JULIÁN PARRA IBARRA
Ya no los hacen como antes
Con todo el desprestigio que los partidos y políticos tengan en nuestro país –y en la mayor parte del mundo-, antaño existían ciertas normas y reglas que los aspirantes a políticos tenían que cumplir, además de un camino de formación que les permitía que cuando hicieran su ‘aparición en público’ ya llevaran un cierto callo que les permitiera caminar sin sobresaltos en sus andares entre los ciudadanos.
Había un verdadero adoctrinamiento de los documentos básicos y los principios de cada partido, independientemente del lado del espectro político en el que estuvieran ubicados. Se les iba formando desde las ‘fuerzas básicas’ en cada instituto político, su paso por las áreas juveniles no era solo para que cumplieran con la edad y dar el salto a la siguiente categoría, no. En ese lapso además hacían ‘talacha’ y hasta en grandes oradores se convertían con aquellos desaparecidos concursos nacionales.
Algo ocurrió que los partidos dejaron de ir formando nuevas figuras, sus escuelas de cuadros dejaron de nutrirse, y en la política empezaron a abundar los improvisados, sin ideología, sin identificación con corrientes de pensamiento o políticas, de siglas o colores, sin más militancia y creencia que ir por puestos, de alcanzar el poder por el poder.
Antes se seguía un nada pavimentado camino por el sendero partidista y luego por el servicio público, no cualquiera era postulado a una alcaldía o diputación local, ya no se diga federal o una senaduría, una gubernatura. Cuando se llegaba a esas instancias, era porque se cargaba un bagaje importante que avalara al personaje ante la ciudadanía a la que se le solicitaba el voto.
Pero como dirían los chavos ahora cualquier güey es candidato o por lo menos dirigente de su partido. A ver, vamos a hacer un ejercicio usted y yo, le voy a mencionar una lista de nombres y usted –sin googlearlo, no haga chapuzas- me dice quiénes son, sale y se va corriendo: Luis Castro Obregón, Manuel Granados, Carlos Puente, Hugo Eric Flores, Arturo Escobar, y hasta Damián Cepeda. Es más, sí le voy a dar chance, googleelos.
Y voy un poco más allá, hasta antes de que el dedo divino lo impusiera en la presidencia nacional del PRI ¿Quién era Enrique Ochoa Reza, usted lo identificaba como un político de gran trayectoria entre los tricolores como para llegar a la dirigencia nacional de su partido? ¿Hasta antes de que apareciera como fiel escudero de Ricardo Anaya, quién era Damián Cepeda? Y si me apura tantito más, antes de que apareciera como el ‘chico maravilla’ para luego secuestrar al PAN para construirse desde la presidencia nacional su propia candidatura presidencial ¿Quién era Ricardo Anaya?
Y si todavía me apura un poquito más, más allá de que se le identificara como sobrina de Carlos Salinas de Gortari e hija del asesinado José Francisco, ex secretario general del CEN del PRI ¿Quién era Claudia Ruiz Massieu? ¿Quién de todos los que le mencioné traía tras de sí una gran carrera política, una trayectoria que le diera la categoría como para ser dirigente nacional de un partido político?
Porque los partidos dejaron de ser las fábricas de políticos es que hoy la caballada está tan flaca y no hay mucho para donde voltear, y los pocos que tienen una sólida carrera política, alejado –aunque sea poquito, como diría Layín, hoy acusado y enjuiciado-, de los escándalos de corrupción, logran sobresalir e imponerse.
Solo por todo ello se explica el cinismo de un Arturo Escobar al anunciar que el Partido Verde Ecologista de México –PVEM-, ha terminado su alianza legislativa con el PRI, por lo que están en independencia de negociar con el que sea, incluyendo con Andrés Manuel López Obrador, cuando hace 18 años estaba aliado con el PAN. Es decir, ya recorrió todo el espectro político sin el menor rubor, porque no hay principios, no hay valores, no hay moral, no hay ética.
Y en esa actitud de vividores de la política, Escobar provocó que el PRI le quitara al Verde dos de los cuatro senadores que tenían asignados y que estaban ‘prestados’ por el tricolor, por lo que ahora el Verde se queda sin la posibilidad de integrar una bancada, para lo que se requieren por lo menos cinco integrantes.
En el PRI, el todavía –aunque él no se haya dado cuenta de eso- presidente de México, se aventó la del estribo: que le cambien de nombre, de logo y de colores al partido que lo llevó a la Presidencia. En el PRD también se sugiere su desaparición o refundación bajo otras siglas y nombre. En el PAN más o menos andan por las mismas, disputándose los despojos en que quedaron convertidos después del 1 de julio pasado.
Lo dicho, a estos políticos de ahora, ya no los hacen como antes.
@JulianParraIba
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