De retórica y bibliotecas
Leí el encabezado: Las Bibliotecas de México y Vasconcelos se unen.
He de reconocer, estimado lector, que siempre he sido algo escéptico: dudo de la versión oficial y de las buenas noticias, e invariablemente me pregunto qué intereses ocultos puede haber tras una negociación o un acuerdo.
Razón que llevó a plantearme: ¿qué hay detrás de ese reciente anuncio hecho por la Dirección General de Bibliotecas a nivel Federal, de la Secretaría de Cultura, sobre unir a la Biblioteca de México y a la Biblioteca Vasconcelos? Una solución práctica, a simple vista; confusión administrativa, un anuncio de despido de personal, adelgazamiento, ausencia de presupuesto, miedo quizá, mucho miedo por parte de la actual administración –fiel a la 4T- de equivocarse y elegir a miembros distintos a sus visiones.
Lo preocupante es que los mismos encargados parecen no tener una idea clara de lo que se quiere hacer para fomentar el uso de las Bibliotecas Púbicas en México.
Me queda muy claro que el reto no es nada fácil, la realidad bibliotecaria ha navegado entre caprichos desmedidos de sexenios anteriores.
La Vasconcelos es un claro ejemplo de ello: un armatoste enorme, inoperante y costoso que se le ocurrió a Vicente Fox, que confundía lo grandioso con lo grandote –visión ranchera, sin duda-, quedó reducida a una institución con severa deficiencia de operación.
Lejos de mejorar en el transcurso de los siguientes sexenios, la situación en la DGB se fue volviendo incomprensible, por decir lo menos: compra de colecciones personales de escritores de renombre para hacer una especie de panteón bibliográfico en La Ciudadela –muy caro, por cierto-; simulación de directivos que repitieron el cargo sin dejar un legado importante; eventos culturales que no tenían un plan definido para promover el uso de bibliotecas más allá de simple escenografía.
Los argumentos de las autoridades son contundentes siempre y cuando nadie haga preguntas al respecto. Fusionar las bibliotecas en una Central desde dos sedes distintas. Reactivar la Red Nacional de Bibliotecas. Visión del préstamo interbibliotecario. Diferentes posturas ideológicas. Plan cultural con bibliografía nacional. Fondo Reservado. Etc. Etc.
No sé por qué, estimado lector, pero a veces la retórica política de los autonombrados intelectuales me recuerda a lo escrito por Enrique Serna en “Genealogía de la soberbia intelectual”.
“Colocados en un pedestal inaccesible, desde el cual miraban con superioridad a la plebe, los sofistas se preciaban de dominar todas las áreas del saber y administraban sus enseñanzas por dinero a un reducido grupo de alumnos privilegiados… Los sofistas eran primordialmente maestros de retórica, el arte favorito de los jóvenes con ambiciones políticas. Sócrates desmontaba los trucos de la retórica para exhibir la debilidad de los razonamientos encubiertos bajo un lenguaje ampuloso”.
Sócrates sacó la filosofía a la plaza pública con la mayéutica, método educativo que le hizo perder, no sólo la batalla contra las sofistas, sino también la vida, pues fue condenado a beber la cicuta por “corromper a la juventud”.
Su fracaso demuestra que el diálogo entre la inteligencia y el poder absoluto suele acabar con un manotazo en la mesa, sobre todo cuando el tirano tiene veleidades literarias o filosóficas, asevera Serna en este libro que recomiendo ampliamente.
Hoy, mientras unos explayan sus justificaciones pretenciosas, la realidad es que no existe un verdadero plan para lograr que los servicios bibliotecarios de las más de 7,400 bibliotecas públicas distribuidas en los 32 estados del país lleguen a más personas, sobre todo a las más vulnerables.
Es cierto que en administraciones anteriores se logró la apertura de un gran número de espacios bibliotecarios, sin embargo, la falta de planeación demeritó dicha acción. El modelo operacional indicaba que los tres órdenes de gobierno participarían en la conformación y manejo de las bibliotecas: la federación dotaría de acervo, de procesos técnicos, de capacitación y mobiliario; el estado se encargaría del personal y de gastos operativos; y el municipio dotaría de un espacio con todos los servicios –agua, luz e internet-… una utopía.
Administraciones de diferentes colores olvidaron rápidamente el acuerdo y adecuaron el modelo a su conveniencia: no ponían la parte que les correspondía, quitaron espacios ya destinados y, la mayoría de las veces, colocaron personal a su antojo: suegras, nueras, novias, esposas, hijos y demás. Hubo el caso de bibliotecas en donde la abuela era la directora, el hijo el encargado y el nieto el responsable del centro de cómputo.
Con todo y a pesar de muchos, las bibliotecas siguen siendo espacios nobles donde se trata de promover, no sólo el gusto por la lectura, sino el amor por el aprendizaje y el conocimiento.
Le invito, estimado lector, a visitar estos espacios que están llenos de historias más allá de la retórica.
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