RUMBO A POSDATA

CARLOS RAMIREZ 

La propuesta democrática de Octavio Paz después de Tlatelolco 68

  1. “Alguien me deletrea”.

Octavio Paz fue un poeta y un analista de la realidad histórica, social y política. Sin mezclar géneros, pudo darle a la poesía un marco referencial de la realidad y usar en la ensayo político las virtudes del lenguaje poético. De sus primeras poesías en 1929 a la publicación de Posdata en 1970, Paz mezcló su producción creativa: dieciséis libros de poesía –Piedra de sol (1957), Libertad bajo palabra (1960) y Blanco (1967) entre ellos– y nueve libros de ensayo –siete sobre poesía y dos políticos/sociales: El laberinto de la soledad (1950) y Corriente Alterna (1967)–, además de artículos sueltos.

Por formación, por derivaciones familiares y por decisión propia, Paz siempre estuvo atento a los asuntos de la realidad, en busca de sus propios “manteles con olor a pólvora” que tuvieron su abuelo y su padre. Su militancia política real fue alrededor de las protestas estudiantiles, campesinas y sindicales de 1929 a 1936 y en el tiempo histórico de la guerra civil española al lado de la república 1937-1940. En 1945 fue enviado especial a San Francisco durante la fundación de la Sociedad de las Naciones como el primer organismo internacional antecedente de la ONU y ahí inició su ciclo en el medio diplomático mexicano que terminó con su pase a disposición –renuncia para hechos– como embajador en la India en 1968. En ese periodo 1945-1968, Paz nunca dejó de escribir de política con sentido crítico; inclusive, en 1958, como funcionario diplomático, firmó un desplegado de protesta contra la represión gubernamental contra líderes sindicales magisteriales y ferrocarrileros. El dato no es menor porque los firmantes exigían que el gobierno atendiera con razones las demandas y no con represión. Y no debe olvidarse que en 1970 participó por corto tiempo con Carlos Fuentes y Heberto Castillo en las primeras exploraciones para fundar un partido socialista democrático.

Paz fue un estudioso de las doctrinas políticas, aunque las citaba cuidadosamente para evitar lecturas sobrestimadas. A reserva de estudios posteriores, las fuentes teóricas de Paz fueron variadas: Aristóteles, Maquiavelo, Spinoza, Hobbes, el barón de Montesquieu, Locke, de manera sobresaliente Tocqueville –quizá su lectura referencial más precisa– y Marx. Las citas de autores se dieron para apuntalar opiniones. En este sentido, los textos de ensayo político y social de Paz no buscaban ser textos politológicos, aunque su estructura demostraba un sistema teórico analítico suficientemente soportado por sus lecturas de las ideas políticas.

El texto más importante de análisis político de Paz fue Posdata –febrero de 1970, Siglo XXI Editores–; se trató de un análisis coherente, integral, sistemático, escrito ex profeso y no recopilación de textos aislados. De hecho, Paz sólo publicó dos ensayos de contenido social: El laberinto de la soledad y Posdata, aunque siguiendo a Montaigne fue un maestro del ensayo corto que recopilaría a posteriori en libros. El primero fue una exploración sobre el ser del mexicano, aunque con algunas referencias políticas. El segundo fue un ensayo escrito para analizar la crisis del sistema político en 1968: desde la exploración de la rebelión estudiantil hasta el significado político y de crisis de Tlatelolco el 2 de octubre.

Posdata está armado en función de tres tiempos: primero, las dos cartas de septiembre de 1968 enviadas a la cancillería mexicana en respuesta a la solicitud de información sobre las rebeliones estudiantiles en la India y Europa occidental y luego la carta de solicitud de paso a retiro del 4 de octubre; segundo, el texto de 27 cuartillas que redactó para dictar una conferencia sobre la realidad de México en la Universidad de Texas en Austin en octubre de 1969; y propiamente Posdata con las dos partes anteriores y la tercera incorporada para dar una explicación histórica a la represión en Tlatelolco a partir del México indígena.

El ensayo Posdata quiso ser justamente eso: un texto complementario para la edición en alemán de El laberinto de la soledad pero poco a poco adquirió luz propia; si se quiere, puede ser una posdata a El Laberinto pero en realidad como tal sería una forma de disminuir la intención totalizadora de Posdata como documento de lectura propia.

