DE MURO A PIZARRÓN

 

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, al que este año la ONU dio como lema “Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”, en todas partes hubo protestas por el mal trato y exigencias de cambio.

Su secretario general, Antonio Guterres, informó que una de tres mujeres ha sufrido violencia; advirtió que la pandemia podría retrasar hasta en una generación, el frágil progreso hacía la igualdad de género y celebró los enormes esfuerzos que realizan mujeres y niñas en todo el mundo, para forjar un futuro más igualitario.

La ONU reclamó el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas, el respeto a su derecho de tomar decisiones, igual remuneración salarial y distribución equitativa del trabajo doméstico.

Y recalcó que, en este año tan difícil, millones de mujeres han estado en primera línea frente al Covid-19 como trabajadoras de la salud, cuidadoras, y organizadoras comunitarias.

Lo que ha puesto de relieve la importancia fundamental de sus contribuciones, la desigualdad y pobreza que las aflige y las desproporcionadas cargas físicas y mentales que soportan mientras aportan sus experiencias, perspectivas y habilidades, para que todo funcione mejor para todos.

Resaltó que los países que han reaccionado con más éxito a los impactos sanitarios y socioeconómicos de la pandemia, están dirigidos por mujeres que han sido reconocidas por la rapidez, decisión y eficacia de sus respuestas y su amable forma de comunicar datos de salud pública, basados en hechos.

En todo el mundo el Covid, ha incrementado la violencia sexual y los empleos no pagados que las mujeres deben desempeñar; y disminuido los remunerados.

Ejemplo de lo cual, es México; donde López Obrador mostró que no quiere contacto con las mujeres, amurallando el Palacio Nacional temeroso ante las reacciones provocadas por su apoyo a violadores y la difícil situación que enfrentan 5 millones de mexicanas, que quedaron sin empleo.

Pero su muro derivó en autogol, porque familiares de miles de violadas y asesinadas lo volvieron pizarrón y aprovecharon para escribir ahí, los nombres de sus muertas y dejarles veladoras y flores.

Fue una pena, que al día siguiente un grupo de infiltrados destruyera una parte; pero lo que quedó, recordará que por proteger más los edificios que a nosotras, nos hemos convertido en la oposición más fuerte a su gobierno.

Y en Chile y Venezuela, cientos de muchachas están aterradas porque tendrán bebés no planeados.

Una nota de Ernesto Londoño, publicada por The New York Times el pasado día 2, informó que una falla en las píldoras anticonceptivas que reparte el sistema de salud pública chileno ocasionó decenas de embarazos.

“Fue un descuido sorprendente, con graves consecuencias, manifestó Paula Ávila Guillén, directora del Centro de Igualdad de la Mujer que monitorea los derechos reproductivos en América Latina, porque muchas de las que quedaron esperando, son jóvenes sin hogares estables y sin carreras profesionales terminadas.”

Chile brinda anticonceptivos como parte de la atención sanitaria de rutina, y los primeros indicios de que había un problema surgieron a poco de que se impusiera en marzo del año pasado, uno de los cierres por coronavirus más estrictos del mundo.

Cuando surgió el rumor de que las píldoras eran defectuosas, el Ministerio de Salud ordenó una investigación y el 24 de agosto retiró del mercado, 139 mil 160 cajas de anticonceptivos producidos por Silesia y Andrómaco, dos compañías chilenas que pertenecen a Grünenthal, empresa alemana.

Autoridades y farmacéutica informaron entonces, que el defecto no era de las píldoras sino de las cajas; porque en lugar de incluir 21 amarillas y siete azules, que la usuaria debe tomar mientras esté menstruando, “un fallo de producción ocasionó que se movieran durante el proceso de sellado.”

A los pocos días se retiró otro lote, pero al no difundirse correctamente muchas mujeres las siguieron tomando y ahora alrededor de 150 embarazadas, exigen ayuda para solventar gastos del nacimiento y la educación de esos niños.

En Venezuela hay también llantos de quienes enfrentan tener hijos que no querían, en un país que atraviesa una decadencia tan profunda, que deben cocinar con leña por falta de gas y lavar la ropa sin jabón.

Y ni hablar de recurrir a otros métodos de regulación de la natalidad, porque un paquete con tres condones cuesta tres veces más que el salario mínimo de dólar y medio al día, la píldora 11 dólares al mes y un dispositivo intrauterino (DIU) hasta 40 dólares.

Desesperadas y ya con varios niños que mantener, muchas han optado por abortar; pero las condiciones insalubres y clandestinas en que se los practican han matado decenas.

 

Autor

Teresa Gurza
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