Todos los motivos son buenos para polarizar. Más cuando enfrentar al país se utiliza para ganar elecciones. Morena al llegar poder inició la construcción de una narrativa muy particular, que, a diferencia de otras, utiliza el odio para ganar adeptos.
Desde hace cinco años, entre los villanos favoritos del régimen, se encuentran los españoles. En la lógica de los sesudos intelectuales morenistas, Hernán Cortés es uno de los arquetipos de este tipo de villanos, y qué decir de Cristóbal Colón, a quien se atribuyen los males pasados, presentes y futuros de Latinoamérica y planetas vecinos.
El uso de este recurso narrativo tiene como objetivos: 1) confundir, 2) tratar de construir un enemigo que aglutine en su contra a sectores de la población y 3) contar con el villano que haga olvidar al país los grandes problemas que padece.
Un poco de historia: Cortés no era español ni Moctezuma mexicano. El primero estaba sujeto a los terribles estándares de una sociedad casi medioeval y el segundo era un tirano, que tenía sometidos a los habitantes de los pueblos vecinos y de vez en cuando se comía a uno de sus semejantes. Si a ellos o a sus coetáneos los sometiéramos a las normas actuales de convivencia, terminarían ante la Corte Penal Internacional o en una casa de salud.
Nadie se ofenda. Mi querido Saltillo es producto de la fundación de dos pueblos, uno europeo y otro tlaxcalteca. Tierra de frontera, vivió las tensiones propias de esa condición, entre otras, el natural conflicto con los pueblos originarios, el cual se prolongó casi hasta finales del Siglo XIX. Por cierto, en esa centuria padecimos la invasión norteamericana y la pérdida del territorio de Texas.
Christian Duverger, historiador francés, estudia la figura de Cortés y su contexto histórico. En su más reciente novela y en textos anteriores, apunta dos hipótesis: 1) El mestizaje fue la estrategia para lograr lo que llamamos “conquista” y en ello obró la circunstancia de una gran cantidad de naciones originales que tenían un enemigo común: el tirano azteca, y 2) Cortés es el redactor de la reseña histórica de Díaz del Castillo y tal vez de la firmada por Gómara.
En el deporte de polarizar, la estatua de Colón que se ubicaba en paseo de la Reforma terminó en una bodega y fue sustituida por una reproducción de la joven de Amajac, que seguramente no era una feminista o luchadora social, y sí, por el contrario, una integrante de la clase explotadora.
Si andan de nacionalistas y con ganas de polarizar, en lugar de exigir disculpas a los españoles, nuestros amigos morenistas deberían demandar que nos regresen Texas o La Mesilla, pero los de Morena no ofenden a los gringos ni con el pétalo de una flor de cempasúchil.
A las pendencieras huestes de Morena, les propongo algo mejor, un gran acuerdo para luchar contra el narco y regresar la paz a México… Ups, se me olvidaba que los súbditos de Mario Delgado no tocan a los narcos ni con el pétalo de una flor de calabaza.
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