YESTERDAY

¡QUÉ GRATA SORPRESA!

Medio perdida en el catálogo generoso de Netflix, esta exquisita comedia romántica de Danny Boyle destaca por su capacidad de tomar una idea insólita -durante un apagón mundial de 12 segundos, el protagonista sufre un accidente y se despierta descubriendo que nadie  conoce la existencia de Los Beatles ni de la Coca Cola- y transformarla en un magnífico viaje por los sentimientos que, si bien no alcanza el nivel de delirio que prometía su propuesta, llega a ser un efectivo filme con las mejores canciones del grupo musical británico más famoso de todos los tiempos.

Escrita por Richard Curtis, este filme genera sentimientos encontrados, considerando los temas habituales que maneja el realizador Danny Boyle y, por otro lado, porque le falta una cuota de cinismo y locura, considerando el material potente con que contaba. En todo caso se eleva de la media cuando su aspecto de comedia romántica deja paso a un entretenimiento genuino.

‘Yesterday’ está marcada por la línea que impone el guion de Curtis, creador de esas joyas románticas como ‘Love Actually’ o ‘Una cuestión de tiempo’ y que en este caso vuelve a dejar su sello, en especial en la media hora final donde se despliega su mirada acerca de la relación entre el protagonista y la mujer de sus sueños. Si bien el tema del peculiar ascenso al éxito de su protagonista, cuando tras un misterioso accidente, sale del coma descubriendo que es el único que recuerda la existencia de Los Beatles, pues el grupo de Liverpool no existe ni en Google, tal cual. Pero hay otras curiosas ausencias que se van descubriendo mientras promedia el filme, que adquieren un peso y efectividad cómica que nadie cuestiona.

En el corazón de este filme destaca el actor Himesh Patel quien, con carisma y soltura, da vida a un mediocre artista que, tras descubrir que nadie recuerda ni sabe de la existencia de Los Beatles, decide apoderarse de sus canciones y convertirse en una estrella.  Es verdad que pudo crearse situaciones demenciales con ese solo tema, pero el guionista esquiva el tema moral y decide seguir otros derroteros, y se inclina por cómo una situación misteriosa (¡esos doce segundos de un planeta en oscuras!) incide en la vida del cantante y su relación con Ellie, tan dulce como encantadora en su rol.

Viendo el resultado general, y dejando de lado la maravillosa historia romántica, resulta curioso que el director Danny Boyle haya asumido la realización de este filme, no porque carezca de talento sino porque su sensibilidad como autor difiere de la propuesta estética y temática de esta comedia que parece alejada de sus necesidades.

Aparte de sus debilidades, el filme tiene virtudes y muchas.

Destaca en primer término la inteligente creación de personajes, bien perfilados para responder a las exigencias de los espectadores adictos al género romántico, sin que en ningún instante caigan en exceso. Los secundarios, por ejemplo, tienen una presencia que nadie puede desconocer, creando situaciones tan geniales como el fallido instante en que el protagonista desea interpretar Let it be a sus padres, siendo una y otra vez interrumpido.

Hay un sentido no realista de la puesta en escena, del diseño de los interiores, de los espacios urbanos y del empleo de los efectos, con una cámara que a ratos va a ras de suelo, enfoca con distorsiones o se detiene a contemplar paisajes antes que seguir a los personajes. Todo ello está muy bien integrado al relato y se agradece, por ejemplo, la secuencia del apagón, bien hecha, bien resuelta y sin exageraciones ni efectismos innecesarios.

Hay personajes reales que aparecen, de pronto, generando un exquisito juego entre la realidad (lo real) y la realidad que estamos asumiendo a través del filme (lo real fílmico), todo lo cual provoca y potencia el encanto de la película, sobre todo con la delirante secuencia en la cocina entre el cantante y compositor británico Ed Sheeran, el protagonista y su padre que busca pepinillos. El sentido de la secuencia, el ritmo, la planificación del espacio y los diálogos entre ellos contribuyen de modo notable a demostrar que se trata de la inteligencia de un guion bien escrito.

Y otro elemento que ayuda al encanto de “Yesterday” es que sabe sacar provecho a los detalles sutiles, las conversaciones menores y, sobre todo, a los instantes en donde fluye la banda sonora como telón de fondo para las relaciones humanas que los personajes establecen en este contexto.

Son todos estos detalles los que hacen olvidar el dilema moral que conlleva la acción del personaje principal, es tanta la delicadeza de la comedia romántica que el espectador olvida todo lo que tenga que ver con el tema del robo de las canciones para dejar toda la preocupación en la relación del cantante con su chica. Puede sonar simplista o cliché, pero es lo que potencia al filme: se manipula a los espectadores, cierto, pero con dulce tratamiento fílmico.

A pesar de todos los peros (que no son menores), “Yesterday” se convierte en una sorpresa, una seductora sorpresa que subraya el talento e influencia de Los Beatles y permite que la película sea una comedia romántica agradable y atípica, diferente en todo caso de lo habitual, donde el guionista es la estrella y el director pasa a ser un artesano habilidoso y dedicado, pero sin mayor trascendencia.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación