Monterrey.- La literatura universal ha reflexionado sobre las cualidades de la madre, que se convierte en la brújula moral y pilar de bondad y fortaleza para su familia.
En la Antigua Grecia, por ejemplo, la figura materna era venerada en Esparta, porque eran las portadoras y cuidadoras de los niños que luego se volverían guerreros.
Tetis, mamá del héroe homérico Aquiles, le entrega a su hijo una armadura forjada por Hefesto, en medio de la cruenta guerra de Troya que se describe en La Ilíada.
La preocupación que sentía por aquel guerrero, que engendró con el rey Peleo, le llevó a interceder por él ante Zeus, el supremo dios del panteón griego.
Por su parte, la escritora estadounidense Louisa May Alcott se adentra de manera tierna y reflexiva en los recovecos de un matriarcado en Mujercitas.
En la novela, que bien podría ser clasificada como un «coming of age», las hermanas Meg, Jo, Beth y Amy crecen sin la presencia de una figura masculina, guiadas por su piadosa y simpática madre, la señora March.
Juntas superan adversidades como la pobreza o la incertidumbre ante el futuro.
«El arquetipo del ‘ángel del hogar’ es un concepto que se empezó a popularizar en el siglo 19, después de la época victoriana, en el Reino Unido, por los cambios de la Revolución Industrial y que, después, impactaría México», reflexiona la ensayista y crítica literaria Yenni García.
«Se crea este arquetipo de una madre que es el ángel del hogar, mujer abnegada en casa para sus hijos, que hace todo por amor y que no se queja, que hacen el quehacer de casa y no se cansan y que, por ende, son moralmente superiores».
El feminismo, indica, ha deconstruido esta concepción hasta presentar historias más apegadas a la realidad actual. Sin embargo, el arquetipo permanece.
MADRES COMO EJE LITERARIO
La literatura también ha dado advertencias de lo que no se debe hacer como madre de familia.
Si en los textos literarios está la figura del ‘ángel del hogar’, también hay ejemplos de la ‘femme fatale’, aquella que se sale de las normas establecidas y, por ende, su destino se torna trágico.
En cuentos clásicos, como los escritos por los hermanos Grimm, esta figura está representada por la «madrastra mala», que aparece en Hansel y Gretel y La Cenicienta.
«Se trata de la mujer que no tiene sentimientos, manipula a los hombres y que siempre saca provecho de las situaciones», dice Yenni García.
En la corriente del Realismo, las protagonistas de Ana Karenina, de León Tolstói, y Madame Bovary, de Gustave Flaubert, sucumben por sus propias decisiones.
Ambas mujeres no consideran la maternidad como primordial en su vida, así que tienen un fatídico destino.
«Cuando los autores brindan esta carga negativa a las personajes quieren dar un ejemplo de que no seas una mujer así», explica la escritora Verónica Zúñiga, especialista en Estudios Humanísticos por el Tec de Monterrey.
«Estas madres o madrastras malas siempre se enfrentan a la muerte o reciben un castigo».
Con la presencia de más mujeres escritoras en las editoriales, se ha impulsado la experiencia personal sobre esta dicotomía, agrega, aunque persiste al día de hoy.
Brinda una lista de obras de autoras latinoamericanas que abordan la maternidad desde una mirada íntima, como Linea Nigra, de Jazmina Barrera; Fruto, de Daniela Rea, y Casas vacías, de Brenda Navarro.
Las escritoras contemporáneas también han reivindicado la figura de la «madrastra mala», con títulos como Habla la Madrastra, autobiografía autorizada, de Patricia Suárez, cuya protagonista y voz es la madrastra de Blanca Nieves.
Así, la figura materna en la literatura sigue evolucionando, desafiando estereotipos y ofreciendo nuevas perspectivas sobre el papel de la madre en la sociedad y la narrativa.
FIGURAS HISTÓRICAS
La cultura mexicana ha explorado la poderosa carga simbólica de la maternidad, que ha permeado en los textos literarios.
En la literatura de la Independencia, la figura de la madre era un instrumento político para la formación de las familias en pleno nacimiento del País, afirma la investigadora Ludivina Cantú, actual Secretaria de Igualdad e Inclusión de la UANL.
«Ellas tenían que dedicarse a la educación de los hijos e hijas, porque era fundamental en el surgimiento de la nación, así que se necesitaba la educación para formar esta sociedad mexicana nueva».
En esta época, indica la también catedrática, aparecían los arquetipos del ‘ángel del hogar’ -feminidad, debilidad, delicadeza, sometimiento y obediencia- y ‘mujer guerrera’, en honor a aquellas que lucharon por su patria.
Cita al poema La madre de los Rayones, de Francisco Sosa, que alude a la madre del héroe Ignacio López Rayón, para ejemplificar el segundo arquetipo.
Cantú agrega que, en la literatura de la Independencia, el escritor José Joaquín Fernández de Lizardi -cuya obra es fundamental para comprender la transición de la Nueva España al México libre- critica a las malas madres en El Periquillo Sarniento y elogia a las buenas en La Quijotita y su prima. (AGENCIA REFORMA)