PARA QUÉ ABURRIRSE

 

El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento

Erasmo de Rotterdam

 El bendito o maldito aburrimiento, que lo mismo nos lleva a la creatividad o a la depresión, a una vida llena de aventura o de monotonía, es sin duda uno de los malestares emocionales más insoportables para el ser humano.

Así como hay gente que no tolera aburrirse y busca de inmediato quehacer o distracción, hay otra para la que todo es apatía, abulia y anhedonia: desinterés, falta de voluntad e incapacidad de sentir placer, las tres parcas del aburrimiento existencial.

En este extremo, el de los aburridos crónicos, el mundo parece deslucido, gris, no posee nada, ni bueno ni malo, que sorprenda. No pocos artistas han encontrado en esta postura abúlica una esnob zona de confort, que los mantiene alejados del único lugar donde no existe el aburrimiento: su propia alma.

Podríamos citar a algunos muy célebres, como Oscar Wilde, Edgar Allan Poe, Vincent Vang Gog, solo para dar una idea. La verdad es que la lista es inmensa y cuenta con no pocos filósofos del fatalismo.

Los que están casi ausentes de ella son, por supuesto, los científicos, que generalmente pertenecen a la primera clase de aburridos: los que tienen baja tolerancia a dicho malestar psíquico y que, curiosamente, son quienes expresan con mayor frecuencia: me muero de aburrimiento, momentos antes de ponerse en acción.

Los segundos, los aburridos existenciales, no lo dicen, solo lo hacen, porque resulta que se la ciencia ha demostrado que, efectivamente, el aburrimiento puede matar.

La Universidad de Londres realizó un estudio para identificar los niveles de aburrimiento de los funcionarios británicos y luego contrastarlos con la mortalidad entre los sujetos de muestra años después.

Así, se realizó una encuentra entre 1985 y 1988 a un total de 7 mil 500 funcionarios, de 35 a 55 años, y en el 2009 se hizo una revisión para ver quiénes de ellos habían muerto. Se descubrió que aquellas personas que habían presentado los niveles más altos de aburrimiento eran un 37 por ciento más propensas a morir que quienes registraron los niveles más bajos.

Esta mayor tendencia a una muerte prematura entre los más aburridos tendría una causa lógica: las personas que se sienten aburridas regularmente tienden más a adquirir hábitos insanos, como fumar, beber o consumir drogas, explican los investigadores.

Aquí agregamos: quienes son aburridos crónicos a la larga resultan también ser deprimidos crónicos. Quién está emocionalmente deprimido, deprime también su sistema inmunológico.

No siempre es fácil detectar que estamos crónicamente aburridos, pero uno de los más frecuentes síntomas es que nos hagamos preguntas como: ¿esto es todo?, ¿no hay algo más en la vida?, ¿por qué y para qué estoy aquí? Y es que cuando una persona no disfruta nada de la vida, termina dudando de la utilidad de su existencia.

Si hemos pasado por esto, es momento de tener muy en cuenta que el aburrimiento no es el gemelo malvado de la vida, que siempre trata de boicotearla. Es algo que, primero, nos sucede desde dentro, no desde fuera; por tanto, se soluciona de la misma manera; segundo, su principal objetivo es que nos descubramos a nosotros mismos como la mejor persona con la que podemos y queremos estar.

Esto requiere un aprendizaje, porque no es lo mismo gustarse a uno mismo, incluso atenderse y cuidarse, que saber estar, disfrutarse lejos de las redes sociales, sin cuya distracción sufrimos lo que se llama “aburrimiento caliente”, un estado de ansiedad durante el tiempo en que fortuitamente no podamos “conectarnos” cuando “tendríamos” que estarlo.

Mientras más socializamos online, más lejos estamos de nosotros mismos. El aburrimiento de la “desconexión” puede convertirse en crónico, luego en depresión y, finalmente, matarnos. Es aún más insoportable que el común porque está mezclado con el síndrome de abstinencia de la adicción a las redes.

Así que, dese tiempo, haga una cita con usted mismo.

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