‘SMILEY’ PARECE OTRA COSA, PERO ES UNA COMEDIA ROMÁNTICA

 

Esta adaptación de la obra teatral del mismo nombre de Guillem Clua, autor que tiene a cargo la escritura de todos los guiones de esta miniserie española de solo ocho capítulos, parece muchas cosas, por su descripción muy real de cierto mundo gay hispano o la presencia de elementos dramáticos, pero en verdad es una comedia romántica que apuesta por las causalidades, por la necesidad de afectos y la reconciliación con el pasado. Sin dudas, es una de las apuestas de calidad que tiene la plataforma Netflix en su férrea defensa de la comunidad LGTB+, que en este caso demuestra un nivel superior en cuanto factura técnica, narrativa y sobre todo calidad actoral de sus protagonistas, donde sobresale Carlos Cuevas, el recordado Pol Rubio de la mítica ‘Merlí’.

 

De entrada, advertimos que ‘Smiley’, que dirige Marta Pahissa David Martín Porras,  requiere de un espectador desprejuiciado, porque en ocho capítulos muy breves el director de esta miniserie se adentra con soltura y sin pudor en varias historias de amor que, por cierto, no son recomendables para los homófobos y que mezcla con sutileza el humor con el drama, logrando un efecto interesante: terminas queriendo a los personajes porque están retratados en sus limitaciones, carencias y grandezas por igual, sin elementos retorcidos inútiles.

Todo se inicia con la muy inesperada y para nada fácil relación que se establece entre Bruno y Álex, uno camarero y adicto a los gimnasios y el otro arquitecto y fanático del cine, dos personas absolutamente opuestas que se conocen por una equivocación y que, a pesar de la evidente atracción que sienten el uno por el otro, están condenados a no estar juntos en una suerte de cadena de equívocos.

Esta miniserie de Netflix se centra en ellos y en su curiosa relación, pero también abre su abanico para ir mostrándonos a otros personajes, cada uno de los cuales tiene mucho que aportar, partiendo de sus experiencias (buenas, malas o pésimas) con el otro. Uno de esos, el más querible, es un compañero de oficina de Álex, eternamente enamorado de él y que trata por todos los medios de que éste lo tome en cuenta.

Como se trata de una comedia romántica tradicional, acá encontramos el eterno esquema patentado en el inicio del cine que se traduce en la fórmula chico-conoce-a-chico-se-enamoran-pero-todo-les-juega-en-contra. Y allí radica su chispa y su encanto: seres humanos creíbles enfrentados al eterno juego del amor, cualquiera sea la definición que se tenga en el plano sexual.

Siguiendo con un esquema ligeramente hollywoodense, esta miniserie se las arregla para que nos interesemos en varias historias paralelas que terminan entretejiendo un pequeño universo que tiene como eje un local, el Bar Bero, donde el protagonista trabaja y en donde se concentran los acontecimientos (algo así como el Central Perk de ‘Friends’). Cada una de esas historias contienen elementos diferentes y algunas de ellas decantan en cierta cuota de amargura, sobre todo cuando se enfrentan a realidades de un mundo que está cambiando de manera tan acelerada que los deja atrás.

Es verdad que, dado que se trata de apenas ocho episodios, no todas las historias se desarrollan con la profundidad que uno quisiera, quedando algunas cortadas de un modo exagerado, lo que no resta que, en su conjunto, nunca se extravíe la brújula y sigamos entreteniéndonos con sus aventuras.

‘Smiley’ también destaca en el plano de su realización, con un empleo notable de la iluminación y el trabajo visual en general, todo lo cual ayuda a identificar a los personajes y su entorno, pero sobre todo para subrayar las instancias dramáticas de manera más que satisfactoria, en especial cuando se emplea el recurso de trabajar con la pantalla dividida o  con el montaje paralelo sin que estos recursos se vean como exagerados, por el contrario, dan fuerza a la narrativa y le insuflan una cuota de vitalidad que se agradece.

Donde nadie puede tener dudas es en la calidad de sus intérpretes, con ese característico estilo naturalista de los españoles cuando se aborda la comedia, porque cada uno de los personajes está trabajado con intensidad evidente.

Cada uno de ellos se ha apoderado de su personaje de manera real, sobresaliendo desde luego la química que surge entre Carlos Cuevas y Miki Esparbé, la pareja central de este relato casi coral. En el caso de Cuevas es interesante constatar que no teme al encasillamiento, porque todavía está en el corazón de miles de espectadores que se emocionaron de verdad cuando fue Pol Rubio en la serie catalana ‘Merlí’, en la cual su pareja romántica era Bruno Bergeron (David Solans).

‘Smiley’ es una de las buenas apuestas que tiene en formato de miniserie la plataforma Netflix, siendo además una de las mejores alternativas que se tiene en materia de ficción española del año pasado y cuyo único pecado es su brevedad. No se sabe si tendrá segunda temporada, aunque en verdad con el cierre que tuvo bastaría: en sus acotados episodios terminamos queriendo a estos personajes tan humanos, adorables y contradictorios como cualesquiera que están a nuestro alrededor.

Y ojo: Un smiley (del inglés to smile, ‘sonreír’) es una representación esquemática de una cara sonriente, que en la mayoría de las veces es de color amarillo, usada con frecuencia en aplicaciones como WhatsApp. Se trata de un elemento asumido en la sociedad interconectada de las redes sociales. Para que lo tenga presente.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación