Inmunidad de rebaño
Hace unos días, Inglaterra optó por cambiar su estrategia de combate hacia el COVID-19; ahora, como en la mayoría de los países del mundo, se determinó el establecimiento del distanciamiento social obligatorio a todos sus ciudadanos.
Dicha medida se dio luego de que investigaciones realizadas por parte de varias universidades de Londres, detallaron dentro de sus resultados lo “catastrófico” que pudiesen ser las consecuencias en caso de que se siguieran implementando.
¿Cual era la estrategia anterior?
La intención del Reino Unido era obtener lo que se le conoce como inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño.
Esto se refiere a generar un porcentaje suficientemente grande de una población inmune a un virus para que no se pueda propagar ampliamente, en el sentido que, con una alta proporción de individuos inmunes, la probabilidad de que una persona sea susceptible a entrar en contacto con un individuo infectado, es menor.
Esta se puede lograr a través de una vacuna, como lo es en el caso del sarampión, por ejemplo. Como comentario, no está de más repetir lo dicho por varios expertos, quienes estiman que podría llevar al menos 18 meses en desarrollar una vacuna para este nuevo coronavirus.
Por ello, esta inmunidad se pretendía obtener bajo su segundo supuesto de aplicación, el cual consiste en una forma natural, de modo que a medida de que las personas se fueran infectando y después se recuperaran, su organismo habría generado los anticuerpos necesarios que los convertiría en inmunes a futuras infecciones.
En otras palabras, y un claro ejemplo, sería la decisión que toman muchas mamás cuando al enterarse que el hijo o hija de una amiga tiene varicela, y el suyo no ha padecido de aquella, deciden “juntarlos” para que – en palabras de mamá – de una vez le dé.
En lo personal antes veía esto como una medida cruel, pero en realidad es una estrategia avalada por la ciencia de la epidemiología, cuya pretensión era lo que ya se comentó; la generación de anticuerpos para crear una inmunidad hacia el virus y con ello obtener, no solamente protección individual, sino también escudar a terceros a través del aseguramiento de menos infectados.
Si bien, el escenario de la aplicación de esta estrategia en escalas pequeñas se pudiera considerar en parte, viable; pero al momento de adoptar la misma como medida de mitigación hacia una pandemia dentro de todo un país, tendría como efecto que la realidad arroja unos datos que, a su criterio, se pudieran considerar como trágicos o en un aspecto más frívolo, forzosos.
Y es que, la probabilidad de sus resultados a futuro, con base en lo acontecido en China, indican que el COVID-19 tiene una tasa de mortalidad del 2.3 por ciento y una tasa de convertirse en enfermedad grave del 19 por ciento. Esto agregado a que, para decir que se obtuvo la inmunidad colectiva se requiere que alrededor del 70 por ciento de una población sea inmune, lo que, de acuerdo a quienes generaron el estudio, estiman que su aplicación en Reino Unido hubiese provocado la muerte de más de un millón de personas, con otros 8 millones de casos convertidos en infecciones graves que requerirían de cuidados críticos.
En fin, el caso es que se revirtió la decisión de tomar esta medida de combate a esta pandemia que, aunque ya sea demasiado, sigue dando mucho de qué hablar.
Lo que me llamó la atención es como la inacción por parte de un gobierno se puede considerar como una alternativa de solución para una crisis, caso distinto al de México donde la pasividad de la autoridad ante un riesgo inminente se ha convertido ya en el estandarte que caracteriza a quien hoy la ejerce como tal.
Reciban un saludo, muchas gracias.
Nos leemos la próxima semana.
#QuedenseEnCasa
@Dan_Fdz
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