Posdata fue el primer ensayo crítico publicado en México en el último año de gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, sobre todo por el hecho de que en 1970 no había una corriente crítica en la politología mexicana académica. Sólo se tiene registrado el ensayo México: una democracia bárbara de José Revueltas en 1958, un ensayo sobre la caracterización estructural del sistema político como un Estado ideológico total y totalizador, no totalitario. Y de 1968 a 1970 el político priísta marginado del sistema Manuel Moreno Sánchez publicó artículos en el periódico Excélsior para explicar la estructura de poder del PRI y del Estado, luego recopilados en el libro Crisis política de México a finales de 1970.

La importancia de Posdata radicó no sólo en el autor entonces en medio de la atención pública por su separación de la embajada en la India en protesta por la represión en Tlatelolco, sino porque el ensayo era un texto que cumplía con las exigencias de enfoque politológico: un análisis estructural crítico del sistema político priísta. Por esas fechas la politología académica carecía de autonomía teórica del sistema político y del pensamiento histórico oficial. Sin embargo, Posdata padeció el ninguneo intelectual, aunque fue un éxito de ventas con veinte mil ejemplares en todo el año de 1970. Los primeros ensayos teóricos de la politología académica comenzaron en 1974.

 

2.- Un poeta en el PRIncipado de PRIracusa.

En un sistema político autoritario que imponía su dominio por el control del pensamiento histórico oficial, los intelectuales carecían de alguna militancia opositora efectiva. Los intelectuales habían participado en la construcción del Estado y la nación como funcionarios –inclusive desde la oposición como Lucas Alamán, Lorenzo de Zavala y otros– o como base ideológica y política del liberalismo de mediados del siglo XIX. Con Porfirio Díaz los intelectuales también tuvieron tareas constructoras. La disidencia intelectual comenzó a principios del siglo XX con las protestas de los periodistas Flores Magón y más tarde algunos profesores y escritores como asesores de jefes revolucionarios –Martín Luis Guzmán con Pancho Villa y Otilio Montaño con Emiliano Zapata–. José Vasconcelos fue ministro de Educación del gobierno de Alvaro Obregón (1920-1924) y en su campaña de 1929 jaló la participación y militancia de jóvenes y escritores disidentes, de manera sobresaliente Mauricio Magdaleno.

El relevo generacional que abandonó los campos revolucionarios –para entonces agotada la reforma cardenista y reanimados los latifundios al amparo de Alemán (1944-1952)– comenzó a mediados de los años cincuenta con una literatura urbana. El último aliento de las novelas rurales osciló entre Al filo del agua (1947) de Agustín Yáñez y Pedro Paramo (1955). El nuevo mundo urbano irrumpió en 1958 con La región más transparente (1958) de Carlos Fuentes. Además, como factor potenciador de la dinámica de la participación política activa de los intelectuales estuvo el motor de la revolución cubana en 1955-1959.

Fue la revolución cubana el factor de politización de los intelectuales. En 1962 registró José Donoso el comentario de Carlos Fuentes de que ya no escribiría literatura sino solo ensayo político de apoyo a Cuba, y ese año había circulado La muerte de Artemio Cruz, una novela inspiraba en el fracaso de la revolución mexicana, al corrupción de algunos jefes revolucionarios y la esperanza del regreso de Cárdenas. Al amparo de Cuba se dinamizó la participación intelectual en política en las revistas El Espectador y Política y en el suplemento México en la Cultura en Novedades hasta 1962 y luego como La Cultura en México en la revista Siempre. El activismo político subió de calor por Cuba, al grado de que el movimiento estudiantil del 68 encontró su detonador en una marcha justamente por la revolución cubana y luego los retratos de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara en las manifestaciones estudiantiles.

Los intelectuales encontraron un espacio colateral en la defensa de Cuba para reactivar el pensamiento revolucionario original sin romper con el gobierno: la crítica indirecta. Curiosamente una ruptura fue significativa: en 1964 Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero, Fernando Benítez y otros renunciaron a la revista Política por el tono crítico contra el entonces candidato presidencial del PRI Gustavo Díaz Ordaz, quien representaba, dijeron en una carta, la esperanza de la revolución mexicana: en 1968 se arrepentirían. Paradójicamente, Fuentes renunciaría en 1978 a la embajada de México en Francia –designado por Luis Echeverría en 1975– porque el nuevo presidente José López Portillo había designado a Díaz Ordaz como primer embajador de México ante la monarquía española en transición a la democracia y ya sin Franco.

Las tres fases de relación de los intelectuales con el poder fueron claras: críticas pero sin romper con el sistema ni el pensamiento histórico oficial hasta 1971, después aliados al gobierno de Echeverría de 1971 a 1978 y luego ya sueltos por el desinterés de la clase gobernante: los intelectuales ya no representaban algún factor de legitimización ideológica del régimen que dependía de su propia poder. El acercamiento más estrecho entre los intelectuales y el gobierno fue en el periodo 1972-1977 basados en dos declaraciones públicas; la de Fernando Benítez: “Echeverría y el fascismo”; y Carlos Fuentes: “dejar solo a Echeverría sería un crimen histórico de los intelectuales”.

La ruptura entre intelectuales sistémicos e intelectuales independientes ocurrió en 1972: en marzo, al tomar posesión como director del suplemento La Cultura en México por el retiro de Benítez, Carlos Monsiváis publicó cuatro textos para caracterizar a los intelectuales liberales, aun con temor de tacharlos de conservadores, pero refiriéndose a los escritores que colaboraban con la revista Plural de Excélsior que dirigía Paz desde octubre de 1971. Diríase que en respuesta, Paz dedicó parte de la edición de mayo de 1972 al tema “Los escritores y la política” para darle marco de referencia a los textos de Monsiváis. El medio intelectual se dividió, desde entonces, en dos comunidades epistémicas que recibieron el trato de mafias, aunque el problema no era de lealtades a la italiana sino de enfoques de la realidad: institucionales críticos o independientes críticos.

El ensayo Posdata de Octavio Paz se dio en el ambiente intelectual de 1958-1968. En Plural se dio un seguimiento crítico de las relaciones de poder de los intelectuales institucionales-críticos con el sistema político priísta.

 

3.- No es una revolución, majestad, es una mutación.

El tiempo histórico de los intelectuales 1958-1968 fue de realineamientos. Mientras los intelectuales críticos del sistema priísta dominados por el pensamiento histórico oficial esperaban al Godot cardenista, Paz consolidaba su presencia en espacios intelectuales europeos aunque sin comprometerse con ninguno. Para los sesenta ya estaban fijadas las trincheras: la crítica al autoritarismo comunista y la justificación del autoritarismo en aras de la revolución. En México el régimen era visto como mixto: un pensamiento político basado en la aureola de la revolución mexicana aunque pero con un modelo de desarrollo capitalista autoritario. Los sesenta fueron tiempos de una ruptura generacional basada en la contracultura juvenil como protesta cultural contra la ideología oficial.

En lo económico, el régimen de la revolución había pasado el trago amargo de la devaluación de 1954 –mediados del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines– y el inicio ya de un modelo de desarrollo capitalista aunque proteccionista interno y cerrado en lo político. El régimen enfrentó en la segunda mitad del sexenio ruizcortinista la reorganización del corporativismo: nacieron sectores obreros y campesinos al margen de las corporaciones oficiales. En 1958 tomó posesión de la presidencia el político Adolfo López Mateos y con él llegó el modelo de desarrollo estabilizador: el tipo de cambio fijo, libre y bajo fue el eje de la estrategia económica: control de la inflación para evitar presiones devaluatorias. Durante dos sexenios, la tasa de crecimiento económico fue de 6% anual promedio y la inflación también tuvo un ritmo anual promedio de 2%. Junto a ello se protegió la industria nacional con fronteras comerciales cerradas y se estimuló la sustitución de importaciones. Así, se creó una sólida clase media pero al mismo tiempo se sentaron las bases de una distribución equitativa de la riqueza: el 60% de las familias más pobres se repartía el 24% del ingreso nacional, en tanto que el 5% de las familias más ricas acaparaba el 25.5%.

A la concentración de la riqueza económica correspondía la concentración del poder político: hacia 1968 el PRI tenía todos los gobernadores, todos los senadores, el 90% de las alcaldías y el 83% de todas los diputados. La oposición apenas tenía derecho, vía la reforma de 1963, a cinco diputados por el 2.5% de votación y un diputado más por cada .5% hasta completar el límite de 20 legisladores. El sistema de partidos operaba con el PRI como partido del gobierno y del Estado, el PAN como oposición leal (caracterización de Soledad Loeza), el Partido Popular Socialista del marxista Vicente Lombardo Toledano aliado electoral del PRI en las presidenciales de 1952 a 1982 y el Partido Auténtico de la Revolución mexicana tolerado por el gobierno por sus militares carrancistas. Aún en su camino de la izquierda de la revolución mexicana al centro-derecha institucional, el PRI mantenía vivo el discurso ideológico de la revolución mexicana que era todo y nada. Más como estrategia de negociación, México era reconocido en el exterior por su política exterior de respeto al derecho ajeno, aunque defendía gobiernos progresistas, como ocurrió con la república española.

La crisis social se perfilaba en el renglón del empleo: 44.8% de población subocupada en 1970 y 3.8% de desocupación abierta. El salario crecía en términos reales por el control de la inflación. Pero a nivel juvenil se dio un cuello de botella por el crecimiento en la expectativa de vida de 36% años en 1930 a 60 años de edad en 1970. La política económica del Estado se movía entre el control de la inflación y por tanto del gasto y el circulante contra la demanda creciente de bienestar y empleo. La tasa de crecimiento demográfico era de 3.4% hacia 1968, generando presiones sociales.

Las inquietudes estudiantiles sindicales y campesinas dominaron el panorama de la inestabilidad política en el periodo 1951-1971, como lo contabilizó Raúl Jardón. El dinamismo político se aceleró a partir de la segunda mitad de los cincuenta por el factor cubano y el fortalecimiento del Partido Comunista Mexicano y su brazo activista la Juventud Comunista en los centros de educación superior. Ante los problemas de entrar a las fábricas a controlar los obreros y los sindicatos, la izquierda se atrincheró en las universidades. El PRI no disputó el control de esos centros educativos y se centró más bien en la parte de la puerta para ejercer la política, a partir del hecho real de que la oposición era minoritaria.

La crisis política mexicana fue de participación activa en un sistema cerrado, pero en un ritmo de crecimiento alto de la economía pero insuficiente para atender las demandas de empleo y de bienestar de la población.

Esa crisis fue la que analizó Paz en Posdata: crisis de crecimiento, de reorganización social, de democracia y de desarrollo. La crisis en Tlatelolco por una violencia fuera de cuestionó la viabilidad del sistema político priísta.

 

4.- Espero que al recibir la presente te encuentres bien en unión de tus familiares.

En septiembre de 1968, el canciller Antonio Carrillo Flores le solicitó a los embajadores transmarinos el envío de documentos informativos sobre las rebeliones juveniles en el mundo, sobre todo la de mayo de 1968. El propósito del funcionario era institucional: aprovechar la presencia de embajadores para tener información de primera mano sobre la inestabilidad juvenil. Paz respondió con una carta el 6 de septiembre recordando que en oficios anteriores había enviado desde 1966 reportes de los conflictos juveniles en la India y remitiendo copia de esos comunicados. En realidad, las solicitudes de la cancillería era muy estrictas; sin embargo, Paz se tomó la libertad de razonar algunas de las razones sociales, política y de desarrollo detrás de la inestabilidad juvenil pero sobre todo aportó un análisis de la crisis del sistema político priísta.

Pero lo más interesante de la audacia de Paz radicó en sus propuestas de reforma policía en México para absorber el choque del conflicto estudiantil. La carta estaba fechada el 4 de septiembre y el movimiento estudiantil se enfilaba a la ruptura violenta por el estancamiento de las voluntades en los estudiantes y el gobierno. Del 29 al 31 de julio los estudiantes decretaron una huelga y el gobierno respondió tomando instalaciones juveniles. El 1 de agosto la crisis se salió de cauce porque el rector de la UNAM Javier Barros Sierra eludió su papel de promotor de las negociaciones –caja de compensación, sobre todo por su formación priísta–, se puso del lado de los estudiantes y dejó al gobierno sin interlocutores. El 2 de agosto se creó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) y el 8 este organismo plural, asambleísta y multitudinario aprobó el pliego petitorio de seis puntos exclusivamente reactivos y judiciales; en todo caso, la agenda de la democratización estuvo en medios, declaraciones y discursos multitudinarios y en desplegados publicados en los medios. En estricto sentido, no hubo una propuesta concreta de democratización; de ahí que el movimiento estudiantil fuera antisistémico, de protesta, festivo por respirar aires de libertad. El gobierno ofreció diálogo y los estudiantes lo condicionaron a que fuera público y multitudinario. El uno de septiembre el informe presidencial tendió verbalmente la mano y los estudiantes la rechazaron. Hacia el 4, el movimiento estaba estancado y sin posibilidades de salida, con la fecha de inauguración de los juegos olímpicos el 12 de octubre.

