Casa Jiménez Hermanos y su mayordomo
En esta ocasión te platico de un robo, de un hurto que sucedió en esta hermosa ciudad a mediados de la decada de 1920, en el año de 1925 para ser precisos, y es que en aquella época en la esquina de lo que era la calle de Iturtbide, hoy Pérez Treviño esquina con Allende, contabamos con un establecimiento llamado Casa Comercial Jiménez Hermanos, cuyos propietarios por supuesto que eran hermanos de apellido Jiménez, uno José María y el otro de nombre Marcial.
Este negocio, se dedicaba a la venta de abarrotes, al mayoreo y menudeo, sus clientes principales eran las minoristas que estaban esparcidos por todo aquel pequeño Saltillo.
Los hermanos Jiménez contaban con la colaboración de un mayordomo, quien fungía como gerente, hombre honesto, responsables, de todas las confianzas de los propietarios, quienes además tenía contratados a tres trabajadores más, los cuales se hacían responsables de limpiar, acomodar, cargas y descargar la mercancia. Además, entre sus activos contaban con un camioncito corto, un express y una de las primeras fortigas que hubo en Saltillo.
Un buen día, entró a la casa comercial un hombre de apariencia campesina, quien no era de Saltillo, pues no se había visto por estos lugares. Dijo llamarse Atenor, hombre de bigote espeso, usaba paliacate y chaleco, quien tenía facilidad de palabra y por sus ademanes mostraba solvencia económica.
Atenor le dijo al mayordomo que compraría, entre otras cosas, dos bultos de arroz, otros dos de azúcar, dos más de frijol, cada bulto con un peso de 50 kilogramos; tres bultos de maíz, veinte cajas grandes de galletas, dos cajas de piloncillo. Mientras los trabajadores de la casa Jiménez sacaban los articulos del almacén, Atenor le solicitó al mayordomo que la mercancía fuera transportada a su local en el camión corto, bien podría el mayordomo ir al volante y que no era necesario la compañía de los macheteros propios del negocio, pues allá contaba con tres cargadores quienes se encargarían de descargar la mercancía comprada.
Subieron al camión, y efectivamente el mayordomo conducía, siguiendo las instrucciones de Atenor, quien guió hacia el sur al mayordomo. Al llegar a la calle de Ramos Arizpe, le pidió girar a la derecha y a la siguiente cuadra le indicó que se estacionase frente a unos cuartuchos. Con gran ágilidad, el comprador bajó del vehículo, y al dar un silvido salieron tres macheteros quienes de manera rápida y organizada bajaron la mercancía del camión, metiendola a la construcción. Atenor inició una plática amena con el mayordomo, comentando de sus viajes al bajío y centro del país. Cuando los macheteros le dieron aviso a su patrón que habían terminado, el comprador le dijo al mayordomo, que entraría a la casa, donde establecería una tienda de abarrotes.
Por el dinero para realizar el pago, el mayordomo espero en la banqueta; pasaron, cinco, diez y hasta quince minutos, por lo que decidió entrar, ya que se había preocupado por la tardanza. Tocó la puerta y, después de titubear, se armó de valor para empujarla, observando que la casa, la construcción estaba vacía. Caminando dio con un pasillo, el cual también estaba vacio de personas y de mercancía, pero se dio cuenta que unos pasos más adelante, ese pasillo tenía una puerta que daba por la calle de Mina. Así es estimada y estimado amigo, le habían robado, pues con seguridad los trabjadores de Atenor, si es que así se llamaba el jefe de la banda, subieron la mercancía a otro vehículo que estaba por la calle de Mina, y ya con los artculos arriba del camión huyeron. De ellos, de los ladrones y de la mercancia, como a Camelía la texana ya jamas se supo nada.
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