EL ARTE DE POSPONER LAS ACTIVIDADES PARA DESPUÉS
¿Ha sentido en alguna ocasión la necesidad de posponer alguna actividad para una “mejor ocasión”? No se culpe, el 95 por ciento de la población es vulnerable a hacerlo mientras que el 25 por ciento de la población lo hace, a esta acción se le llama procrastinación. Desde un punto de vista científico esta acción se debe a que mientras más ocupados estemos, más cosas queremos hacer. Lo que diferencia la procrastinacion de la pereza es que en la primera se elige hacer otra cosa en lugar de la actividad que sabe que debe hacer. En contraste, la pereza sugiere apatía, inactividad y falta de voluntad para llevarla a cabo. La procrastinación generalmente implica ignorar una tarea desagradable, pero probablemente más importante, a favor de una que sea más agradable o más fácil. Pero ceder ante este impulso puede tener serias consecuencias. Por ejemplo, incluso los episodios más simples pueden hacernos sentir culpables o avergonzados. Puede conducir a una reducción de la productividad y hacernos perder el logro de nuestros objetivos. La gente perfeccionista tiende a ser procrastinadora, ya que es psicológicamente más aceptable nunca abordar una tarea que enfrentar la posibilidad de quedarse corto en el rendimiento. Muchos pueden afirmar que funcionan mejor bajo presión, pero investigaciones han demostrado que ese no es el caso; la mayoría de las veces esa es su forma de justificar posponer las cosas. En el entorno contemporáneo es muy común fomenta la procrastinación al contar con una variedad de distracciones, electrónicas y de otro tipo. El alivio momentáneo que sentimos cuando postergamos es en realidad lo que hace que el ciclo sea especialmente vicioso. En el presente inmediato, aplazar una tarea proporciona alivio: «he sido recompensado por postergar», y sabemos por nuestra conducta que cuando somos recompensados por algo, tendemos a hacerlo nuevamente. Esta es precisamente la razón por la que la postergación tiende a no ser un comportamiento único, sino un ciclo, que fácilmente se convierte en un hábito crónico. Para empeorar las cosas, somos aún menos capaces de tomar decisiones reflexivas y orientadas al futuro en medio del estrés. Cuando nos enfrentamos a una tarea que nos hace sentir ansiosos o inseguros, la parte del «detector de amenazas» del cerebro, percibe esa tarea como una amenaza genuina, en este caso para nuestra autoestima o bienestar. Incluso si reconocemos intelectualmente que posponer la tarea creará más estrés para nosotros mismos en el futuro, nuestro cerebro aún está conectado para preocuparse más por eliminar la amenaza en el presente. Pero, ¿es posible eliminar la procrastinación? Para hacerlo se sugieren los siguientes procesos: A) Asegúrese de tomar descansos regulares y estructurados de su tarea para que pueda volver renovado y listo para ser más productivo. Un descanso de tan solo 5 minutos es suficiente para mantener la mente aguda y evitar la fatiga. B) Es importante reconocer y recompensarse por lograr incluso las tareas pequeñas. Crea una sensación de motivación y libera esas emociones productivas y de bienestar que lo estimulan a lograr aún más. C) Si desea evitar que regrese el mal hábito de la procrastinación, lleve un registro del tiempo que pasa todos los días. Al tener una idea clara de cómo invierte su tiempo, siempre puede revisar su productividad y saber qué áreas mejorar.
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