La carta de Paz del 4 de septiembre contenía una interpretación diferente de la rebelión juvenil, con un marco analítico basado en su texto sobre “Revuelta, revolución, rebelión” publicado en 1967 en Corriente Alterna, un ensayo de interpretación marxista sobre el marxismo. La gran propuesta de elucidación de la crisis y su posible solución estuvo en la urgencia de una reforma democrática: “adaptar nuestro sistema político a las nuevas condiciones creadas por el desarrollo económico”, una tesis politológica derivada del marxismo y parecida a la que pronunciaría años después, en 1976, Adolfo Suárez como el pivote de la transición de España a la democracia: “elevar a la categoría de normal lo que a nivel de la calle es normal”.

En una carta del 9 de septiembre, Paz resumió su propuesta democrática de nueva cuenta: “no se trata de realizar una revolución social sino de realizar una reforma (cursivas de Paz) en nuestro (sic por la primera persona en plural) sistema político. Si no se comienza ahora, la próxima década de México será violenta”. Como era de esperarse, la reacción del presidente Díaz Ordaz no fue tan grata aunque parece que dejó abierta una rendija. Después de que Paz solicitó su pase a disponibilidad el 4 de octubre, Carrillo Flores hizo un intento de evitar ese paso drástico y en una carta a Paz del 16 de octubre le confió que el presidente Díaz Ordaz había sido sensible a sus propuestas y había dicho: “la intuición de los poetas es a veces la más certera”.

La tesis central de Paz en su carta del 6 de septiembre enfatizaba el agotamiento del sistema político ante la nueva realidad demográfica, social y de movilización de los jóvenes y la caracterización de la crisis como de una “crisis del modelo de desarrollo”. Puso como ejemplo la salida que le dio la India a una crisis de protestas juveniles de octubre de 1966: diálogo con los estudiantes, autocrítica por la represión y reformas legales. Paz analizó el agotamiento del funcionamiento del PRI, aunque reconociendo su papel estabilizador. Pero ante la reorganización demográfica, los jóvenes querían “mayor participación en la vida pública” y el PRI ya no era el canal para ello. Señaló que el sistema presentaba “síntomas de rigidez” y reiteró la urgencia de realizar “la reforma de nuestro (sic por la primera persona del plural) sistema político” e inclusive propuso la democracia participativa que adquiriría años después categoría politológica.

Las tres cartas a la cancillería fueron el primer paso hacia la crítica frontal del sistema político

 

4.- Prefiero hablar de Duchamp o Jiménez que de Locke o Montesquieu.

La salida Paz de la India estuvo enmarcada con una cena privada con la premier Indira Gandhi y por estudiantes indios que lo despidieron en la estación del tren. Finales de 1968 y comienzos de 1969 fueron para Paz y su esposa Marie-José una especie de exilio a la soviética –la persecución de Stalin a Trotsky– con el piolet simbólico de libelos contra Paz y frases desdeñosas de Díaz Ordaz, además de artículos en medios en contra el poeta. Pero la distancia suele ayudar a matizar efectos, y más cuando en aquellos tiempos las comunicaciones eran lentas. De mayo a julio de 1969 estuvo en Pensilvania como profesor visitante y en septiembre se asentó un trimestre en Austin, Texas, para dictar una conferencia.

A Paz le interesaba seguir la pista de los jóvenes pero los tiempos en México eran de tensión por la designación en noviembre de 1969 del candidato presidencial del PRI y las secuelas del 68 en las élites del poder. “Por lo pronto, no pienso ir a Mexico”, le escribió a Arnaldo Orfila, director de Siglo XXI Editores en junio. En julio, Orfila lamentó la decisión de Paz y le dijo en una carta de agosto que “haría mucho bien a los jóvenes su contacto (con Paz)”. En septiembre llegó Paz a Austin, Texas, a dictar una conferencia. El texto titulado México: la última década” lo terminó de redactar el 30 de octubre de 1969. Las notas –menos de treinta cuartillas– se centraban en tres puntos concretos: el diagnóstico de la rebelión juvenil, la crisis del desarrollo y sobre todo la necesidad de una reforma democrática. El 7 de noviembre le escribió a Orfila sobre la petición de un editor alemán que le solicitó al poeta un agregado a la traducción de El laberinto de la soledad. Así, todo indica que Paz trabajó en Posdata como addendum a El laberinto pero bien pronto se percató que el pequeño libro –menos de cien cuartillas– tenía vida propia.

