Cuando se produjo el éxito de la película Rapsodia Bohemia sobre Freddie Mercury, la voz e imagen de Queen, se veía venir la avalancha de biopics (biografías en cine) y una de las más esperadas fue, en su momento, Rocketman que cuenta cómo el músico británico llega a ser la estrella que sigue estando en las retinas de todos hasta hoy, tras celebrar los cincuenta años de carrera. El filme -mejor que lo esperado- tiene como centro a un Elton John reinventando gran parte de su vida, como si esto fuera un musical maravilloso que nos conduce a la cima, pasando por cocaína a destajo, lentes y trajes exóticos y una banda sonora de lujo. Esta es una de las mejores cartas de la plataforma Netflix que arriba el 18 de este mes y debiera ser un éxito asegurado.
Si nos creemos todo el cuento de Rocketman, habrá que decir que Elton John es un sobreviviente de una existencia que tuvo tantas derivas como hundimientos, en medio de una época particularmente permisiva como fueron los setenta, en donde se afianza la estrafalaria imagen de este pequeño gran cantante pop.
El artista, muestra el filme, probó todas las clases de drogas existentes, cayó en el alcoholismo y se volvió adicto a la cocaína. Los datos del guion se basan en sus comentadas memorias, Love is the cure, donde da cuenta de cómo trataba de escapar de la realidad esnifando coca. La causa era dolorosa: sus amigos más íntimos morían de sida y él solo encontraba escapatoria drogándose hasta perder vínculo con la realidad.
Pero algo ocurre con los artistas de verdad, como él, que de repente se salvan del naufragio y se redimen, logrando las cuotas más altas de su creatividad gracias a que a través de su arte -la música en este caso- exorcizan aquello que los ha capturado y retoman a la luz. Y el caso de Elton John es memorable: toca fondo, es obligado a internarse por su adicción y logra superarse, creando una fundación para combatir el VIH y contrae matrimonio con una mujer menor que él y luego hace lo mismo con un hombre quince años menor que él. Todo ese caótico periplo sucede en 1976 y se corona con la célebre portada de la revista Rolling Stone en la que el artista declara a todo el mundo su homosexualidad.
Desde el ámbito de su arte, el creador fue un estupendo cantante, grabó 31 discos de estudio, publicó bandas sonoras (la más popular acaso sea la de El rey león), armó y desarmó grupos y se dio tiempo para intervenir en filmes de culto como la ópera rock Tommy de The Who, llevada al cine por el inefable Ken Russell y ser un personaje en Spice World de las Spice Girls.
En Rocketman no se cuenta su biografía del modo tradicional cronológico, se entregan trozos de su existencia, momentos clave para ir entendiendo cómo este hombre logra ser una superestrella mundial, amado y odiado con la misma intensidad que escribía e interpretaba canciones, con un look casi irreal.
Tiene varios hitos: en las décadas de los setenta y ochenta dicen que el avión era su taxi, fue el primero en traspasar el muro y actuar en la Unión Soviética y creó una imagen de sí mismo, tan estrafalaria como imposible, acarreando el mito de que tenía una tenida y un par de lentes para cada día del año sin repetirse, gentileza de la elegancia propia de la tienda londinense Saville Row.
Lo cierto e indesmentible es que en esa época, a pesar de los excesos de todo tipo, fue capaz de crear piezas tan intensas como geniales; «Tiny dancer» o «Goodbye yellow brick road», la soft rock «Daniel» y «Sorry seems to be the hardest word».
Figura icónica de Gran Bretaña, Elton John se reinventa de manera espectacular e incluso con las muertes de Marilyn Monroe y de Lady Di, entrega canciones en homenaje a estas mujeres clave en la historia reciente que son verdaderos himnos de amor y devoción a la imagen que proyectaron. Dato no menor es que fue el único que le tendió la mano a Robert Downey Jr. cuando sale de la cárcel y todos lo despreciaban, muchos años antes de que se reinventara a su vez como Iron Man.
El filme es, entonces, más que una biografía, un álbum de instantes, un conjunto de estados anímicos y es una estupenda oportunidad para tomar el pulso al paso del tiempo y al tema de la idolatría. Es también la constatación que, más allá de las caídas, los tropiezos, las malas decisiones, los excesos y los egoísmos, hay un artista tremendo que llena gran parte de la historia musical reciente que queda congelado en nuestra memoria sentado al piano, jugando a ser un personaje llamado Elton John que despega como el Rocketman hacia su liberación.
Queda claro que el filme es un estupendo pretexto para el medio siglo de carrera de Elton John, gracias a una banda sonora generosa -era que no- y a un estilo visual acelerado pero preciso, elegante y a ratos errático, gentileza del director Dexter Fletcher que, sin duda, debe haber tenido serias dificultades para reducir en poco menos de dos horas tanto material y con el cantante vivo y a su lado.
Última observación: el actor Taron Egerton enfundado en un traje ajustado y lleno de joyas y amaneramientos no logra desentrañar la esencia del cantante de 72 años y tiene en todo momento una doble exigencia: satisfacer a los espectadores de cine y dar en el gusto a los miles de fanáticos de Elton John, a estas alturas, un hito y un mito de cuerpo presente.
La cinta se estrena en Netflix el 18.
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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