ALZHEIMER

TERESA GURZA

Este sábado 21 se conmemoró el Día Mundial del Alzheimer, instituido por la Organización de la Salud, OMS, en 1994.

Este temido mal causa estragos en las familias, porque aniquila a seres queridos que olvidan todo; desde quienes son sus cercanos, hasta cómo lavarse los dientes.

No se conoce su causa; pero en cerebros de personas afectadas se ha encontrado placas de proteínas beta-amiloide tau, que impiden el buen funcionamiento de las neuronas.

Es la más común de las demencias seniles; afecta a 47 millones de ancianos de todo el mundo y para 2050 serán 130 millones, convirtiéndose en un reto de salud pública que «amenaza con aplastar la civilización occidental al disolver lenta pero inexorablemente, la mente de sus víctimas».

Debe su nombre al médico alemán Alois Alzheimer, quien en 1901 descubrió su conexión con la beta-amiloide; tesis que corroboró seis años después, al analizar post mortem el cerebro de la mujer que lo padecía.

Desde entonces, científicos y compañías farmacéuticas buscan un medicamento que pueda curarlo.

Son factores de riesgo la herencia, el tipo de vida y alimentación, la inactividad física y mental y la edad.

Existe ya, un examen de sangre capaz de detectarla 20 años antes de los primeros síntomas; pero sabiendo que no tiene cura, pocas personas se lo hacen.

Es frecuente que la prensa publique artículos sobre este padecimiento y esta semana El País dio cuenta de investigaciones que dudan que la amiloide sea la causante; y apuntan a un responsable insospechado: la bacteria Porphyromonas gingivalis, que ocasiona gingivitis o inflamación de las encías.

Investigadores patrocinados por la farmacéutica Cortexyme de California, descubrieron que esta infección invade las mismas zonas cerebrales que el Alzheimer.

Y hallaron P.gingivalis en el fluido espinal de pacientes vivos con Alzheimer.

“Tenemos evidencia sólida que conecta a P. gingivalis con la patogénesis del Alzheimer”, asentó el doctor Jan Potempa, de la Universidad de Loisville y miembro del equipo participante en el estudio.

Precisó, sin embargo, que se requieren más pruebas para establecer «con absoluta claridad», que la bacteria que inflama las encías, causa el Alzheimer.

Casi al mismo tiempo, pero en Australia, el Centro de Investigación Cooperativa sobre Salud Oral de Melbourne, desarrolló una vacuna contra la infección por P.gingivalis.

Dice la revista New Scientist, que publicó el trabajo: “si la vacuna frena la inflamación de las encías, sería un éxito; pero si ataja el Alzheimer, tendría un impacto sin paralelo en la medicina mundial”.

Doctores estadounidenses encabezados por Jun Oh, achacan el Alzheimer a la proteína tau; porque regiones del cerebro responsables de la vigilia durante el día, son las primeras en dañarse.

Y estiman que dormir siesta, es signo inicial del Alzheimer y se manifiesta décadas antes que empezar a repetir preguntas, olvidar cosas, sentirse confundido o deambular sin destino.

A su vez, Ignasi Coll Roldua, geriatra internista del Centro Médico MTB Barcelona, advierte que es posible detener su avance con actividad física constante; actividad cognitiva frecuente, como ejercitar la memoria y leer; y cultivando redes sociales, porque la soledad es otro factor de riesgo.

Explica que es más común en mujeres, por ser más longevas; y atribuye el que se estén dando casos por debajo de los 65 años, a que antes los síntomas tardaban más en detectarse.

Reitera que no hay cura, pero sí terapias que mejoran la calidad de vida disminuyendo la agresividad y la depresión, características del padecimiento.

Se sabe que un mayor nivel de estudios alarga el buen funcionamiento cerebral y aleja del Alzheimer; y que pueden avivarse los recuerdos con música y objetos que eran de uso cotidiano en la juventud de los enfermos.

Médicos de pacientes dementes residentes en un asilo de Alemania, notaron que al ver en una película una motocicleta de modelo antiguo, se entusiasmaron y hablaron de excursiones que hacían con amigos y novias.

Constataron así, que sentirse queridos y convivir con cosas del pasado permitía revivir recuerdos y habilidades; y decidieron decorar dos habitaciones, como estaban hace 50 años en la Alemania del Este.

De inmediato los enfermos desarrollaron viejas rutinas, como encender la estufa de carbón, limpiar zapatos, cocinar en ollas de la época y cantar viejas canciones.

“Se conectaron con su memoria, con emociones muy positivas”.

Como les platiqué aquí hace algún tiempo, fui testigo de algo parecido cuando para entretener a una querida tía afectada por demencia senil y que de niña me llevaba a ofrecer flores, le cantaba Venid y vamos todos con flores a María y recobraba por ratos la cordura, riendo feliz y recordando con detalle anécdotas de esos días.

 

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Teresa Gurza
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