COMO DECÍA MI ABUELA

Hay que temerle a los vivos…

Cuando nos quedábamos a dormir en casa de la abuela le pedíamos que nos contara historias, a veces cuentos de hadas a veces historias de terror. Entonces ella nos contaba que en algunas casas del centro de Saltillo donde había habitado, era común qué les cambiaran las cosas de lugar o simplemente las revolvieran, los asustaban y en ocasiones hasta les llegaron a aventar sus pertenencias mientras estaban empacando para mudarse de lugar. Después de estos relatos no hay oración al «ángel de la guarda» que te deje tranquilo para dormir, por lo que mi abuela nos decía, -mis hijas no se preocupen «hay que temerle a los vivos, no a los muertos», nos daba un beso de las buenas noches, la bendición, nos arropaba y nos exhortaba a dormir.

Hace algunos días se viralizó en redes sociales la pregunta ¿si te pierdes en un bosque preferirías encontrarte con un oso o con un hombre? A lo que la gran mayoría de las mujeres respondió que preferiría encontrarse con un oso.

Ante esta situación muchos creadores de contenido, evidentemente molestos, salieron a realizarnos el ya tan famoso mansplaning exponiendo estadísticas y argumentos por los cuales no sería probable encontrarte con un oso no sería probable perderte en un bosque y no sería probable que el hombre con el que te encuentres sea potencialmente peligroso.

Los datos duros dicen otra cosa.

En México al menos siete de cada 10 mujeres ha sufrido al menos ún evento de violencia en su vida, ocho o nueve de cada 10 mujeres han sufrido acoso callejero y 10 u 11 mujeres son víctimas de feminicidio a diario en nuestro país.

Entonces, aunque esta encuesta fue realizada en Estados Unidos, las mujeres mexicanas entendemos el contexto y el por qué sería más peligroso hipotéticamente encontrarnos con un hombre que con un oso.

La cuestión aquí es evaluar qué es lo peor que pudiera pasarnos frente a un desconocido o frente a un animal, como decía mi abuela hay que temerle a los vivos, no a los muertos, y aplicado este caso le tenemos más miedo a los hombres que a los osos es decir, tenemos más miedo de lo que el ingenio humano es capaz de crear en su perversión que de lo que el instinto animal es capaz de realizar como una forma de protección de su hábitat y territorio.

Cuando se le hace estas preguntas a las mujeres y ellas responden de una manera honesta y son atacadas por esta honestidad se confirma el porqué las mujeres no queremos estar frente a hombres desconocidos, más aún existen videos donde se señala una enorme cantidad de razones y comentarios vertidos dentro de sus propios videos donde se exponen diversos motivos por los cuales una mujer encuentra peligro en el escenario de estar sola con un hombre y tristemente tengo que decirlo he vivido por experiencia propia muchos de esos escenarios, más de los que quisiera, más de los que me habría gustado.

Pero además hay quienes hablan del peligro que sentimos las mujeres al caminar por la calle en una noche oscura, en un lugar deshabitado y que de repente aparezca un hombre y yo les aseguro que muchas mujeres hemos sentido ese mismo miedo y ese mismo peligro a plena luz del día y a la vista de todo mundo.

Soy sobreviviente de abuso sexual infantil, de violencia en pareja, violencia sexual y acoso callejero, por lo que entiendo muy bien el dicho de mi abuela hay que temer a los vivos, no a los muertos, hay unos vivos muy vivos que saben cómo enmascarar sus violencias para que nosotras no las identifiquemos a la primera valiéndose de los estereotipos de género que se nos improntan desde pequeñas.

El deber ser de una mujer es estar con su familia, con su marido. El deber ser de una mujer es ser noble, dócil, tierna, servicial amable, respetuosa, no cuestionar a sus mayores, saberse comportar, quedarse callada, no quejarse, no exponer las violencias que vive, porque los trapos sucios se lavan en casa. Todas estas cosas evidentemente nos vuelven carne de cañón para vivir las violencias que ya vivimos, que ya conocemos y que no nos van a decir que no existen y hacer gaslighting con eso y por las que entendemos que, si un oso se nos topa de frente en un bosque donde nos perdimos, quizás sea nuestro último aliento pero ahí acabó todo mientras que, si te encuentras con un hombre, las posibilidades son infinitas pudiera ser tu último aliento pero qué va a hacer ese hombre desde que te encuentra hasta que termina con tu vida o de qué otra forma podría ese hombre aprovechar tu «capital» entre grandes comillas como mujer.

