COMO DECÍA MI ABUELA

La hierba conocida…

Mi abuela no estudió una carrera profesional, pero ella sabía hacer muchas cosas. Bordaba y tejía, hacía manualidades, conservas, postres y pasteles, además, sabía de medicina tradicional. De niña, más de una vez me barrió para curarme de mal de ojo o del susto, me daba tés para curarme de tos, fiebre o cólicos. “La hierba conocida haz de aplicarte en la herida”. Ella siempre sabía cómo curarnos o al menos, aliviarnos el dolor.

En la época de la santa inquisición, mi abuela habría pasado por el penoso proceso de demostrar que no era una bruja, solo por conocer remedios caseros para el dolor de muelas. La figura de la bruja en el imaginario colectivo siempre es una mujer, a menudo de aspecto desagradable, pero que cambia de forma para engañar a los hombres y se alimenta de niños o animales. Esta mujer es temida por sus poderes sobrenaturales y por su capacidad para arruinar la vida de su comunidad.

Numerosos historiadores han documentado la persecución mundial que se dio en contra de las mujeres y sus saberes, más que en contra de supuestos conjuros y hechizos. Más de 60 mil personas fueron ejecutadas a causa de las acusaciones de brujería por el Santo Oficio. Las llamadas brujas, eran mujeres que tenían conocimiento como parteras, curanderas, representaban un papel importante en su comunidad y salían del espacio doméstico al que eran relegadas. Lo que se castigaba, no era la práctica de la brujería, sino que la mujer fuera portadora de conocimientos de medicina tradicional, supiera leer y escribir, utilizara atuendos que tradicionalmente eran usados por hombres, ostentara bienes o gran belleza y que disfrutara de su placer sexual e hiciera un ejercicio activo de él.

Hoy en día, las cacerías de brujas persisten. En la creencia popular permean las prácticas de hechicería y también quiénes las condenan de maneras extremistas. El mes pasado, se dio a conocer que, en una provincia de la República Democrática del Congo, un conjunto de predicadoras y videntes comenzaron a acusar a algunas mujeres de practicar la hechicería. Muchas de ellas fueron linchadas y quemadas vivas por grupos de jóvenes donde, incluso, había niños formando parte de la turba. Las autoridades del lugar aseguran que estas videntes realizan dichos actos para adquirir poder y fama entre las personas de su comunidad.

Muchas veces se ha utilizado la creencia popular en las brujas en contra de las mujeres, para obtener beneficios. En una comunidad de Chiapas, un hombre acusó a su hermana y su madre de practicar brujería. Pedía la hoguera como castigo para su madre, pero la comunidad les impuso una multa de 200 mil pesos mexicanos. En estas fechas, es muy común escuchar hablar sobre el tema. Lo sacan a colación tanto sacerdotes y miembros de asociaciones religiosas pidiendo que no se lleven a cabo estas prácticas, como personas ofertando sus servicios para realizar amarres, limpias, atraer dinero, etcétera. Muchas personas acuden a mercados y hierberías buscando remedios y salidas fáciles a sus problemas, pero también en apariencia, más accesibles. Una curandera puede proveer el remedio para una afección por una fracción del precio de lo que cuesta una consulta médica, pero a la larga, esto puede resultar contraproducente si no se ataca el daño de raíz y solo se atienden los síntomas. Mi abuela, como dije, sabía calmar nuestros dolores, pero siempre atendía a las instrucciones médicas. Y quizá, en tiempos del Santo Oficio, la habrían dejado libre de acusaciones al no ostentar bienes ni poder entre la comunidad.

Hoy en día, “las nietas de las brujas que no pudieron quemar” son otras, se asocia la figura de la bruja con el feminismo por su carácter empoderador y rebelde para su época. Y aunque no todas practiquen el conocimiento de sus ancestras, siguen presentes en su memoria los preceptos de aquéllas “brujas” como herencia. “La hierba conocida haz de aplicarte en la herida” aunque todavía no encontramos la hierba que remedie el desdén hacia la vida de las mujeres.