El rezago en educación, el otro efecto del coronavirus
A unos días de que concluya el receso escolar de verano, más de 25 millones de niños y jóvenes y cerca de 1.2 millones de maestros de educación básica no saben cuándo van regresar a clases. La incertidumbre tiene su origen en que, a la fecha, no existe calendario oficial para el ciclo escolar 2020-2021.
Normalmente, a más tardar el último día del mes de mayo se publicaba el calendario que aplicaría el próximo ciclo escolar. Con bastante anticipación, al inicio del descanso veraniego, alumnos, directivos y docentes ya sabían la fecha en la que retornarían a sus actividades.
Por supuesto que la mayor preocupación la tienen los padres de familia, sobre todo ahora que se concrete la reactivación económica y tengan que retornar a sus empleos. La certeza del regreso a clases, les permitía planear el gasto y organizar sus actividades.
Si bien las autoridades educativas han intentado establecer una fecha en la que, al menos paulatinamente, se reabran las escuelas, la permanencia de la pandemia y el crecimiento de los contagios en la mayor parte del país, han estropeado sus planes; incrementándose, en consecuencia, la incertidumbre respecto al futuro inmediato de la educación de millones de niños y jóvenes.
De forma prudente y en coordinación con las autoridades de los estados, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, ha dicho que mientras los semáforos epidemiológicos no se encuentren en verde, no se puede hablar de reabrir las escuelas. La autoridad educativa aclara que la dinámica de los centros escolares, los convierte en espacios propicios para la propagación del coronavirus.
En tanto, la incertidumbre crece. Los padres de familia, por su parte, comienzan a formularse la pregunta: ¿Con motivo de la suspensión de clases presenciales a partir de marzo de este año y frente a la falta de claridad para el regreso a las aulas en el próximo ciclo escolar, el avance académico de mis hijos está en riesgo?
La salud es lo primero, sin embargo, en México existen considerables brechas y rezagos en educación, los cuales podrían agudizarse en la medida que los niños y jóvenes dejen de acudir a la escuela. Por lo que, la pérdida de un día de clases, debe considerarse un asunto grave y de la mayor importancia en la agenda de las autoridades.
Las brechas más significativas, susceptibles de ampliarse en tanto permanezcan cerrados los planteles, se relacionan con las diferencias en el aprendizaje registradas entre las escuelas de sostenimiento privado y las públicas, entre los centros escolares ubicados en el área urbana y en la rural, entre aquellos niños y jóvenes cuyos padres tienen una alta escolaridad y quienes sus progenitores o tutores ni siquiera concluyeron la primaria, entre los alumnos que gozan de acceso pleno al internet y cuentan con los dispositivos electrónicos para realizar sus clases en línea y aquellos que habitan en localidades remotas sin conectividad, sin televisión educativa, sin tablet, laptop o teléfono inteligente e incluso, en ocasiones, sin maestro.
Entonces, ¿cómo conciliar los cuidados a la salud obligados por la pandemia, con la necesidad apremiante de garantizar el aprendizaje y el desarrollo integral de todos los niños y jóvenes para evitar rezagos y disminuir las brechas?
Obligadamente tenemos que pensar en cómo la educación a distancia puede asegurar la continuidad de la educación básica. De hecho, los tres últimos meses del ciclo escolar 2019-2020, ante las indicaciones de las autoridades de salud para cerrar las escuelas, la SEP y cada una de las entidades federativas se vieron en la necesidad de improvisar distintas alternativas digitales que ayudaran a la conclusión del programa de estudios.
Los resultados de la estrategia de educación a distancia, implementada con apoyo de la televisión, plataformas informáticas y el contacto de los maestros con sus educandos vía aplicaciones y mensajes telefónicos, no los conoceremos hasta en tanto no se aplique una evaluación y saber si todos los alumnos aprendieron lo necesario para seguir avanzando con éxito en sus estudios, lo cual sucederá cuando se autorice el regreso a clases.
No obstante, el titular de la SEP presentó un indicador que se antoja alarmante, ya que aseguró que, durante el período de aislamiento del ciclo escolar pasado, poco más del 80 por ciento de los maestros tuvo contacto con sus alumnos, es decir, 240 mil docentes no presentaron evidencia de haber trabajado con sus estudiantes. Una enormidad.
La alarma educativa se enciende cuando, muy probablemente, sean los niños de las escuelas más alejadas, sin acceso a internet, la televisión y los dispositivos electrónicos, quienes perdieron contacto con sus docentes y, en consecuencia, aunque hubiesen pasado al siguiente grado, se estima que pudieran llevar consigo algunos rezagos, mayores a los que presentarán sus compañeros que sí interactuaron con sus maestros; con seguridad, las brechas se ampliarán.
Concluyo diciendo: urge una fecha de regreso a clases, pero, si la nueva realidad obliga a que se realicen a distancia, las autoridades deberán diseñar un modelo integral que evite se extiendan las brechas e impida crezcan los rezagos.
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