignas, transmiten su estupefacción frente a un sistema a todas luces egoísta e inmoral y el diseño artístico es bellísimo, con un concepto futurista de una irreconocible Berlín dividida -una vez más- entre los pobres y los ricos, donde los inmigrantes viven hacinados y jamás se les presenta en pantalla como parte decisiva en la trama, mientras que los ricos están insertos en palacios futuristas llenos de agua y luz.

Con todos estos defectos, no menores, ‘Paradise’ es entretenida y logra que reflexionemos respecto de cómo la tecnología alcanza cotas que se entremezclan de manera siniestra con el abuso y la marginación de un sector de la población mundial. En su alocado guion, en su ambición como puesta en imágenes y en sus actores y actrices sacando adelante este filme, ‘Paradise’ es una de las propuestas inevitables de la cartelera actual del streaming.

“Paradise” se encuentra disponible en Netflix.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación