Hace unas semanas iba en tren acompañado de unos compañeros, el clima era frío, por la ventana se veían los bosques y las montañas cubiertas de una espesa niebla gris, las casas por lo regular tenían chimeneas por las cuales salía el humo, señal de que estaban encendidas. Debo decir, en lo personal, el clima frío me gusta; pero mientras yo estaba muy alegre contemplando el paisaje, mi compañero me dijo: “no me gusta para nada este clima, me pone triste”. Ciertamente la vida es como un tren en el que viajamos, pero cada uno sabe lo que lleva adentro y como va viajando, pero eso me llevó a recordar cuando escuche a alguien decir: “No me gusta la navidad”; y es cierto, en esta temporada la depresión y la tristeza aumenta.
La National Institute of Mental Health llama a este cambio de estado de ánimo, cuando el clima es frío y nublado, o con el cambio de estaciones, “el trastorno afectivo estacional”, también conocido como “tristeza o depresión invernal”, que se entiende como esos cambios de estado de ánimo, al faltar un poco más la luz del Sol. Cuando son cambios de humor graves, pueden afectar la forma en la que una persona se siente, piensa y se comporta. Claro está que se requiere de un experto que lo pueda diagnosticar, pero hay algunos signos o síntomas que nos pueden servir para estar alerta, por ejemplo: tristeza, ansiedad o sentirse vacío, desesperación o pesimismo; mostrar mayor irritabilidad, frustración o desasosiego. También se experimenta sentimiento de culpa, de inutilidad o impotencia, perder el interés por pasatiempos y otras actividades.
Físicamente se puede sentir fatiga, pereza, dificultad de concentrarse, cambios de sueño, de apetito y hasta de peso. También sentir dolores en diferentes partes del cuerpo, calambres y hasta trastornos digestivos. Nos puede dar demasiado sueño, o ansias de comer de más, entre otros. Ahora bien, el trastorno afectivo estacional de patrón invernal, no debe confundirse con la “tristeza por la temporada festiva”, que es la ansiedad o los sentimientos de tristeza provocados por el estrés en determinadas épocas del año, que genera una depresión asociada a los cambios en los horarios laborales o escolares, las visitas familiares, etc. Parecería que estos dos tipos de tristeza son lo mismo, pero son dos cosas distintas, no obstante, en ambos casos se requiere de ayuda, y aunque no se pueda tener acceso a un especialista, siempre hay personas que nos puedan escuchar y canalizar a los lugares indicados.
En relación a la “tristeza por la temporada festiva”, mas concretamente a la Navidad, estaría el famoso personaje del Grinch, que odia la Navidad, pero realmente odia a la gente que la vive, haciendo una crítica a lo que el mercantilismo de la fiesta produce. La historia se cuenta en el libro «¡Cómo El Grinch robó la Navidad!«. Aquí se hace referencia al consumismo y la preocupación del que, para ser hay que tener, que para vivir la Navidad hay que gastar y estrenar.
Debo confesar que sólo tuve una navidad triste, y fue precisamente cuando “Santa Claus” no llegó, dejé que el Grinch me robara una Navidad, pero aprendí la lección: la Navidad y el Año nuevo, no dependen de un clima frió, o nevado, ni mucho menos de estrenar ropa o recibir regalos, o de tener una gran cena con todos mis seres queridos, excluyendo a ciertas personas, (por cierto, muchas reuniones familiares se arruinan por encontrarse personas que no son gratas). El Grinch al final dejó que su corazón latiera de nuevo en esta fecha, supero su odio y dolor, ¿Porqué no hacemos también lo mismo?, alejando el consumismo, el odio y el rencor, y poder decir sinceramente a todos: ¡Feliz Navidad!
Cuando vayas a una cena y veas a una persona que no aprecias, salúdala, no pierdes nada.
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