Proyectos interoceánicos en México y Latinoamérica
Siempre se ha dicho que invertir en infraestructura para el desarrollo comercial y territorial es el combustible para llevar a un país o una región hacia el futuro. Por ejemplo, las obras del Canal de Panamá, a principios del siglo XX, representaron una idea que en pocos años transformó al comercio mundial.
Además, podría decirse que Panamá inició su historia económica y productiva, no al momento de independizarse de Colombia en 1903, sino once años después, al inaugurarse el canal en 1914.
Un siglo después, la obra sobrepasó las expectativas que en materia comercial se fijaron en sus primeros días de operaciones. Al mismo tiempo, durante las últimas décadas, se ha convertido en referente y fuente de inspiración para la construcción de nuevos canales y corredores en varios países de Latinoamérica.
Existe incluso una especie de fijación por querer competir con el canal panameño, acortando los tiempos y el costo para trasladar mercancías hacia los puertos y las fronteras del gran mercado de los Estados Unidos, a través de un nuevo megaproyecto.
En efecto, el sueño de recortar la distancia entre los océanos Atlántico y Pacífico se intensificó durante los últimos años en varias naciones, entre ellas Nicaragua, con la iniciativa de 2014 para la construcción del Gran Canal Interoceánico, con 278 kilómetros de longitud. Actualmente, el proyecto se encuentra suspendido debido a los problemas financieros del consorcio chino HKND Group, a quien le fue concesionada la obra.
Por su parte, Brasil, Paraguay, Argentina y Chile, llevan seis años integrados para el desarrollo del Corredor Bioceánico, que va desde el Puerto de Santos, en Brasil, hasta los puertos chilenos de Iquique y Antofagasta, atravesando Paraguay y algunas provincias argentinas. Entre ambos puntos hay una distancia de 2, 000 kilómetros, en los cuales se avanza en la construcción de vías férreas, carreteras, aduanas y mejoras en los puertos.
México destaca por el desarrollo de dos proyectos interoceánicos. El primero de ellos es el Corredor T-MEC (antes Corredor Económico del Norte), que une al Puerto de Mazatlán, Sinaloa, con el estado de Texas, y eventualmente con la ciudad de Winnipeg, en Canadá, atravesando los estados de Durango, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. En lo que corresponde a nuestro país, el proyecto abarca un conjunto de obras carreteras, vías férreas, recintos fiscales, parques industriales y el desarrollo portuario.
A pesar de su enorme potencial comercial e industrial, el proyecto del Corredor T-MEC se ha enfriado en los últimos años, sobre todo a razón de las considerables inversiones que se requieren para concretar la vía férrea Durango-Mazatlán y hacer realidad la construcción de un nuevo y moderno puerto de carga en Mazatlán.
Más allá de competir con el Canal de Panamá, el enfoque estratégico del Corredor T-MEC consiste en dar valor agregado a las mercancías que atraviesan el país, por ello la necesidad de desarrollar parques industriales y recintos fiscales en los estados norteños.
Por último, pero no menos significativo, se destaca el nuevo proyecto impulsado por el presidente López Obrador, denominado Corredor Istmo de Tehuantepec, el cual unirá a los puertos de Coatzacoalcos, en el Golfo de México, con Salina Cruz, en el Océano Pacífico.
El plan incluye obras portuarias, carreteas, gaseoductos y de desarrollo industrial a lo largo de 300 kilómetros.
Por la cercanía del Puerto de Coatzacoalcos con la Costa Este de los Estados Unidos, el Gobierno de México ha planteado que este nuevo corredor podría competir en costos y tiempos frente a otras opciones de transporte interoceánico.
De eso se tratan los megaproyectos de transporte en Latinoamérica: competir. Atraer inversión, mercancías, industria y empleo hacia las regiones por donde atraviesan los nuevos corredores y canales interoceánicos.
En algunos años, la preponderancia del Canal de Panamá podría llegar a su fin. Puesto que ya no se trata de transportar, sino de transformar mercancías, absorber el valor agregado y detonar el crecimiento económico.
Es oportuno decir que el tratado comercial de México con los Estados Unidos y su cercanía con el mercado norteamericano, ubica a nuestro país en una posición altamente competitiva para que países europeos y asiáticos ingresen insumos, contraten a la proveeduría local, fabriquen productos y los ofrezcan en forma de bienes finales o intermedios a los Estados Unidos y Canadá.
Cada país adoptará sus propias estrategias, pero habrá que reconocer que el transporte de mercancías, se ha convertido en un pivote de crecimiento económico y desarrollo industrial en las naciones emergentes.
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