POR LEONOR RANGEL
Tanto peca el que mata la vaca
Un niño travieso es un niño feliz, y un niño feliz hace travesuras en casa de los abuelos, donde goza de la complicidad de sus primos y la impunidad que le brindan los dueños del hogar; casi siempre.
Pocas cosas amaba tanto mi abuela como a su jardín. Y en el verano, no sólo los árboles frutales ofrecían su extravagancia, también los rosales, tulipanes, geranios, belenes, jalapeñas, gardenias entre muchas otras, ofrecían sus colores y aromas exquisitos que nos llamaban a cortarlas para jugar a las comiditas, a preparar las ensaladas y caldos que serviríamos en nuestro imaginario restaurant. Tarde o temprano alguno era atrapado en el acto y todos los demás lo acusábamos como único autor de la travesura, intentando aparecer como inocentes palomitas a los ojos de nuestra adorada abuela.
Entonces mi abuela, bastante molesta con todos, anunciaba:
“Tanto peca el que mata la vaca, como el que le agarra la pata”.
El pasado martes, la SCJN aprobó por unanimidad, declarar la inconstitucionalidad de los artículos que penalizaban el aborto en Coahuila. Y no, no voy a entrar en la discusión de si es una decisión correcta, moral o hasta pecaminosa invocando el dicho arriba mencionado, porque los derechos humanos no se discuten.
De lo que sí voy a hablar es de la realidad social que se intenta ocultar tras el privilegio y las circunstancias de quienes cómodamente señalan a las mujeres embarazadas cómo únicas responsables por el producto que alberga su vientre.
Hombres, no se les olvide, “Tanto peca el que mata la vaca, como el que le agarra la pata”.
Los invito a analizar un momento, ¿Quiénes son los responsables de ese embarazo? ¿Quiénes participaron en ese acto de concepción? ¿El acto fue realmente consensuado? ¿Cuántos de ustedes realmente se harán responsables de la paternidad de esos “bebés” que tanto defienden?
Para que se den una idea, el 67.5 por ciento de las madres no recibe una pensión alimenticia en nuestro país, según datos del INEGI. La misma institución también aporta otros datos interesantes que inciden en la calidad de vida de la mujer y, por ende, del producto. Por ejemplo: Se estima que anualmente cada mujer perdió 30 días de trabajo remunerado a causa de la violencia por parte de su pareja, por cada 100 mujeres de 15 años y más que han tenido pareja o esposo, 42 de las casadas y 59 de las separadas, divorciadas y viudas han vivido situaciones de violencia emocional, económica, física o sexual durante su actual o última relación, de las mujeres que sufrieron violencia, el 41.0% enfrentó agresiones de un solo tipo de violencia, ya sea emocional o económica, mientras el restante 59.0% enfrentó violencias de diversos tipos, particularmente entre quienes declararon violencia física y sexual, por lo que se trata de violencias múltiples y reiteradas. (noviembre 2018).
Si bien, las estadísticas hablan por sí solas, no olvidemos la parte oculta, puesto que en éstas solo se habla de las mujeres que viven o han vivido en pareja. ¿Qué hay de aquéllas que no lo están?
Y ¿qué hay de las labores de cuidado? Pues éstas son realizadas en su mayoría (67.4%) por las mujeres, así que es muy probable que, si la mujer embarazada requiriera cuidados, éstos no serán brindados por su pareja, de igual forma, tampoco se dedicaría tiempo al cuidado o la educación de los hijos.
Así que hombres, antes de hablar de concepción, hablemos de prevención y consentimiento. Hablemos de ¿Cuántos hombres se realizan la vasectomía? 94.1% de las mujeres encuestadas por el INEGI en 2017, señalaron que su pareja no se había realizado la vasectomía, frente a un 2.3% que no estaba segura y sólo un 3.6% que manifestó que su pareja sí se la había realizado. Todavía me llama más la atención, ¿Por qué somos las mujeres los sujetos de encuestas como ésta?
Con todos los datos mencionados y muchos otros que no abordé me queda una cosa en claro: Los hombres no están dispuestos a realizarse una vasectomía o informarse al respecto, conocer los alcances del consentimiento, ejercer una vida de pareja en un plano horizontal libre de violencia, asumir las labores de cuidado que conlleva la paternidad ni brindar una pensión alimenticia que permita el desarrollo mínimo del producto.
Y si no están dispuestos a agarrar la pata de la vaca o el toro por los cuernos, mejor no entren al ruedo.
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