JAMÁS DECLARES LA DERROTA ANTES DE HABER IDO A LA GUERRA

 Cuando declaras la derrota, indefectiblemente vas a salir derrotado. En cambio, si declaras victoria, saldrás victorioso. Todo depende de la calidad de nuestras declaraciones.

 Cuántas veces nos ha pasado que, antes de emprender algo nuevo, o ante un reto que tenemos al frente y que nos invita a movernos, nos encontramos con esa voz interna, sutil y constante compañera de viaje, que nos susurra implacablemente: “Hey, no se va a poder, no va a pasar”, “Está super difícil”, “Con esta persona no se puede”, “A nadie le va a gustar” …

Y ante el riesgo que representa el hacer un cambio nos persuade para no emprender acción, llenándonos de incertidumbre, ansiedad y miedo. Y provoca que nos quedemos en el mismo lugar, pensando que, de esa manera permanecemos “seguros”, y nos encadena impidiendo que demos el primer paso, esperando lo peor.

Ante esto, me gustaría lanzarte esta observación: Todavía no empiezas, ¿y ya estás derrotado?

Recordemos que la calidad de nuestros resultados dependen de la calidad de nuestros pensamientos. Y, aún más, cuando lo hacemos declarando una sentencia, como las que te comentaba anteriormente. Lo explico: contemplando un paisaje, puedo observar la belleza de los matices y los contrastes, o puedo ver las cosas que considero que no concuerdan en él. Pero el paisaje sigue siendo el mismo, independientemente de mi opinión. Pero, dependiendo de mi punto de vista, se generará la experiencia que viviré inmerso en él, ya sea gratificante o incómoda.

A su vez, esas sentencias sólo externan si lo que hay afuera coincide o no con mis valores, con mis creencias, con mis expectativas o con lo que yo, a través del tiempo, he aprendido que significa lo que hay ahí. Es decir, hablan más de mí mismo, de mi historia personal y de mis limitaciones, que de la situación en sí misma. Entonces, me doy cuenta de que todas mis declaraciones son una confección de mi estado interno. A través de mis juicios de valor, es decir, de lo que considero que es bueno o es malo, voy confesando y externando todo el ruido mental que existe dentro de mí.

Entonces me gustaría preguntarte: ¿Cuáles son los juicios que más lanzas al exterior? ¿Quiénes son las personas de quien más hablas? ¿De cuáles situaciones? ¿Qué dices de ellas? ¿Te sirve o te gusta lo que declaras? ¿A cuál parte de ti hacen referencia?

Por otra parte, nuestros juicios acerca de cualquier situación o persona se convierten en sentencias, como un juez dictaminador, que declaran lo que tiene que suceder en torno a eso, independientemente si esa sentencia es positiva o negativa para nosotros. Lo que declaremos es lo que va a suceder. Entonces, si yo digo que va a ser muy difícil, ¿qué crees? que aunque no lo sea, así lo será. Y si digo que con esta persona no se puede, pues entonces, no se podrá.

Cuando declaras la derrota, indefectiblemente vas a salir derrotado. En cambio, si declaras victoria, saldrás victorioso. Todo depende de la calidad de nuestras declaraciones.

Desde este punto de vista, me gustaría hacerte una invitación: ante eso que te da miedo, que te asusta, que no te gusta, piensa en lo que sí quieras que suceda y no en lo que no quieres que suceda. Y, cuestiónate: Esto que estoy pensando, ¿me sirve?… ¿Me hace más feliz?… ¿Me acerca a mis objetivos o me aleja de ellos?… ¿Me ayuda a ser una mejor persona?…

Y si te has decidido a hacerlo y te da miedo, hazlo con miedo. ¿Qué puedes perder? Tal vez tiempo, pero habrás ganado experiencia y sabiduría.

Convierte tus pensamientos en tus más grandes aliados. Y recuerda que, la principal batalla a vencer se encuentra en tu interior. Después de eso, todo se vuelve más fácil, se encuentran los “como sí”. Y tal vez aquello que, debido a tus pensamientos, no decides llevarlo a cabo, otras personas, con otra calidad de pensamientos, lo tomarán y lograrán eso que tú dejaste de lado, y lo disfrutarán. Así que, ¿cómo puedes vencer eso que te detiene?

 

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El Heraldo de Saltillo
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