YA NO ESTOY AQUÍ

En su segunda película, el mexicano Fernando Frías rememora y homenajea al desaparecido movimiento Kolombia, grupos de jóvenes no colombianos, que sentían y expresaban una sincera devoción por la cumbia rebajada, llegando a formar en un instante una subcultura que habla mucho del sentido de pertenencia, de la identidad social y en el mejor de los momentos, de los dilemas que enfrentan los jóvenes enfrentados a una sociedad que parece no tener lugar ni sentido para ellos. Revisar este filme -que no es de gusto popular y que cuesta seguir por el empleo de expresiones esencialmente de un sustrato cultural azteca- constituye una obligación para quienes aman el cine independiente que viene a refrescar el panorama adocenado al que suele acostumbrarnos la industria hollywoodense con sus secuelas y lugares comunes.

La película tiene como personaje central a Ulises (el actor no profesional García Treviño), quien de alguna manera también inicia un viaje de conocimiento y reconocimiento como el personaje mítico griego, sobre todo cuando lidera la pandilla Los Terkos y encuentra por algunos instantes su lugar en el mundo, olvidándose de las pobrezas y limitaciones de su vida en Monterrey. Pero las circunstancias lo llevan a involucrarse por la extrema violencia de los narcotraficantes, situación que lo obliga a cruzar la frontera y tratar de sobrevivir en Jackson Heights, Nueva York, en donde su estilo de vestir, su extravagante peinado y su acento hispano lo llevan a convertirse en el centro de las miradas y los comentarios.

De manera notable, con saltos en la temporalidad y utilizando el espacio físico de la ciudad de Monterrey, sobre todo de la zona más humilde, con sus laberínticas callejuelas y sus subidas hacia los cerros, el director Frías tan pronto nos presenta un personaje como una sociedad, un estilo de vida como una crítica plasmada de cariño por una identidad fragmentada por la nostalgia, la cumbia colombiana adaptada al estilo mexicano y a una descripción potente de la situación de ciertos grupos de jóvenes que intentan sobrevivir y alcanzar notoriedad en un medio chato, sin futuro y que suele apartarlos del centro.

En este sentido, el filme es una indagación muy poderosa respecto del sentimiento de pertenencia que subyace en cada uno, debido a la cultura y tradiciones que se han adquirido desde la infancia, constituyendo una celebración de la vida a través de las raíces culturales, que en este caso el protagonista manifiesta por medio del baile y su admiración declarada por la cumbia colombiana.

Con habilidad en el montaje, la película mezcla fragmentos que muestran el momento presente del protagonista en Nueva York con secuencias de su pasado en Monterrey, poniendo especial énfasis en cómo la nostalgia por la música y el estilo de baile que tenía con su pandilla, le recuerdan tiempos felices que, tal vez, no puedan repetirse, teniendo como telón de fondo una sociedad dominada por la violencia, la corrupción y la falta de posibilidades para los jóvenes.

El realizador Frías utiliza un lenguaje cinematográfico muy intenso para articular su relato: captura la esencia de la ciudad, de los rituales juveniles y del entorno neoyorkino usando planos fijos, suaves movimientos de cámara y unas secuencias bellísimas donde el travelling avanza con el protagonista en el descenso desde los cerros laberínticos hacia la gran ciudad.

Lo más interesante (e inteligente) del director es que no convierte a Ulises en un héroe ni tampoco lo victimiza. El muchacho es un chico de 17 años que si bien vive situaciones de adulto, duras y muchas veces incomprensibles, sigue siendo un adolescente que está recién mirando eso que se llama vida, acercándose a muchas experiencias a través de su desaforado amor por la música colombiana adaptada a la cultura mexicana.

Como narrativa, ‘Ya no estoy aquí’ no es una película para todos los espectadores, por algunas razones específicas: no cuenta con muchos ejes dramáticos claros ni desemboca en un final “cerrado” que estimule a los espectadores y también muchos se sentirán muy desorientados con el modo particular de hablar de esta pandilla que, a pesar de ser hispanoparlantes, es una dificultad para quienes no están habituados ni al acento ni a los códigos que ellos manejan, situación que por lo demás se subsana poniendo subtítulos que permiten captar todo el sentido de los diálogos.

Obviando estas limitantes, si se sintoniza con su historia, con su cadencia y su nostálgico ritmo de cumbia a 76 pulsaciones por minuto, el espectador estará delante de una película soberbia en muchos niveles, donde cada elemento de la puesta en escena es clave para comprender la historia en su globalidad.

El director y guionista de la película es Fernando Frías, realizador responsable antes de “Calentamiento local” (2008) y “Rezeta” (2012), alcanzando con este filme el mejor de sus trabajos hasta ahora y entregando al cine mexicano contemporáneo una de las mejores cintas que describe el estado de las pandillas, las aspiraciones juveniles y la contracultura que pulula en medio de las grandes urbes aztecas, haciendo un interesante paralelo entre las maneras de comportamiento que tienen los mexicanos respecto de los estadounidenses, mostrando la abismal diferencia que existe entre ambas sociedades pese a su vecindad.

Conformada por dos partes, la primera muestra la cultura urbana en que ha nacido y se ha criado Ulises, poniendo énfasis en los códigos y ritos que él y la pandilla que dirige mantienen de manera casi religiosa. La segunda parte, en tanto, enfrenta al protagonista con la nostalgia de su vida pasada, quien añora su antigua existencia a pesar de que su inserción en Nueva York le resulta un tránsito lleno de miserias, aumentado el hecho por no entender inglés, quedando excluido de conversaciones, de grupos y de compañía.

Destaca la labor de dirección de actores que ha hecho Frías, sobre todo si recordamos que Juan Daniel García Treviño en el papel de Ulises, no es actor profesional, alcanzando un gran verismo en su personaje tan especial. Sobresale también la joven Xueming Angelina Chen en el papel de Lin: cada vez que se juntan ambos personajes se alcanza un ritmo intenso que oscila entre la ternura y la comicidad.

Respecto del tema de la cumbia, elemento indispensable en este filme, conviene destacar que Ulises siente una auténtica fascinación por ese baile típico de su región, lo siente como propio y lo asume como una señal de su identidad. Por eso que la única manera sincera que él encuentra de expresar sus emociones es a través de este baile que el director Frías capta con su cámara de modo notable, dándole el tiempo especial para capturar su cadencia, su sensualidad y haciendo de él un vehículo para transmitir nostalgia por un pasado perdido.

“Ya no estoy aquí” constituye un punto alto en la plataforma Netflix y debe ser considerada como uno de los mejores títulos independientes de los últimos años.

FICHA TÉCNICA:

Título original: “Ya no estoy aquí”. Dirección:  Fernando Frías. Reparto:  Juan Daniel García Treviño, Luis Leonardo Zapata, Xueming Angelina Chen, Coral Puente. País:  México. Duración:  105 minutos. Año:  2019. Género:  Drama. Plataforma Netflix.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación