Ucrania y los juegos de poder
¿Por qué si el mundo quiere ver el fin del conflicto en Ucrania, los Estados Unidos y Rusia parecen más interesados en prolongar las hostilidades que en utilizar la política para restablecer la paz? La respuesta resulta sorprendente, además podría revelar, a decir de un destacado y veterano analista internacional, un fallo estratégico en la política exterior norteamericana.
A decir verdad, para las grandes potencias la guerra es un acto político; extremo y letal, pero funciona como un instrumento para alcanzar fines políticos. Históricamente, se ha recurrido a las armas para asegurar el control de territorios, individuos y recursos. Cuando el diálogo, la diplomacia, la propaganda, la persuasión y las amenazas, entre otras lógicas de la política, se agotan, los líderes optan por empuñar la espada y activar los misiles.
Lo anterior se resume en una frase atribuida a Carl von Clausewitz, general prusiano que combatiera a Napoleón: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.
La guerra en Ucrania es una extensión del juego político por el poder y la dominación entre Joe Biden y Vladimir Putin. El primero destina armas y millones de dólares para que Ucrania combata a su enemigo. El ruso despliega sus tropas sin miramientos o contemplaciones. Las negociaciones, a pesar de los miles de muertos y refugiados, continúan atascadas en el lodo de los intereses y también, porque no decirlo, de las vanidades.
Algunos analistas internacionales escudriñaron muy bien este conflicto hasta concluir que la guerra y el cúmulo de sanciones económicas impuestas por Occidente a Rusia, esconden un intento de la potencia norteamericana para contener el avance de China, rompiendo sus vínculos con Rusia y otros países, incluyendo a algunas naciones europeas y latinoamericanas.
La guerra, insisto, se presenta como un instrumento geopolítico y comercial. Los intereses políticos y económicos se gestionan por medio de las armas y del miedo.
Revelada la agenda política de la guerra en Ucrania, cabe preguntarnos si el conflicto y el cerco económico impuesto a Rusia para contener su cercanía con China configuran la estrategia correcta.
Preguntemos al mítico Henry Kissinger, que a sus 99 años continúa siendo un referente de la política internacional de los Estados Unidos.
Durante el pasado mes de mayo, el exconsejero de Seguridad Nacional y exsecretario de Estado, intervino en el Foro Económico Mundial 2022. Habló con claridad de los principales desafíos geopolíticos que enfrenta el mundo en el marco de la guerra entre Rusia y Ucrania. Precisó que la estrategia que sigue Washington para aislar a Rusia, principalmente de Europa, en realidad perjudica a los Estados Unidos y sus aliados. La falla consiste en que al prolongar la guerra en Ucrania y tratar de debilitar a Rusia, lo que se hace es fortalecer al principal adversario político y comercial de los Estados Unidos: China.
En efecto, aseguró Kissinger, el conflicto en Ucrania obliga a Rusia a estrechar sus relaciones con la potencia asiática. Lo cual significa que el segundo mayor productor de hidrocarburos del mundo se acerca cada vez más al gigante manufacturero.
En consecuencia, a medida que se extiende la guerra de poder en Ucrania, el declive de la hegemonía comercial, económica y geopolítica de los Estados Unidos se hace cada vez más evidente. Además, el conflicto bélico, como instrumento político, fracasó al momento en que, a nivel mundial, los alimentos y la energía siguen escaseando y los precios van al alza.
El punto es que el veterano consejero y político, lanza un urgente llamado a la negociación a fin de evitar que la lucha por la libertad de Ucrania, se convierta en una nueva guerra contra la propia Rusia, y probablemente frente a China como su nuevo aliado.
Tal vez otras guerras dejaron buenos dividendos políticos a los Estados Unidos y sus aliados. Pero en estos momentos, lo más sensato que se puede hacer con Rusia y China es invitarlos a tomar un café.
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