La conferencia en Austin formaba parte de las lecturas de 1969 Hackett Memorial Lecture, en homenaje al investigador Charles W. Hackett (1888-1951). El texto constaba de varias partes: la primera era un diagnóstico de la rebelión estudiantil en busca de democracia; la segunda fur un análisis histórico de la construcción del sistema político priísta a partir de la fundación del Partido Nacional Revolucionario, con la primera caracterización del nuevo régimen que nacía y que “si no era democrático, tampoco era suicida ni autodestructivo”; la tercera recogió el enfoque del México moderno que existía en la segunda mitad del siglo XX; la cuarta, muy importante, fue la fundamentación del desarrollo mexicano; la quinta realizó un análisis crítico de la cultura oficial e hizo énfasis en la falta de crítica; y la sexta ofreció sus conclusiones regresando, en circularidad analítica, a la necesidad de que sólo la democracia representaría una salida de la crisis mexicana.

El texto de la conferencia de Austin carece de estilo de ensayo, sobre todo a partir de la elegancia y poesía de los ensayos de Paz. Es un documento escueto, puntual, serio, razonado, ajustado al público universitario. Su sentido crítico es el mismo de las cartas a la cancillería de 1968: la crisis de sistema, de régimen y de Estado, además de modelo de desarrollo y de agotamiento del enfoque autoritario de las élites políticas que sustituyeron a las élites militares en 1946 con la candidatura del abogado Miguel Alemán y la fundación del PRI con sus tres sectores corporativos prioritarios –obreros, campesinas y clases medias–, con los militares como corporación del régimen pero sin intervenir directamente en la política.

Ya sin el cargo de embajador sobre sus hombros Paz se deslindó del sistema y lo vio como objetivo crítico y por eso fue más crítico con el partido del Estado y dio un paso adelante en su enfoque en sus cartas a la cancillería: “en Mexico no hay más dictadura que la del PRI y no hay más peligro de anarquía que el que provoca la antinatural prolongación de su monopolio político”. En 1985, por cierto, Paz llegó a la conclusión de que el PRI había cumplido su función y era la hora de hacerse a un lado. Las conclusiones de Paz en 1969 fueron tres:

 

La crisis de México es una consecuencia del cambio en la estructura social y de la aparición de nuevas clases, una crisis del México desarrollado.

Sólo una solución democrática permitirá que se planteen los graves problemas del país, en especial el de la integración del México subdesarrollado o marginal.

Si el régimen impidiese la solución democrática, el resultado no sería el status quo sino una situación de inmovilidad forzada que terminaría por provocar una explosión y la recaída en el ciclo de la anarquía a la dictadura.

 

El texto de la conferencia de Austin que se publica en esta edición número 1 de la revista La Crisis en su segunda época merece una lectura integral y cruzada con las cartas a la cancillería publicadas en la revista Vuelta No. 256 de marzo de 1998 y desde luego el ensayo Posdata. En esta presentación se busca sólo proponer una lectura diferente de los tres documentos: un ejercicio de politología por parte de Paz, con el cumplimiento de los requisitos para trabajos de esa naturaleza: marco teórico, marco metodológico, marco histórico, marco analístico y marco prospectivo.

El análisis de Octavio Paz del sistema político priísta en su crisis de 1968 representa un parteaguas en cuanto a sistema analítico:

 

Enfoque histórico, sistémico, política comparada, sociología, teoría de las élites, teoría de los partidos, teoría del desarrollo, teoría de la democracia, teoría de la historia.

Marco teórico: Platón y Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Spinoza, Rousseau, Constant, de manera sobresaliente Tocqueville, el barón de Montesquieu, lecturas a fondo de Marx.

Puntos temáticos: partido, democracia, Estado, ideologías, burocracia, desarrollo, ideas, revolución, revolución mexicana, sistema político, régimen de gobierno, historia, América Latina, México indígena y Estados Unidos.

 

5.- En busca del tiempo perdido de Posdata.

La politología académica y crítica no registraba en el tiempo histórico de Posdata enfoques integrales sobre el régimen mexicano, con dos excepciones específicas: en 1958 el escritor y ensayista marxista José Revueltas publicó México: una democracia bárbara en la coyuntura de la elección presidencial de Adolfo López Mateos; el texto es un ensayo estructuralista desde el marxismo y el leninismo con el primer acercamiento a la configuración del Estado mexicano y su brazo político el PRI. Ahí Revueltas llegó a la conclusión de que los procesos electorales no modifican la correlación de fuerzas sociales porque “la única clase llamada a hacerle al “gobierno revolucionario” una concurrencia política (cursivas de JR) es aquélla que también viene a ser la única que puede hacerle la concurrencia económica a las clases poseyentes que el gobierno y el Estado representan”, El enfoque es marxista, de lucha de clases y de disputas de dominio en el sistema productivo; para Revueltas la correlación de fuerzas políticas es expresión de la correlación de fuerzas productivas; por tanto, se trató de un ensayo de definición del camino de lucha del Partido Comunista Mexicano en el cual militaba.

El otro caso fue Manuel Moreno Sánchez, político priísta del sexenio de López Mateos 1958-1964 nada menos que como líder del Senado. Marginado de la estructura de poder en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz 1964-1970, Moreno Sánchez pasó a la disidencia y de ahí a la ruptura con el sistema priísta: en 1968 y 1969 publicó varios artículos sobre la configuración del sistema Partido-Estado y en 1970 le agregó un ensayo sobre el enfoque de la crisis del desarrollo que había pronunciado como conferencia en es año también en la Universidad de Texas en Austin.. Los textos fueron publicados por la Editorial Extemporáneos en septiembre de 1970.

Así, los tres únicos análisis críticos sobre el sistema priísta tuvieron sus enfoques definidos: Revueltas desde el marxismo, Paz desde la crítica histórica al autoritarismo y Moreno Sánchez desde la disidencia interna. El ensayo El sistema político mexicano de Daniel Cosío Villegas se publicó en 1972 –también derivado de una conferencia en Austin, Texas– pero se quedó en la superficie del registro del proceso histórico acrítico: el politólogo Manuel Camacho Solís lo describió como un ejercicio de periodismo ilustrado. En 1971-1972 la Universidad de Texas en Austin publicó la recopilación de un ciclo de conferencias en el libro Críticas constructivas del sistema político mexicano, entre ellas de Lorenzo Meyer, Miguel S. Wionczek y Porfirio Muñoz Ledo como subsecretario de la Presidencia y asesor político del presidente Luis Echeverría.

El Colegio de México abrió también su camino en el enfoque crítico del sistema político pero después de Posdata y sin reconocer el detonador de Paz: los ensayos El poder: Estado o “feudos” políticos en 1974 y Los nudos históricos del sistema político mexicano en 1976, de Camacho Solís, y Control político, estabilidad y desarrollo en México, de José Luis Reyna en 1976.

El funcionamiento del sistema político se sustentó en el pensamiento histórico oficial que determinaba que el sistema/régimen/Estado era producto del proceso histórico de México como hazaña de independencia, justicia y libertad. Difícil luchar contra una ideología que tenía bajo su control los aparatos ideológicos fundamentales: la historia, la educación, los medios de comunicación y la cultura. Salvo Revueltas, hasta 1968 el sistema político priísta sobrevivió a los cuestionamientos en función de su fundamento histórico: la lucha contra el conservadurismo. Por eso, inclusive, la crítica al colapso de la estabilidad en Tlatelolco se hizo desde la perspectiva de la democratización, no del desconocimiento de la vigencia del sistema.

La conferencia de Austin apareció en la producción politológica como la más completa en su percepción del sistema político priísta: continuó el análisis de sus dos cartas a la cancillería. Y prefiguró Posdata.

 

6.- La ciencia política del Museo de Antropología.

Como ensayo, Posdata adquirió vida propia. La aportación de Posdata cerró el círculo que inició en septiembre de 1968: el papel de la historia. Se trata de uno de los referentes menos comprendidos de Paz; inclusive fue uno de las partes que el antropólogo e historiador Gastón García Cantú no logró comprender de Posdata al comentarlo en el suplemento La Cultura en México. Paz partió del aspecto esencial de la represión en Tlatelolco: ¿por qué ahí, por qué en esa zona de referente histórico, por qué en la plaza de las tres culturas: Tenochtitlán, zona de la colonia española y el México moderno de la burocracia?

El enfoque histórico de Paz en el tercer capítulo de Posdata proyectó el pasado histórico indígena-español de México y lo recuperó para explicar el presente y otear en lo que viene. El papel de la historia en Paz es fundamental para su poesía, como lo mostró en La consagración del instante, ensayo publicado en El arco y la lira (1956): “la historia es el lugar de encarnación de la palabra poética”. Pero en Posdata va más allá en cuanto al referente histórico, sobre todo porque enfocó Tlatelolco como una crítica a la pirámide histórica y a la pirámide como símbolo arquitectónico del pasado indígena para explicar los exabruptos del entonces presente.

