A LA BÁSCULA

Vuelta en ‘U’ 

A raíz de la creación del Instituto Federal Electoral —IFE hoy INE— en 1990, todas las iniciativas presentadas que terminaron por convertirse en reformas, provinieron de los partidos de oposición, y posterior a una elección presidencial.

El propio organismo electoral nació después del enorme cúmulo de inconformidades tras la elección de 1988 en la que a Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación, se le ‘cayó el sistema’, cuando Cuauhtémoc Cárdenas se enfilaba a una clara victoria.

Cuando se ‘reestableció el sistema’, en los registros de la Comisión Federal Electoral, dependiente de la Segob y físicamente ubicada en las instalaciones de ésta secretaría, Carlos Salinas apareció de pronto con una ‘ventaja’ que en los cómputos oficiales ya no volvería a perder, y finalmente fue ungido como Presidente de la República.

La generalizada percepción del fraude fue el combustible que empujó a los partidos de oposición a promover una reforma electoral para la creación de un órgano autónomo, ciudadanizado, para que nunca más el gobierno pudiera organizar y realizar a su conveniencia elecciones constitucionales. Fue esa la última ocasión que el gobierno fue juez y parte en un proceso para la renovación de la Presidencia.

La reforma impulsada por la oposición en 1989, dio pie a la creación del entonces IFE —antecesor del actual INE— que nació en 1990, se estrenó y puso a prueba en la elección intermedia federal de 2021.

Las sucesivas reformas en materia electoral fueron algo muy similar, posterior a cada elección presidencial, la oposición pugnaba por reformas que cada vez les dieran piso parejo a todos los partidos participantes, pero además buscando hasta encontrar el esquema mediante el cual fueran los ciudadanos los que llevaran en campo las elecciones el día de los comicios, como funcionarios de casilla eran los que realmente contaban los votos y certificaban los resultados, reduciendo cada vez más la mínima posibilidad de fraudes.

Siempre, ese fue por llamarlo de alguna manera, el esquema que se vino empleando: después de una elección presidencial, la oposición proponía cambios en materia electoral, la nueva ley o las nuevas reglas se ensayaban en la siguiente elección intermedia federal.

Pero hoy invocando aquella frase de que ‘los patos —o mejor dicho para estar al día, los gansos— les tiran a las escopetas’. Ahora resulta que es el Presidente en turno el que presenta la iniciativa, porque según se ve, no quedó nada conforme con los resultados de su elección intermedia con todo y que haya sumado gubernaturas, pero no mantuvo su mayoría legislativa, y perdió la mitad del territorio en la CDMX, el principal bastión y caja chica de su movimiento para llegar a la Presidencia.

Además, parecería muy peligroso realizar una reforma en la materia, y ‘ensayarla’ en una elección presidencial todavía más. Pero de suyo, esta maniobra es una pronunciada vuelta en ‘U’ para regresarnos a donde estábamos parados hace 32 años cuando se dio el nacimiento de un órgano electoral autónomo, independiente y ciudadanizado. Es, como quiera llamarle, un retroceso, una regresión, un ‘saltapatrás’ enorme.

Cada una de las reformas sirvieron para ir perfeccionando el sistema electoral mexicano, que sigue siendo perfectible —siempre lo será—, pero que había alcanzado un grado de madurez que lo hacía confiable. No por nada el INE está entre las instituciones con mayor credibilidad entre los ciudadanos, sólo después del Ejército y la Marina, y la Guardia Nacional.

Antes las reformas iban encaminadas a promover e impulsar la pluralidad, poco a poco se fueron dando los pasos para que nunca más un solo hombre, el Presidente, decidiera quiénes podrían participar, quiénes serían los candidatos y quiénes eran los triunfadores. Porque era el gobierno mismo el que organizaba las elecciones.

Cuando suponíamos que la democracia mexicana estaba alcanzando un nivel de madurez que hacía cada vez más confiable el papel de la autoridad electoral, hoy se pretende regresar a los tiempos de que sea el Presidente quien decida todo en materia electoral, ya no el voto de los ciudadanos. Esta reforma, es muy claro, tiene como objetivo conservar el poder. Otra vez, del partido en el gobierno, otra vez del Presidente, otra vez de un solo hombre.

En materia de democracia, están prohibidas las vueltas en ‘U’. Como ciudadanos, como mexicanos. No podemos, ni debemos, permitirlo.

 

laotraplana@gmail.com

 

@JulianParraIba

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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