Se me ocurren vientres de alquiler, trata de personas, tráfico de drogas (ya saben utilizando a las mujeres como mulas) usar a esas mujeres como reclutadoras de otras mujeres e infancias, un momento de «diversión»… de verdad la perversión humana es lo que da miedo porque si no somos todas al menos hemos sido la gran mayoría las que hemos escuchado comentarios no solicitados sobre nuestros cuerpos y sobre lo que los hombres harían con nuestros cuerpos gritados a plena luz del día. Apenas la semana pasada me sucedió algo como eso: un hombre que manejaba una bicicleta, que parecería  por principio de cuentas una persona disciplinada deportista, me gritó obscenidades acerca de mi cuerpo y lo que haría con él y yo escuchaba como su voz se iba acercando mientras un escalofrío recorría mi espina dorsal y lo único que acerté a hacer fue pegarme a la pared de las casas porque me di cuenta que venía en un vehículo por la manera en la que se escuchaba que se acercaba el sonido, voltear a confrontarlo y decirle que era una lástima pero que no se iba a poder. Ese hombre se molestó y me dijo «apretada» y con esto entiendo cuál es la molestia de esos hombres que están saliendo a decir que no debemos generalizar y que un oso es más peligroso que ellos, que por cierto hay hombres que meses atrás afirmaron que ellos podían enfrentarse a un oso y haberle ganado, entonces su lógica no me cuadra. Volviendo al punto, entiendo que para estos hombres el hecho de que las mujeres elijan al oso es una forma de rechazo hacia ellos y de nuevo tengo que recalcar que nuestro rechazo no es hacia el hombre per se, sino hacia su conducta agresiva, machista, violenta y patriarcal, lo que las mujeres rechazamos no es al ser humano ni las relaciones o las convivencias que podamos generar de una manera simétrica y horizontal con ellos, de hecho las mujeres queremos generar espacios donde podamos desarrollarnos de esa manera y tener relaciones más paritarias en todos los aspectos con el sexo opuesto, nuestro problema es que mientras tengan esta idea de que las mujeres tenemos que servirles y tenemos que relacionarnos con ustedes y tenemos que estar a su disposición, claramente no pueden existir relaciones de igualdad y de horizontalidad y por lo tanto, preferimos al oso, es decir prefiero estar muerta por más fuerte que esto se escuche  a ser víctima de nuevo de violencia sexual, psicológica, física y económica; no quiero ser un instrumento, no quiero ser objetificada,    quiero ser libre y tomar mis propias decisiones en un margen donde la igualdad me permita tomar decisiones libres.

Pero no me crean a mí, es más ni siquiera le crean a todos esos videos y opiniones vertidas en internet. Pregúntenle a su esposa, a sus hermanas, a sus madres, a sus hijas, pregúntense ustedes mismos qué preferirían que estas mujeres de su círculo cercano se encontrarán con un animal salvaje o con un hombre dentro de un bosque y saquen sus propias conclusiones.

Yo, como decía mi abuela, le temo más a los vivos que a los muertos pero también como decía Andread Dworking, hay que reapropiarnos de la noche y ese miedo no va a hacer que me esconda, que deje de salir y que deje de vivir. Lo que hace ese miedo es que me impulsa cada semana a escribir una columna aunque no me sienta bien, aunque tenga problemas de salud mental, aunque no tenga tiempo…

Ese miedo me impulsa a formar parte de una colectiva feminista, formar parte de una observatoria para este proceso electoral, buscar la manera de generar espacios seguros para otras mujeres y salir a marchar y salir a apoyar. Este miedo me enfrenta a salir a las calles aunque venga un vivo a quererme tocar a gritarme y acosar.

Así que como decía mi abuela «hay que temerle a los vivos, no a los muertos» pero también les digo que el miedo no nos nuble el juicio y el privilegio no nos nuble la empatía, de verdad los invito, háganse esa pregunta si fuera mi hija la que estuviera perdida ¿con quién prefiero que se encuentre?

 

Autor

Leonor Rangel
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