CUANDO DEJAMOS LA ESPERANZA

HÉCTOR A. GIL MÜLLER

Escribió el poeta; (…) Por la esperanza, la dulce amiga que las penas mitiga y convierte en vergel nuestro camino. La esperanza es señora y dama que atrae y seduce, tanto como libertad y pasión, se nos presenta como la meta a alcanzar. Entrega combustible para cuando las cosas van mal pero también recibe el suave influjo cuando las cosas van bien. La esperanza, como los kilos, es lo último en perder, al menos así los creemos. Y aunque la cintura ya la perdimos, seguimos confiando que la esperanza aún no.

Hace un par de días, escuché por la radio un anuncio de un partido político, era muy sencillo, se escuchaba una pareja de jóvenes emocionados que le preguntaban a su ginecóloga; -y ¿qué será, doctora?, la interpelada con voz claramente burlona les contestó: -Pues lo mismo que ustedes; ¡pobre! Que duro y complejo mensaje, parece que no siembra nada virtuoso más cosecha una serie de frustraciones. Con ello creo que calamos hondo, sin tener la mínima claridad de la terapia necesaria para cumplir con lo dicho, se avientan a despertar sensaciones que llaman a una confusa acción. Que peligroso es. Si se destruye la esperanza solo queda el rencor. La desesperanza nunca es buen patrón.

En otro episodio, esta semana se conmemoró nuevamente la lucha de mujeres que unidas buscan certeza ante los feminicidios y violencia imperante. La gran marcha realizada en muchas ciudades tuvo algunos episodios de violencia y destrucción. Las manifestaciones de actos violentos, no recogen esperanza, ciertamente motivados por una pequeña minoría que no se opacaba ante un contingente pacífico que reclama con incertidumbre los leves cambios registrados o percibidos durante un año, parece que este año no fue de lucha o madurez. Ante ese grito de miles de víctimas, un discurso de esperanza ya no es suficiente, al contrario, parecería aumentar el rencor.

En la lucha contra el COVID, con un porcentaje minúsculo de vacunados, pero con los casos a la baja, se levantan las restricciones, como si con la sola esperanza de salir adelante bastara, ¿qué acciones se hacen para evitar una nueva oleada de fatales contagios?

¿Qué va a pasar cuando no se crea ya el discurso de la esperanza? Cuando tras el discurso no corresponda el silencio que advierte la paciencia. México se hilvana con el fino hilo de la construcción de un discurso, pero late siempre ante la fuerza de la violencia. Las armas se portan y exhiben por lo que se tiene, pero se accionan por lo que no se tiene.

La esperanza nos hace pensar que la vida es un largo juego de futbol, nos hace saber que no hay consecuencias, que las causas mientras se oculten detendrán las consecuencias, pero eso es un falso concepto. La esperanza de México puede caerse y romper la ilusión de un proyecto, pero quizá vaya más allá. Porque ¿qué hay más allá de la esperanza?, solo queda la necesidad, la reparación no admite tranquilidad alguna más que la evidencia que nada más pase. Sin la esperanza, ¿Qué pasaría con México? Interesante pregunta, ¿no le parece?

 

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El Heraldo de Saltillo
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