La historia es para Paz la memoria presente del pasado. Quiso evitar lo que advirtió Tocqueville en el capítulo final de La democracia en América al narrar la construcción de un nuevo presente en los Estados Unidos partiendo de sí mismos, sin historia pasada o con historia aplastada para desaparecerla y a partir de una modernidad que no se podía comparar con el propio pasado estadunidense y aún con otros referentes europeos –la Francia del propio Tocqueville, por ejemplo–. Tocqueville buscó el pasado de los Estados Unidos y no encontró referentes y dejó una advertencia quizá para las naciones o civilizaciones que tuvieron pasado: “lo pasado no alumbra al porvenir, y el espíritu marcha en las tinieblas”. Sin pasado el presente es vacío: lo inexplicable.

El esfuerzo de recuperación histórica de Paz aterrizó la crítica al sistema político. Pero no superficial sino histórica. “El pasado reaparece porque es un presente oculto. Hablo del verdadero pasado, que no es lo mismo que “lo que pasó””… Paz trató de encontrar los mecanismos internos de la historia, esos “ciertos elementos invariantes o cuyas variaciones, de tan lentas, resultan imperceptibles”, relacionadas unas con otros, algo más que los simples factores históricos. Así, la mezcla de factores y las variaciones históricas imperceptibles es “la forma de producción de historia”. Ese “sistema combinatorio” de historias fue una propuesta de análisis histórico que usó Paz en Posdata en su tercer capítulo para encontrar una explicación histórica a la represión en Tlatelolco.

Del presente se explica con el pasado y, con la advertencia de Tocqueville, alumbra el porvenir: “Lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 fue, simultáneamente, la negación de aquello que hemos querido ser desde la Revolución y la afirmación de aquello que somos desde la Conquista y aún desde antes”. La indagación histórica de Paz atendió la historia oficial pero exploró la “representación simbólica de nuestra historia subterránea o invisible”. Así llegó al punto de referir el 2 de octubre no como un hecho circunstancial sino un “acto ritual: un sacrificio”, esa historia negada y oculta del pasado indígena mexicano, de la cultura de la muerte. Ahí se explicó el esfuerzo histórico de Paz para darle al presente una lectura desde el pasado.

Uno de los enfoques fue desde el símbolo mexicano –cultural, teocrático y de poder–: la pirámide, la imagen del, Estado azteca reproducido en el Estado priísta. El esquema de la continuidad explicaría el presente desde el pasado en la figura, entre muchas, del presidente de la república: hay un puente que va del tlatoani al virrey y del virrey al presidente, “el poder español sustituye al poder azteca y así lo continúa”, la punta de la pirámide como estructura de poder, el corredor simbólico de Zócalo-Tlatelolco-Museo de Antropología. Para Paz la explicación del presente estaba en el pasado: “¿Por qué hemos buscado entre las ruinas prehispánicas el arquetipo de México? ¿Y por qué precisamente ese arquetipo tiene que ser precisamente azteca y no maya o zapoteca o tarasco u otomí?” Paz mismo dio la respuesta: “los verdaderos herederos de los asesinos del mundo prehispánico no son los españoles peninsulares sino nosotros, los mexicanos que hablamos castellano, seamos criollos, mestizos o indios”. Por eso “la crítica de Tlatelolco, el Zócalo y el Palacio Nacional –la crítica política, social uy moral del México moderno.– pasa por el Museo de Antropología y es asimismo la crítica histórica”.

La audacia intelectual de Octavio Paz en Posdata recorrió el itinerario de la exploración de la rebelión estudiantil –las cartas a la cancillerías–, el razonamiento del modelo de desarrollo como eje de la crisis –la conferencia de Austin, 1969– y la explicación histórica –la crítica de la pirámide– que amplió el enfoque sobre Tlatelolco y encontró responsabilidades más allá de las culpabilidades: la historia no reconocida, la historia de nosotros mismos.

Y la gran propuesta de Paz en Posdata y sus tres capítulos, además de su análisis coyuntural que describió culpabilidades, es la historia de nosotros mismos y para ello se debe comenzar por la crítica, ese “ácido que disuelve imágenes”, la crítica como ajusta de cuentas con el pasado para no repetir o continuar errores, “la crítica –dice en sus líneas finales que no ocultan su construcción poética y que merecerían una indagación especial– nos dice que debemos aprender a disolver los ídolos: aprender a disolverlos dentro de nosotros mismos. Tenemos que aprender a ser aire, sueño en libertad”.

Rumbo a los cincuenta años de publicada –1970-2020–, Posdata está a la espera del debate que le ningunearon en 1970 por razones de coyuntura política y mezquindad intelectual.

 

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