La campaña machista, patriarcal, misógina que dice “Cuente hasta diez” para no agredir, matar o violar a una mujer no debe extrañarnos. Refleja los resortes a los que acostumbra recurrir López Obrador para mantener bajo control a sus simpatizantes.
Fíjese bien lector. Es un mensaje que justifica la violencia contra la mujer y la presenta como inferior, conflictiva y sin control, causante de la desesperación de un hombre que tiene que contar hasta diez para no golpearla, ofenderla o asesinarla.
Aparece como ama de casa, porque no merece ser presentada de otra manera; monta en cólera porque la inteligencia no le da para más y su mundo es tan pequeño como el de una cocina.
Se trata, sin duda, de uno de los mayores fracasos de comunicación política de este gobierno, pero solo en apariencia porque al final, esa campaña logra reciclar los estereotipos y prejuicios machista que utiliza el presidente para comunicarse con su rebaño.
Me explico. A López Obrador le conviene que esa masa que lo sigue, continúe siendo ignorante, prejuiciosa, violenta y patriarcal porque en otro tipo de sociedad su populismo autoritario, sustentado en la mentira, la amenaza y el abuso, no tendría éxito.
Cuando minimiza las cifras de mujeres golpeadas durante el confinamiento por el Covid-19 o dice que el 90 por ciento de las llamadas de auxilio son falsas y cae en el ridículo de decir que la pandemia ha incrementado el amor en las familias mexicanas, no le está hablando a la mayoría de los mexicanos.
Se dirige a ese sector de la población con el que se identifica, que votó por él, donde el hombre demuestra su virilidad imponiendo decisiones –como él lo hace en “las mañaneras”–; es el México oscurantista que aplaude al varón que golpea, insulta y somete a la pareja y donde ella está obligada a tolerar gritos, discriminación y abuso sexual.
La campaña “Cuente hasta Diez” refleja con toda fidelidad la mentalidad de un presidente macho. El guión es el espejo de su mentalidad. Por eso los spots terminan siendo mensajes de impunidad y tolerancia a todas las conductas que violentan a las mujeres.
A este gobierno no le interesa, ni conviene corregir al varón porque es su cómplice. Es el que aplaude el estilo arbitrario del presidente dado que él también es un arbitrario en su casa, con su esposa, hijos o amante. Es el que festeja y aprueba la ignorancia de López Obrador porque él también es un iletrado.
AMLO repudia el feminismo porque representa exactamente lo contrario a lo que busca imponer la Cuarta Transformación. Son dos movimientos contrapuesto. Es la lucha por la libertad –léase democracia–, por los derechos y la dignidad de las personas –especialmente de las mujeres–, contra el autoritarismo, la ilegalidad y la humillación que encarna el nuevo régimen.
Esto explica por qué el presidente niega que hayan aumentado las llamadas de auxilio, las cifras histórica de ataques feminicidas durante el confinamiento por la pandemia. Esto permite entender porqué llamó neoliberal al paro #UnDíaSinMujeres; el recorte de recursos a los programas de género, su indiferencia cínica ante el asesinato de miles. “Nos hacen cachitos y nos dan el avión”, fueron uno de los gritos del 8M.
En este sexenio se defiende a la equidad de género sólo cuando se trata de defender al presidente. La campaña #oposiciónmisógina con las fotografías de Rocío Nahle, Olga Sánchez Cordero y Claudia Sheinbaum, no las defiende a ellas en su calidad de mujeres sino como operadoras de una orden presidencial.
Y la misoginia que, por cierto está arraigada en los huesos presidenciales, sólo se usa como recurso para ocultar los errores de la joven Secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, criticada por los ciudadanos en las redes por no llevar cubrebocas en el supermercado y asumir la actitud de una niña consentida –de una Lady– que sólo alcanza a defenderse culpando a la prensa con las mismas frases trilladas de las “mañaneras”.
La voz de las mujeres que hizo cimbrar a México y los cimientos de Palacio Nacional, el 8 y 9 de marzo, se quedó aletargada por la crisis sanitaria, pero está lista para volver a salir a las calles.
En esta ocasión, para encabezar no la cuarta sino la Quinta Transformación y gritar: cuente hasta diez, señor presidente.
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