Y no, por las mentiras que “iluminados” como López Obrador, Putin y Trump pretenden creamos, sino porque nuevos descubrimientos obligan a replantear lo que dábamos, por cierto.
Un caso que está reescribiendo la Historia, es el de un rinoceronte aparentemente momificado que se encontró en Dakota en 1999.
Según el relato de B. Rodríguez para Excèlsior de principios de este abril, el Edmontosaurus, fue un dinosaurio con pico de pato que vivió hace 67 millones de años en Chile.
En 2018 los científicos que lo estudian notaron huellas de mordeduras de al menos dos carnívoros.
Los orificios que generaron permitieron que gases, fluidos y microbios, salieran del cuerpo antes de descomponerse y al disecarse, su piel se convirtió en roca y hoy puede verse tal como era.
Se confirmó también hace poco, que en Chile vivió el dinosaurio Arackar licanantay, tercera especie no aviar hallada en el país.
Su cola, pelvis y extremidades fueron encontradas a 75 kilómetros al sur de Copiapó en abril de 2021 y están en dependencias del Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile.
Pertenecía a la familia de titanosaurios herbívoros que se alimentaban con los piñones de las Araucarias; los pequeños medían de 6 a 8 metros y los gigantes más de 30 y el de Copiapó tenía un tumor en la cola.
Nota relacionada con este tema y con Chile es la publicada por la BBC que afirma que los Moais de Isla de Pascua, construidos por los indígenas Rapa Nui entre los años mil 100 y mil 600 de nuestra era y ocultos durante siglos por arena y rocas, tienen cuerpos enterrados; lo que añade nuevas perspectivas a la rica historia de la isla.
Pero no son cuerpos humanos, sino de piedra, igual que las cabezas de encima.
Localizada en el Pacífico Sur, la Isla de Pascua es uno de los puntos màs aislados del planeta; hasta 1722 llegaron los primeros europeos y hoy es patrimonio de la Humanidad declarado por la Unesco.
Forman su territorio tres volcanes, lo que explica que esos monolitos levantados para contener los espíritus de los jefes Rapa Nui que al morir alcanzaban la divinidad, sean de piedra volcánica.
Han sido protegidos de la actividad humana, pero no han podido salvarse de la erosión, el alza del nivel del mar y los efectos de fuegos en los bosques cercanos.
Algunos tienen plataformas de piedra llamadas Ahu y cabezas adornadas con piedras circulares rojas o pukao, que representan su cabello.
El año pasado surgió un nuevo Moai y no se descarta que se descubran más.
Finalmente, una nota de Daniel Mediavilla del pasado 10 de enero en El País, informa que en 1935 el antropólogo alemán Ralph von Koenigswald encontró en una botica de Hong Kong algo que se vendía como diente de dragón machacado para preparar remedios tradicionales.
Y que era en realidad dientes de un primate que Koenigswald bautizó, Gigantopithecus blacki.
Con sus tres metros de alto y 300 kilos de peso, fue el más grande simio que ha existido y vivió durante más de millón y medio de años en las llanuras de lo que hoy es Guanxi, en el sur de China.
En los 85 años pasados desde entonces, se han encontrado cuatro mandíbulas y alrededor 2 mil dientes roídos por puercoespines para alimentar sus púas.
Y se sabe que apareció hace dos millones de años y se le perdió el rastro hace 300 mil, pero como no se ha podido hallar su cráneo, se desconoce el sitio que ocupa en la evolución.
Un grupo internacional de científicos del que forma parte Kira Westaway, geo cronóloga de la Universidad Macquarie en Sídney y coautora de un estudio publicado en la revista Nature, precisó que conocer cuando vivió una especie es esencial para reconstruir su entorno y lo que lo hizo desaparecer.
“Animales magníficos sobrevivieron infinidad de generaciones y sucumbieron cuando cambiaron las circunstancias, precisamente por los mismos rasgos que los hicieron exitosos.”
Se ignora qué provocó la extinción de G. blacki, agregó Yingqi Zhang del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de la Academia China de Ciencias.
Y recordó que hace 700 mil años, con los cambios de estación humedad y sequía se hicieron extremas y era difícil encontrar comida y agua cercanas por lo que blacki fue menos prolífico; y que sus dientes crecieron y se endurecieron para adaptarse al cambio ecológico porque por su tamaño era menos ligero que los orangutanes.
Y pobre animal, porque las marcas en sus dientes revelan que sufría estrés crónico.
Los investigadores advierten que ahora que estamos amenazados por un sexto evento de extinción masiva, es urgente que entendamos el por qué desaparecen las especies.
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